Miércoles, 03 de Diciembre de 2025

Que no quiero verla

UruguayEl País, Uruguay 3 de diciembre de 2025

Las paradojas de la vida hacen que esa frase funesta sea aplicable ahora también a un gobierno de izquierda.

Dile a la luna que venga, / que no quiero ver la sangre/ de Ignacio sobre la arena".

Debe de ser una de las elegías más bellas y tristes de la poesía española de todos los tiempos. Federico García Lorca dedicó su "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" a su amigo, quien además de torero era dramaturgo y novelista. Ignacio no solo fue el inspirador de ese poema genial, al morir de una cornada en el ruedo. También fue el impulsor del célebre homenaje a Góngora realizado en Sevilla en 1927, que reunió a personalidades de la talla de Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Luis Cernuda y el propio Federico, inaugurando la "generación del 27" de la literatura española. Nombres como estos y los de María Zambrano, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Miguel Hernández y José Bergamín, construyeron un referente cultural único, equiparable al del Siglo de Oro por su influencia intelectual.

Ahora me entero de que el gobierno de ese país prepara un homenaje a dicha generación para 2027, pero excluyendo a Sánchez Mejías, por torero. El ministro de Cultura Ernest Urtasun es un detractor de la tauromaquia, y en esa nube de porro de anacronismo moral que anestesia a la cultura woke, eliminó al escritor de los homenajes.

Los críticos en España adelantan que esta medida, en vez de debilitar a la tauromaquia, la fortalece, porque pone al descubierto la ignorancia arrogante del ministro y restituye a la luz pública al damnificado.

Hay una cita de la más pura cepa del fascismo que se atribuye erróneamente al militar español José Millán-Astray, "cuando escucho la palabra cultura, desenfundo mi revólver". En realidad, pertenece a un escritor belicista alemán, Ernst Jünger, pero fue muy popular en respaldo al franquismo durante la guerra civil española.

Las paradojas de la vida hacen que esa frase funesta sea aplicable ahora también a un gobierno de izquierda democrática, que privilegia sus prejuicios buenistas a la comprensión cabal de los tiempos históricos.

Algo similar está pasando en el mismo país con -créase o no- la novela más importante de todos los tiempos.

Un artista llamado Solimán López presenta en el Instituto Cervantes una instalación en la que propone "reescribir el Quijote, mediante una inteligencia artificial entrenada con textos de Cervantes, desde una perspectiva ecológica, de género y filosófica-distópica". Lo define como "un Quijote 2.0 codificado en ADN sintético, mejorado a partir de las aportaciones de pensadores contemporáneos con cuyas ideas y trabajos se ha entrenado la inteligencia artificial" (sic). Las crónicas de ese país señalan que el director del Cervantes ya viene defendiendo la pavada del "todes", contra la opinión de la Real Academia Española, llegando a decir que "la Constitución de 1978 nació con un déficit democrático y que carece de plena legitimidad" por no estar redactada en lenguaje inclusivo.

¿Adónde nos conducirá toda esta locura? ¿A pasterizar las obras de los clásicos para que no ofendan a nadie, como si la creación artística no tuviera esa expresa misión de desafiar paradigmas y promover debates? Mientras intelectuales y políticos de izquierda sigan promoviendo esta clase de estupideces, seguirán alimentando a derechistas como Millán-Astray.

Entre uno y otro extremo, asistimos impasibles al naufragio de la cultura y el espíritu crítico.
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