Himno a la Virgen
Madre y Padre de lo visible y lo oculto, viniste a completarnos y partiste en silencio, dejándonos en el misterio
Madre y Padre de lo visible y lo oculto, viniste a completarnos y partiste en silencio, dejándonos en el misterio. Tus manos entregaron al Hijo y ellas mismas lo recibieron herido, en el instante en que expiraba. Te declaraste la sierva más humilde -"Hágase"- y fuiste la Pura, la Aparecida, la aurora que renace, el puente entre la noche y el Mediodía eterno.
Por tus ojos conoceremos el Reino, donde seremos uno: hombre y mujer, cuerpo y alma reconciliados. Yo, incrédulo, te amaré entre flores sobre el altar vacío, sabiendo que desde lo invisible gobiernas las aguas de mi alegría y mi tristeza. Si la Bestia se alzara y el cielo mostrara su señal, combatiría por ti, creada increada, virgen y madre, flor en el tálamo y primera primavera.
Eres refugio de los sabios que no comprendieron, consuelo de los sencillos cuando las puertas permanecen cerradas, calor de los viejos ya de pies fríos y frescor de los jóvenes incontinentes. Eres la música que calla, la paz del que teme, el río que devuelve la vida.
Estás al inicio y al final, en el vientre oscuro que nutre y en la luz que acoge. Tú unes la alegría y la tragedia, Belén y el Calvario, revelando la verdad del vivir.
Eres Madre e Hijo, soplo anterior a la Palabra, misterio eterno, Theotókos, Madre de Dios.