Crecimiento económico mediocre, algún deterioro en el mercado laboral, desaceleración adicional de la inflación, cierto relajamiento monetario, riesgos de insostenibilidad fiscal y comportamiento cambiario muy dependiente del dólar global.
Brasil continúa atrapado entre problemas estructurales de bajo crecimiento y restricciones cíclicas por desequilibrios macro, que prolongan su pobre desempeño económico. Por eso sigue a merced del entorno externo y de su ciclo político, pero sin mejorar su mediocre potencial.
¿Cómo cierra 2025? ¿Cuáles son sus perspectivas para 2026? ¿Cómo seguiría incidiendo en la región?
Previsiblemente, el balance de este año es menos favorable que los anteriores. Como se esperaba, la economía se desaceleró desde un crecimiento promedio alrededor de 3% en el trienio previo al entorno de 2%, con el mercado laboral aún resiliente, pero con desequilibrios acentuados.
Si bien la inflación se moderó, cierra 2025 muy sobre la meta de 3% y cerca del techo del rango de tolerancia (4,5%). Esto llevó al Banco Central a subir la tasa Selic a 15% y dejarla estacionada en ese nivel durante varios meses. Esa instancia fuertemente contractiva no solo se debió al desvío inflacionario, sino también a la necesidad de ganar credibilidad y reputación por parte del nuevo presidente Gabriel Galípolo, que de "paloma" monetaria (expansivo) tuvo que convertirse en halcón (restrictivo). Un ejemplo más de cambio de enfoque dependiendo del lado del mostrador en que se esté en términos políticos: en el oficialismo o la oposición, con o sin responsabilidades sobre la misión de tener baja inflación.
Por su parte, la situación fiscal actual se proyecta insostenible. El déficit fiscal sigue en 8% del PIB y la deuda pública bruta en casi 80% del PIB.
Brasil no tiene superávit fiscal primario (antes de interés) y su tasa de interés real del largo plazo supera largamente el crecimiento potencial del PIB. Eso hace explosiva la dinámica de la deuda a la larga.
Es posible que las tasas de interés reales sean menores en 2026, pero ni el resultado primario, ni el crecimiento potencial, van a mejorar sustantivamente.
El Banco Central podría iniciar cierto relajamiento monetario impulsado por la baja de la tasa de la Fed, la apreciación del real y la consiguiente moderación de la inflación. Con todo, igual Brasil seguirá con tasas de interés reales mayores a su mediocre crecimiento potencial, sobre el cual no se espera que suba.
Si bien hubo algunos avances en desregulación, políticas de infraestructura y nuevos marcos sectoriales en telecomunicaciones, saneamiento y energía, no parecen suficientes, ni determinantes, para elevar el crecimiento económico de largo plazo de Brasil, actualmente estimado en 2%. No ha habido medidas relevantes, ni políticas, en temas esenciales como apertura e inserción externa, baja de la carga tributaria o mejoras en capital humano.
Por su parte, en medio de un año electoral, el resultado fiscal puede incluso empeorar durante 2026. Si bien actualmente Lula aparece con un leve favoritismo para ser reelecto, no puede descartarse "la maldición del incumbente" con una eventual derrota si la oposición liderada por el bolsonarista Tarcisio de Freitas, gobernador de San Pablo, comete menos errores. El riesgo de comicios más parejos podría conllevar el clásico impulso fiscal electoral.
Todo eso condicionará el desempeño económico de Brasil durante 2026, pero más decisivo será el entorno externo, el enfrentamiento con Trump y las perspectivas sobre el futuro gobierno.
Respecto al entorno externo, Brasil seguiría recibiendo un impulso global acotado. Si bien las condiciones financieras serían menos restrictivas y los términos de intercambio se proyectan relativamente estables, el crecimiento económico mundial seguiría por debajo del promedio histórico y el comportamiento del dólar globalmente se asume menos favorable que en 2025.
Por su parte, es incierto cómo Trump seguirá actuando con Brasil. A Lula el conflicto lo ha beneficiado al despertar cierto mayor sentimiento nacionalista y moderar su desaprobación ciudadana. No es claro, en consecuencia, que las acciones de Trump favorezcan las posibilidades electorales de la oposición. No necesariamente la prolongación de la "guerra comercial" perjudica a Lula, pero sí podría seguir afectando negativamente el desempeño de la economía.
Tampoco el ciclo electoral y las perspectivas sobre el futuro desde 2027 modificarían mucho el panorama económico de Brasil. Ya sea que Lula es reelegido o gane la oposición, mucho seguirá políticamente determinado por el llamado "Centrão", ese bloque legislativo transaccional que intercambia apoyo por favores presupuestarios y nombramientos ministeriales. Parte de lo que explica que "Brasil es el país del futuro y siempre lo será", como suele decirse.
Por todo eso, sus perspectivas económicas para 2026 no se visualizan muy diferentes a las más recientes: crecimiento económico mediocre, algún deterioro en el mercado laboral, desaceleración adicional de la inflación, cierto relajamiento monetario, riesgos de insostenibilidad fiscal y comportamiento cambiario muy dependiente del dólar global.
Para Uruguay y otros países de la región, "el Brasil de 2026" se proyecta como "más de lo mismo". No parece sea fuente de fuertes inestabilidades, ni siquiera por el ciclo electoral, pero tampoco de gran impulso. Seguirá siendo más promesa que positiva realidad. Un país de futuro que sigue esperando su presente.