Miércoles, 10 de Diciembre de 2025

A conectar para competir, el reto estructural de Colombia

ColombiaEl Tiempo, Colombia 9 de diciembre de 2025

Socia, líder de la práctica de Infraestructura en Baker McKenzie Colombia
María Montejo
En Colombia se habla con frecuencia de productividad, de atraer inversión, de potenciar exportaciones y de insertarse con fuerza en la economía global

Socia, líder de la práctica de Infraestructura en Baker McKenzie Colombia
María Montejo
En Colombia se habla con frecuencia de productividad, de atraer inversión, de potenciar exportaciones y de insertarse con fuerza en la economía global. Sin embargo, la capacidad real de competir no depende solo de producir más o mejor, sino de conectar bien y a tiempo. La infraestructura, tanto física como digital, es uno de los eslabones base que sostiene, o limita, el desarrollo económico de un país. Durante años, los productores colombianos han tenido que competir en una cancha desigual. Por ejemplo, en algunos casos el costo de transportar un contenedor desde el interior del país hasta un puerto nacional puede ser similar al costo de enviarlo desde ese mismo puerto a Asia o Europa. De hecho, según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el costo logístico representa cerca del 17,9% del PIB nacional, mientras que en economías más competitivas ronda el 8%. Esta diferencia se traduce en sobrecostos que restan competitividad frente a otros países. La red vial es un determinante directo de estas condiciones. Aunque en la última década el país ha hecho un enorme esfuerzo por ampliar y mejorar las carreteras nacionales mediante los exitosos programas 4G y 5G de concesiones viales, el estado actual de la infraestructura vial sigue siendo un factor restrictivo para la competitividad. Según un estudio reciente del DNP, apenas el 37% de las carreteras nacionales se encuentra en buen estado, más de la mitad son vías terciarias y solo un 10% de estas están pavimentadas, mientras que casi la mitad presenta condiciones regulares o malas. Esta situación limita la eficiencia del transporte terrestre, que concentra el 70% de la movilización de carga y pasajeros, y genera cuellos de botella que encarecen la logística y ralentizan los tiempos de entrega. La falta de integración con otros modos de transporte amplifica los desafíos. Mientras que países de la región como Brasil, Perú y Ecuador han avanzado en la modernización y mantenimiento de sus redes viales, mejorando la conectividad interna y reduciendo costos logísticos, Colombia todavía no consolida una red de transporte multimodal plenamente integrada que permita responder de manera eficiente a las demandas del comercio y el desarrollo territorial. La consecuencia es clara: un país con buena infraestructura logra producir más con menos, al reducir costos logísticos, mejorar la competitividad de sus empresas y facilitar el acceso equitativo a los mercados. Un país con infraestructura deficiente termina pagando sobrecostos que se traducen en precios menos competitivos, márgenes más estrechos y menos oportunidades de expansión. Esto no solo afecta a las grandes industrias; impacta con mayor fuerza a las pequeñas y medianas empresas, que no necesariamente tienen la posición financiera para absorber demoras, daños o sobrecostos logísticos. Y no se trata solo de vías y puertos. Hoy la infraestructura digital es tan estratégica como la física. Aunque en Colombia la cobertura de internet en zonas urbanas supera el 80 %, en zonas rurales apenas llega al 65 %, según cifras de 2024 del Dane. Esto significa que millones de colombianos siguen desconectados de oportunidades productivas, educativas y laborales, limitando el desarrollo de regiones enteras y dificultando su plena inclusión en la economía nacional y global. Colombia tiene potencial productivo de sobra: talento humano, biodiversidad, ubicación geográfica privilegiada y sectores dinámicos. Lo que falta es construir conectividad real: moderna, eficiente y articulada, que permita que ese potencial llegue al mercado con menos fricciones. Invertir estratégicamente en infraestructura no es solo construir obras: es construir la base sobre la cual se desarrolla la economía. De cara a las elecciones de 2026, oiremos conversaciones en torno a productividad y competitividad del país. Al respecto, será determinante entender cómo se plantea resolver los cuellos de botella que impiden cerrar de forma sostenible las brechas de infraestructura y conectividad digital. La seguridad jurídica y el respeto a las reglas de juego, junto con una institucionalidad capaz de articular actores públicos y privados con visión de largo plazo, deberían ser temas centrales en estas conversaciones. Solo así podremos superar el reto estructural de conectar para competir verdaderamente.
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