Miércoles, 24 de Diciembre de 2025

El Uruguay de la tablita

UruguayEl País, Uruguay 24 de diciembre de 2025

Nuestros honorables legisladores mandaron comprar, con dinero ajeno, unos coquetos sets de parrilla.

La Cámara de Representantes acaba de adquirir, con recursos del Estado, seiscientos sets de parrilla para regalar a. ¡ellos mismos!

Sí, señor lector. Nuestros honorables legisladores mandaron comprar, con dinero ajeno, unos coquetos sets de parrilla -compuestos por tabla, cuchillo, tenedor y funda- para comer asado en este fin de año. La tablas, como mostraron las fotos difundidas en varios medios, tienen grabada a fuego una imagen del Palacio Legislativo, sobre la palabra Parlamento. Una inscripción que, para dotarla de autenticidad y raíces uruguayas, bien podría ser reemplazada por un: ¡con la yatu, contribuyente!

Este columnista no puede dejar de imaginar el intercambio entre nuestros representantes nacionales al momento de recibir el presente. Basta cerrar los ojos para verlos dando y recibiendo elogios y lisonjas:

Gracias, estimado colega. No se hubiera puesto en gastos -diría un diputado cualquiera a su vecino de banca.

Pero faltaba más. El agradecido soy yo -respondería el otro.

Qué buen gusto, muchachos. Y qué gran idea -acotaría un tercero.

Y así, entre risotadas y cordiales palmadas en la espalda, los 99 legisladores celebrarían el obsequio y se prometerían un buen asado para estrenarlo.

Respecto a la polémica compra, el presidente de la Cámara de Representantes y diputado del Frente Amplio, Sebastián Valdomir, dijo a la prensa: "El regalo se eligió (.) tratando que no fuera ni comida ni bebida, sino algo más perdurable".

Y eso es muy bueno. Que perdure para que no olviden tan pronto el destino que le dan al dinero de la gente. Fíjese el lector que una canasta con botellas de bebida espirituosa y algunos snacks, es un regalo efímero. No dura nada. Igual que la culpa. En cambio, la tablita de asado les va a recordar, por un buen tiempo, quiénes son y cómo se comportan.

Va a ser como un espejito donde mirarse y reflexionar. Y quizás, si hay algo de dignidad en ellos, la tablita actúe como el tan en boga Ozempic, célebre por quitar el apetito incluso al más voraz de los mortales. Por un lapso mucho mayor que el de la sidra, las aceitunas y el maní japonés, el set va a recordarles quién paga, quién cobra y quién se lleva siempre la mejor parte del asado.

Los que recibieron el autorregalo sin que sus billeteras lo resientan, son los mismos que después vemos en televisión, con semblante preocupado, hablando de la pobreza infantil, de crear nuevos impuestos, de que el presupuesto es insuficiente, de la revolución de las cosas chicas. Y es inevitable que la confianza se corte como un vacío de exportación.

A nadie le importa si las tablitas costaron ochocientos pesos o setecientos dólares. Porque no se trata solo de cuánto se gasta, sino en qué, para qué y para quién. Usar la plata de la gente en esta clase de gastos, explica por qué hay tanta gente que no le cree nada a nuestros políticos.

Además, fundamenta con creces que, efectivamente, son la casta política. Los privilegiados. Los que viven en otro planeta.

En definitiva, el problema de fondo no es el costo monetario del obsequio ni la legalidad del procedimiento de compra. Es el mensaje nefasto que dan a la población.
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