Sábado, 27 de Diciembre de 2025

Un futuro previsible

UruguayEl País, Uruguay 27 de diciembre de 2025

El imperialismo suele presentarse bajo el manto de dos teorizaciones diferentes.

Resulta común por estas fechas efectuar balances restrospectivos o prospecciones sobre el futuro, buscando aclarar, aquello que nos aguarda. Tanto en el planeta como en el entorno inmediato. Sin olvidar que el mundo contiene más contigencias de las que el siglo XX, en su optimista progresismo admitía.

Lo que si podemos aceptar, como relevante, es que el presidente de la primera potencia mundial, Donald Trump, ha completado el primer añode gestión presidencial y aun le restan tres años de gestión. En ese contexto se abre grandes temores respecto al trieno que sobrevendrá. Como si de la esperanzadora utopía pasaramos, sin transiciones, a una oscura distopía.

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, refiriendose a la política interna de los Estados Unidos, relatan en una obra de amplia información (1), como desde hace años la democracia estadounidense se va deteriorando al perder sus amortiguadores. No se trata, como parecería, de un fenómeno reciente. Viene de lejos, aupado por personajes como Charles Couglin, Huey Long, Joseph R. McCarthy y George Wallace, que en su momento, apoyados por parte de la opinión pública de su país, intentaron desmontar la compleja maquinaria institucional e ideológica de la democracia del país del Norte, asentada en la venerada tradición de los padres fundadores.

Para nosotros, espectadores lejanos y en gran medida ignorantes de estos avatares, lo más conocido fue el macartismo, donde se intentó desmontar la cultura norteamericana liberal, especialmente en cine, teatro y las artes en general, bajo el anatema de un anticomunismo grosero, veteado de fascismo. Actores, directores y creadores, acusados de ese terrorífico mal, sufrieron boycots, cárceles y persecuciones en lo que constituyó en un apagón no solamente político sino atingente a la cultura general del país del Norte seriamente amenazada por entonces.

Por más que esa experiencia no pueda hacer olvidar a personajes anteriores como Theodore Roosevelt, el nazi Henry Ford, o en fechas más cercanas figuras como Newt Gingrich que en 1978, intentó con éxito reconfigurar la política norteamericana "como un guerra" dictando la estrategia disruptiva del Partido Republicano, calificando a sus rivales demócratas de "patéticos", "enfermos", "raros", "antifamilia" y "traidores". Inauguró con ello una práctica persistente durante las presidencias de Bill Clinton y Barak Obama (cuando se creó el ultraderechista Tea Party) continuada ahora por los usos burdos e irreverentes de Donald Trump, quien propuso encarcelar a Hilary Clinton, su rival por la presidencia, calificçandola de traidora y delincuente.

Según Levitsky y Ziblatt, a partir de entonces el Congreso pasó de ser un custodio de la democracia a convertirse en un "perro faldero" del presidente abdicando de sus responsabilidades como custodio de la Constitución. Tanto de las expresas, como las tácitas y tradicionales derivadas de usos y costumbre, sin los cuales ningún régimen se sostiene. Particularmente bajo el accionar del Partido Republicano hoy sometido a las prácticas descalificadoras del actual Presidente Norteamericano quien no solo ataca metódicamente la centenaria democracia de su país, sino que se empeña, sin ambajes, en desmontar su política exterior y con él los pilares del orden internacional mundial. Tal lo expresado sin tapujos en la "Nueva Estrategia de Seguridad Nacional", que acaba de publicar su gobierno "para garantizar que Estados Unidos siga siendo la nación más grande y más exitosa de la historia mundial" (sic).

El imperialismo suele presentarse bajo el manto de dos teorizaciones diferentes. En su acepción más clásica refiere a la dominación, política, económica o cultural, de las naciones más fuertes respecto a las más débiles o atrasadas. En otra calificación, derivada de Lenin y los teóricos marxistas de comienzos del siglo XX, alude a ciertas características del capitalismo de su época. Así en su famoso folleto de 1922, caracteriza el lmperialismo como la exportación de capital, la producción y distribución de la producción mediante monopolios, fusión del capital industrial y el bancario, y distribución del mundo en esferas de influencia. Bajo esta alterada realidad el imperialismo se desplazó hacia el dominio, predominantemente económico, de las naciones centrales, el Imperio Británico primero y los Estados Unidos actualmente localizado exclusivamente sobre el tercer mundo. La teoría de la dependencia, en auge entre los cincuenta y sesenta del siglo pasado fue el corolario de estas concepciones, que actualmente sufren la crisis teórica del marxismo.

Sin embargo el actual Documento estratégico del gobierno de Trump no hace más que repetir y profundizar los aspectos más gruesos y debatidos de la teoría del imperialismo en cualquiera de sus presentaciones. Si antes se discutían aspectos de dicha teoría, fundamentalmente el peso del factor económico en la vida de las naciones, la desaparición del colonialismo así como las dificultades explicativas de la teoría de la dependencia, abandonada por sus creadores, hoy tales características son directa y explicitamente superadas oficialmente por el gobierno de Donald Trump.

Allí, reiterando la decimonónica doctrina Monroe, ( no europeos en América, sí estadounidenses), con el expreso corolario Trump (total hegemonía norteamericana en América y el Caribe), se afirma sin el menor pudor que "la adhesión rígida a la no intervención es imposible" y que se realizarán "despliegues específicos para asegurar la frontera y derrotar a los cárteles, incluido cuando sea necesario el uso de la fuerza letal para reemplazar la fallida estrategia de aplicación exclusiva de la ley, en las últimas décadas." Mientras se reafirma que los Estados Unidos definirán per se cuales gobiernos practican el narcotráfico, reiterando que la amenaza de guerra garantiza la paz. Con ello el imperialismo deja de ser un corolario inferible de las acciones políticas del país del Norte, para convertirse en afirmaciones explícitas sobre el dominio norteamericano de nuestro Continente. Difícil en estas condiciones mantener el mínimo optimismo sobre el futuro inmediato.

(1) S. Levitsky y D.Ziblatt. "Como mueren las Democracias." Ariel, 2018



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