Domingo, 28 de Diciembre de 2025

La fortuna de los países

ChileEl Mercurio, Chile 27 de diciembre de 2025

Con el fin del año le deseamos buenos augurios para nuestra economía, por ejemplo, para que el precio del cobre siga marcando y superando máximos históricos

Con el fin del año le deseamos buenos augurios para nuestra economía, por ejemplo, para que el precio del cobre siga marcando y superando máximos históricos. Pero es necesario recordar que la buena fortuna, por sí sola, no garantiza buenos resultados. La historia económica muestra con bastante claridad que no basta con que los vientos externos soplen a favor: es imprescindible que esa fortuna sea bien gestionada, canalizada hacia decisiones que fortalezcan la capacidad productiva del país y que, al mismo tiempo, preparen a la economía para cuando inevitablemente el ciclo se revierta.
Chile tiene experiencia en esta materia. Nuestra historia reciente muestra varios episodios en los que los ciclos asociados al cobre fueron, en general, bien aprovechados. Tras el retorno a la democracia en 1990, no se desanduvo el camino de apertura y se profundizó el rol de la inversión privada en la expansión de la gran minería. A Escondida le siguieron múltiples proyectos durante la década de los noventa, que multiplicaron por tres la capacidad productiva del sector entre 1990 y 2000 y consolidaron a Chile como el principal productor mundial de cobre. Esa expansión no solo elevó las exportaciones, sino que tuvo correlatos positivos en el crecimiento, la reducción de la pobreza y la integración al comercio internacional observados en esa década.
A comienzos de los años 2000, luego de algunos momentos en que los precios fueron históricamente bajos, se inició el llamado super ciclo de los commodities , que multiplicó por cuatro el precio del cobre. Esa bonanza fue, en términos fiscales, bien manejada: permitió acumular ahorros soberanos relevantes y sentar las bases de una política fiscal menos dependiente de los vaivenes del ciclo externo. La creación y uso prudente de los fondos soberanos dio amplio espacio fiscal y macroeconómico para enfrentar la crisis de 2008-2009.
La rápida recuperación de las economías emergentes junto con nuevos precios históricos del cobre con posterioridad a la crisis financiera dio lugar a un nuevo ciclo de expansión e inversión minera hasta 2013. Sin embargo, ese mismo impulso contribuyó a ocultar -temporalmente- la necesidad de avanzar con mayor decisión en reformas orientadas a elevar la productividad, la competencia, la calidad de la regulación y la eficiencia del Estado. El ciclo favorable tendió a reducir la urgencia por enfrentar cuellos de botella para el desarrollo de proyectos de inversión. La percepción de bonanza motivó un giro en las políticas públicas con énfasis crecientes en redistribución.
El super ciclo se fue agotando, con una estructura de costos que ya no era la misma que a principios de los 2000, junto a tensiones comerciales globales. El cobre no fue un motor automático del crecimiento y la economía chilena enfrentó un escenario más exigente, donde los límites de la productividad y de la capacidad para invertir en nuevos proyectos se volvieron más evidentes. Las cuentas fiscales crecientemente se vieron sometidas a mayor estrés. Tomó un buen tiempo para que las expectativas de bonanza se normalizaran y que pusiéramos de nuevo el foco en la necesidad de reformas procrecimiento, como alivianar la carga regulatoria y de autorizaciones, cerrando también la discusión previsional.
Hoy estamos presenciando lo que parece ser un nuevo envión del precio del cobre y de la inversión minera, asociado a la transición energética, la demanda por electrificación y tecnologías limpias. El propio Banco Central ha destacado las positivas cifras de inversión en el sector. Esta nueva bonanza potencial es, sin duda, una buena noticia. Pero precisamente por eso vale la pena aprender de nuestra experiencia. Que esta fortuna no nos haga olvidar la necesidad de que el crecimiento sostenible depende de una economía más productiva, más eficiente y crecientemente diversificada.
Sabemos que los ciclos del cobre se agotan. Por ello, una parte relevante de este nuevo impulso debe destinarse a reconstruir ahorros, por ejemplo, reforzando el Fondo de Estabilización Económico Social, de manera de ampliar márgenes de acción fiscal para enfrentar el futuro con resiliencia. La verdadera fortuna de los países no está en el precio de sus recursos naturales, sino en aprovechar los buenos momentos para fortalecer instituciones, ahorrar y promover reformas estructurales y mayor eficiencia.
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