Primeras damas

Se discute ahora acerca de su importancia, pero más de cien años de historia parecen defender la labor que han hecho. Algunas han sido más distinguidas que otras, qué duda cabe, pero si miramos fuera de nuestras fronteras, veremos maravillosos logros alcanzados solo gracias a una mujer astuta que estaba en el lugar adecuado en el momento justo.
Jacqueline Kennedy le dio un toque de glamour al puesto y supo también sacar ventaja para su país. Primero, contrató a un chef francés para darle un toque de elegancia a sus comidas con invitados europeos, asiáticos y de todo el mundo. La Casa Blanca comenzó a ser un lugar donde podían verse los famosos, los que estaban triunfando y se encontraban entre ellos. Apoyada en su gran cocina, invitó a comer a André Malraux, ministro de Cultura francés, y consiguió, con sus encantos de primera dama, que el Louvre le prestara la Mona Lisa, que nunca había salido de Francia. La pintura viajó y en medio de la controversia en Francia se exhibió en la National Gallery con un éxito deslumbrante, pero sirvió objetivos nacionales al acercarse a De Gaulle, quien hasta entonces se mostraba esquivo con Estados Unidos. La imagen de los Kennedy, por cierto, se hizo más sofisticada, con sensibilidad por el arte.
La señora Reagan contrató a la secretaria de Jacquie Kennedy para emularla en sus éxitos. Y lo consiguió ampliamente, coronándolos con la invitación a los Gorbachov, que fueron agasajados en la Casa Blanca en una comida que podría calificarse como el comienzo del fin de la Guerra Fría. Nada menor.
En Chile, difícilmente la primera dama influirá en la política mundial, pero que puede ayudar a su marido y a toda la sociedad chilena no debiera prestarse para dudas.