Y Dios creó a la mujer
Me llamaba la atención su belleza imperfecta, esos dientes separados, los ojos gatunos, la cabellera salvaje
Me llamaba la atención su belleza imperfecta, esos dientes separados, los ojos gatunos, la cabellera salvaje. Para mí, Brigitte Bardot se salía de la caja. Porque las mujeres de aquella época, de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, parecían todas peinadas como Vilma, la de los Picapiedra. Eran mujeres de sastre, collares de perlas, faldas debajo de la rodilla, sonrientes, tiesas, posando junto a un pastel de manzana, a una nueva lavadora, a un bebé de brazos. Porque esa época fue un grito de liberación para muchos, pero fue también la consolidación de un statu quo. Por aquel entonces comenzaba a nacer la ya gastada, luego obsoleta, y después vuelta a renacer idea de la familia feliz. La del sueño americano que incluía una casa con jardín, un marido que sale temprano a trabajar, dos niños que comen cereal y llevan pantalón corto y, lo más importante, una esposa dedicada al cuidado del hogar. Es en medio de ese contexto cuando aparece el ícono erótico, el símbolo de la emancipación sexual, la escandalosa, la salvaje actriz. Para Marguerite Duras, Bardot era "el sueño imposible del hombre casado". Esta belleza exuberante llegó a ser considerada la mejor marca de exportación francesa después de Renault. Hizo casi medio centenar de películas, pero quizá la que la lanzó a la fama fue la famosa Y Dios creó a la mujer. En ella el desparpajo, la sensualidad, la frescura, desfachatez y picardía la convierten en la imagen de una mujer moderna. Bardot representó la figura de una joven que, por encima de ser un objeto pasivo del deseo, se apropia de su sexualidad y la ejerce con libertad. La más grande estrella europea del cine de su época se vio muy afectada por el suicidio de Marilyn Monroe, más cuando ella misma había tenido un intento. El fantasma de un trágico desenlace, su voluntad y carácter, la llevaron a hacerse a un lado de las cámaras, quizá como una forma de salvación. Dijo que No a James Bond, a Hollywood, a Luchino Visconti y a muchos más. A los 39 años dijo No más al cine, y con ello inmortalizó esa imagen de divinidad siempre joven, de belleza irregular, perturbadora e hipnótica, pues no la vimos envejecer en pantalla. En pantalla, Brigitte será siempre una mujer menor de cuarenta. De sus cuatro maridos y sus muchos romances salieron importantes colaboraciones artísticas, entre las que cabe destacar las canciones que compuso junto a su entonces amante Serge Gainsbourg. Porque, aunque la diva es recordada más que todo como actriz, también tuvo una carrera musical, para no hablar de su interpretación de El cuchipe, con ruana y sombrero boyacense, que puede verse en YouTube. De Bardot se ha dicho también que no tenía instinto maternal, pues fue madre en el 1960 sin desearlo, algo que nunca ocultó. Hacía años había roto relaciones con su hijo Nicholas Charrier. Desde que se retiró, se dedicó a la defensa de los animales, para lo cual tenía una fundación. Sus declaraciones fueron siempre categóricas: "Di mi juventud y belleza al amor y a los hombres, ahora les doy mi vejez a los animales". Decía sentirse liberada al dejar de ser una diva: "Ya no tengo que padecer la tortura de seducir nada ni a nadie". A principios de los años cincuenta escandalizó en Cannes llevando un bikini strapless que le daría su nombre al "Escote Bardot". Además, sus alpargatas, pañoletas y sombreros crearon un estilo propio que todavía es distinguible. En los últimos años apoyó a la derecha de su país y se mostró a favor de movimientos antimigración. No deja de sorprender este giro en un personaje que siempre estuvo en la vanguardia de su tiempo. Pero más allá de eso, lo cierto es que Brigitte Bardot será recordada como una mujer libre: "Yo tengo más cojones que muchos hombres; he hecho y seguiré haciendo siempre cuanto he querido hacer". Y así se fue. @melbaes
Una mujer libre
Melba Escobar