El drama de cada fin de año

Es la misma historia de todos los años. Llega la Navidad y el Año Nuevo y Montevideo, que siempre está sucia, sube a niveles intolerables de mugre. Los contenedores desbordados, lo que no entra en ellos queda tirado sobre la vereda o la calle y al lado de esos contenedores, los vecinos que los tienen frente a sus ventanas deben cerrarlas en estos días de calor, para evitar el olor pestilente, la invasión de moscas, y quizás de ratas que se hacen un festín.

Esto ocurre todos los fines de año desde quien sabe cuando. Sino fuera porque es patético y sanitariamente peligroso, escribir sobre ello parece casi banal.

La Intendencia suele explicar que este lío es consecuencia del exceso de basura acumulada en estas fechas, respecto a lo que es habitual durante el resto del año. Que haya exceso de basura no justifica lo que se está viviendo. Es que más allá de lo acumulado, lo que en realidad sucede es que los camiones que recogen la basura dejaron de pasar. Justo en estas fechas. En varios barrios transcurrieron entre cinco días y una semana sin que se hiciera la recolección.

En algunas zonas hubo un paliativo que no engañó a nadie. Cada tanto pasaba un camión que recogía lo que rodeaba el contenedor, no lo que había adentro. Por unas pocas horas las veredas quedaban limpias, hasta que volvía a acumularse basura que no cabía en el contenedor.

La excusa de que en esta época aumenta el caudal de residuos no se sostiene porque quedó en evidencia que los camiones no pasan. Además, es el tipo de coartada que ninguna empresa que presta servicios se animaría a dar porque sabe que cuando la prestación de un servicio pasa por una etapa zafral más exigente, lo que se hace es tan sencillo como reforzarlo. Se contrata temporariamente más personal y el servicio se cumple por más horas que las habituales.

La Intendencia no solo no refuerza la recolección de residuos, sino que la disminuye. Es de no creer, pero así sucede en forma sistemática todos los fines de años.

Hubo además un paro. Oh casualidad, siempre los hay justo en estas fechas sin que nadie sepa el motivo. Quizás la idea sea hacer daño y solo eso, pero la verdad es que la medida pasó inadvertida porque tampoco los demás días hubo recolección.

Lo de fin de año es una situación extrema a algo permanente en la ciudad. Siempre hay mugre, a fines de diciembre la hay más causada por la ineficacia municipal y los paros de Adeom, a lo que se agregan los hurgadores y la acción de una porción importante de montevideanos.

Es que también buena parte de los habitantes de la capital, tienen culpa porque son los que dejan basura grande fuera del contenedor, indiferentes hacia como eso se suma a la mugre. Hay mucha gente que no tiene problema en vivir entre la suciedad y el mal olor. O quizás esté anestesiada y no vea el problema. Se acostumbró a la roña, la internalizó y la ve como parte integral de la ciudad. Es la misma gente que en las redes pone: "qué linda es Montevideo".

El día que la limpien y podamos ver que hay debajo de tantas montañas de basura, el día en que el mal olor desaparezca y también los grafitis, recién entonces podremos juzgar si Montevideo es linda. Nunca antes.

Por último, está el eterno problema, nada menor, de los hurgadores. Sacan de los contenedores la basura en forma indiscriminada y en la vereda eligen lo que les sirve. Solo unos pocos devuelven al contenedor lo que sobra.

Esto es tolerado. Quizás a la gente le fastidia, pero prefiere callar. Teme que opinar sobre el asunto es mostrar falta de sensibilidad. Sin embargo, el principal problema está en los hurgadores y toda solución definitiva empieza por ellos.

El intendente Bergara cree que cambiando el sistema de contenedores las cosas mejorarán. ¿Querrá eso decir que en los siguientes fines de año cada uno deberá guardar en su patio un desbordado carrito familiar porqué los camiones no pasan?

La solución propuesta ataca el problema por la punta final, no por el comienzo. No habla de los hurgadores, no habla de los "vecinos" indiferentes y no habla de una recolección regularizada y reforzada en tiempos de mayor demanda. Corre el riesgo de ser una idea más de las tantas practicadas y que nunca dieron resultado.

Cada año la gente se queja, y con razón, de esta situación. Parecería que todos vivimos con un contenedor en la puerta menos los jerarcas municipales. Se queja de ellos todos los años, pero los vota en cada nueva elección. Es como premiarlos por hacer las cosas mal.