Domingo, 29 de Junio de 2025

Entre el dolor y la esperanza

ColombiaEl Tiempo, Colombia 14 de noviembre de 2020

Les cuento una historia

Les cuento una historia. La juventud no sabe de historia, les da hasta histeria. Estamos en puente, dicen unas amigas de Puente Nacional, y en una charla digital, pues ahora casi todo es así, oí a unos muchachos que decían: "Este lunes es fiesta, me parece". "¿Qué santo se celebra?". "No sé, san...cocho, pero qué chimba". Lástima que no recordaran que fue una ‘chimba’ la declaración de independencia de Cartagena de la corona española, un 11 de noviembre de 1811, pasadas las 11. Se los recordé, pero creo que me echaron la madre patria. El mes 11 es especial y tiene entre nosotros su cuento con el número 11. Antes del covid-19, por estos días ya estábamos con el espíritu navideño alborotado. Y, claro, pensando en la prima, que ahora el Gobierno va a adelantar, como un viagra económico y para evitar congestiones en diciembre. Hace bien. Pero noviembre es un mes especial, entre la tristeza y la alegría. Comenzando porque el 1.º es el Día de Todos los Santos y el dos, el de los Difuntos. Es de lluvias e inundaciones y gripas. Y en esta sociedad agobiada y doliente, como se dirá dentro de un mes, cuando arranquen las novenas virtuales, deberíamos celebrar en noviembre el día del absurdo, de la torpeza, o de la tragedia, o del dolor. Que alguien le ponga el nombre. Porque, por ejemplo, estamos conmemorando los 35 años de la desgracia del Palacio de Justicia, cuando el 6 de noviembre de 1985, a las 11:30, el M-19 se tomó la sede de las cortes cerca de la plaza de Bolívar. Allí murieron 98 personas, entre ellas -ojo al número- 11 magistrados. Y desaparecieron otras que aún se reclaman y que nunca debemos dejar de hacerlo hasta que haya verdad. Y ayer hizo 35 años también, un 13 del mes 11, a las 11:30 de la noche, la erupción del Nevado Ruiz cubrió la población de Armero, en el Tolima. El infernal río de lodo y piedras se llevó a más de 25.000 personas. Más de 20.000 (20.611) quedaron damnificadas. Recuerdo que escribíamos en máquinas Hermes, con tinta, pero a veces con lágrimas, sobre semejante tragedia, en especial cuando oíamos a Omaira Sánchez, pues nos la robaba la muerte nadando por debajo de agua. Qué valor, qué grandeza la de Omaira, de 13 años, crespa ella, de unos ojos negros inolvidables. Con el agua al cuello, las manos arrugadas, les decía a los socorristas, a periodistas y a todos los que la rodeaban impotentes que se fueran a descansar un rato. Y comentó que estaba preocupada porque no podía entregar las tareas del colegio. El 16 no aguantó más y se fue al cielo, esperando una motobomba que nunca llegó. En aquellos días no había redes sociales como las de hoy, útiles y dañinas a la vez, cuando son mal utilizadas para insultos y para darse ‘motobombo’. Un abrazo a todos los armeritas que en medio del dolor han dado muestras de coraje. El reto es no olvidar la historia ni las tragedias, sus causas y lecciones. Y evitar que se repitan. Hoy vivimos otro noviembre doloroso. El covid-19 ya ha dejado más de 33.000 muertos en nuestro país. Hay tristeza y dolor. Estamos más empobrecidos, hay millones de desempleados; miles, quebrados. La esperanza está en la vacuna, que parece estar cerca, Dios quiera que sea un regalo de Navidad de la ciencia. Aunque el covid es listo y ahora muta el hijuepadre. Nos queda cambiar la historia. Necesitamos sobreponernos. Es importante salir, ver familiares, la naturaleza, pero con prudencia. Las carreteras en invierno son lisas. Podemos gozar sin desbordes. Y compremos papita a los valerosos campesinos de Boyacá y Cundinamarca. Ánimo. Yo sigo celebrando el triunfo de Biden, y me excuso por no poder ir a su posesión. luioch@eltiempo.com
El arca de Noé
Luis Noé Ochoa
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