Diario íntimo de Lulú Petite
Lulú Petite
EL GRÁFICO
Ya bien mojada
Querido diario: Me pediste que me desnudara
Lulú Petite
EL GRÁFICO
Ya bien mojada
Querido diario: Me pediste que me desnudara. Pediste también que me sentara en la orilla de la cama, con las piernas abiertas. Me miraste con detenimiento.
Te pusiste de rodillas y mientras delineabas con las yemas de tu dedo el contorno de mi vagina, besabas delicadamente la parte interna de mis muslos, comencé a mojarme. Metí mis dedos en tu cabello y te lo peiné hacia atrás. Distribuiste mis jugos por mi vulva y, cuidadosamente, metiste un dedo. Gemí. Sacaste el dedo y te lo llevaste a la boca. Con tu mano libre empuñaste tu miembro, miré hacia abajo y lo vi bien parado, esperando su turno.
Me dijiste que querías comerme. Me lamiste el pubis, separaste mis labios con tus dedos y empezaste a lengüetear mi vulva empapada. Apreté el mechón de cabellos tuyos que tenía entre mis dedos y llevé a mi pezón mi otra mano. Metiste tus manos bajo mis nalgas, levantaste un poco mi cuerpo para meter más tu cara a mi sexo y comenzaste a comerme como si fuera yo una especie de sandía.
Lo he dicho antes. No todos los hombres saben hacer buen sexo oral, pero encontrar a uno que sí sabe es más un tesoro, que un hallazgo. Cerré los ojos, me mordí los labios, apreté con fuerza mi pezón y empujé mi pubis contra tus labios, entregándotelos al punto de complicarte la respiración. Me comías el clítoris tan deliciosamente, que no tardé en explotar en tu cara en un orgasmo gigantesco.
Sabía que era tu turno, pero estaba tan extasiada que no podía ni moverme. Apenas pude verificar que te pusiste condón, cuando sentí cómo levantabas mis piernas en vilo y las ponías sobre tus hombros. Yo estaba inmóvil, fulminada aún por mi orgasmo, como muñeca de trapo, cuando me metiste toda tu hombría. Gemí, lo disfruté, logré casi de inmediato un potente segundo orgasmo y son-
reí cuando te sentí venir. ¡Caramba! ¡Qué rico coges!
¡Hasta el martes, Lulú Petite!