Doña Carmen
Se fue cuatro días después de la fiesta de la Virgen cuyo nombre llevaba
Se fue cuatro días después de la fiesta de la Virgen cuyo nombre llevaba. Rodeada de sus hijos y de sus nietos partió al cielo llena de paz y alegría. !En medio de cantos¡ Tal vez desde el mismo 16 de julio el Señor la esperó. A que estuviera lista. A que no quisiera nada más que a Él. Feliz, tranquila, resuelta. Y así lo hizo. !Qué muerte más hermosa¡ !Qué confianza más verdadera¡
Tan regalo como su muerte fue su vida. Y en la hora postrera con eso se presentó ante los ángeles: los brazos llenos, el corazón henchido, la vista más profunda que el más profundo de los lagos del sur, que le fascinaron. Y es que fue querida, inmensamente querida. Y ella quiso, quiso inmensamente también. Y con ese amor dejó este mundo, con ese amor llegó hasta el cielo. A las cinco de la tarde, como el poema de García Lorca.
No la conocí tanto, pero lo suficiente como para rendirle este homenaje. Y es que se lo merece: no todos los días mueren reinas en este mundo. Al llanto de los suyos seguirá la alegría, la gran alegría que nace del agradecimiento.
Una anécdota que la retrata de cuerpo entero: de niña tuvo problemas a la vista. Y cuando conoció la obra de Cézanne se sintió feliz, pues, decía, alguien más miraba la realidad como ella...
No todos los días mueren reinas en este mundo, no. Por eso el homenaje. Y a todas las Cármenes del país, y sobre todo y especialmente a Aquella que es la Reina de Chile y corona nuestra bandera con su estrella, la stella matutina , la stella maris .