Mal presagio para gobierno argentino
No cabe descartar un cambio de gabinete ni las derivaciones de este resultado en las complejas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Una derrota especialmente grave, según el juicio de los principales analistas, es la que sufrió en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) la alianza peronista Frente de Todos, liderada por el Presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Las primarias determinan los candidatos para la renovación de cerca de la mitad de los diputados y un tercio de los senadores nacionales argentinos.
De confirmarse los resultados el 14 de noviembre, el oficialismo perdería la mayoría en el Senado y, con menos diputados, seguiría en minoría en la Cámara. Algunos van más allá, asignando a los resultados del pasado domingo implicancias adversas para la reelección del Presidente Fernández.
Retener los nueve puntos de ventaja en la votación nacional, con la gran mayoría de las provincias a su favor, es el cometido opositor. No le será fácil, pero aún más compleja resulta para el Presidente la posibilidad de revertir en dos meses los magros resultados. Le perjudican la alta inflación, crecientes niveles de pobreza y pésima imagen en la gestión de la pandemia, con elevadas tasas de contagio y letalidad, controversias en la provisión de vacunas, agravadas por el escándalo de los llamados vacunados VIP, altos funcionarios de gobierno, incluido el entonces ministro de Salud, con vacunación preferente. Se agrega al desprestigio la imprudencia del mandatario al haber celebrado el cumpleaños de la Primera Dama sin observar límites de aforo, en medio de la pandemia y de una estricta cuarentena.
Los mercados han reaccionado favorablemente al triunfo opositor, con alzas en las bolsas de valores, valorización de los bonos argentinos en Wall Street y del peso sobre el dólar.
El Presidente no ha tenido otra opción que reconocer la derrota: "Algo habremos hecho mal, lo vamos a corregir", afirmó. Su jefe de gabinete, en tanto, restó importancia a los resultados declarando que habrá que recuperar la confianza, y que no está en juego la gobernabilidad.
Las declaraciones eluden las marcadas divisiones en el justicialismo, y pugnas de poder y por políticas públicas entre el Presidente y la vicepresidenta, aunque no se descarta un cambio de gabinete, con eventuales derivaciones en las complejas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y respecto de la abultada deuda externa.
Los opositores celebran el triunfo, especialmente por los malos resultados del gobierno en la Provincia de Buenos Aires, tradicional bastión del peronismo y domicilio de alrededor del 40% del electorado, gobernado por Axel Kicillof, prominente dirigente del justicialismo, aliado y exministro de Economía de Cristina Fernández. Elocuente es también la derrota del justicialismo en la provincia de Santa Cruz, baluarte del kirchnerismo, gobernado por la hermana del exmandatario, Alicia Kirchner.
Gran ganador en los comicios se considera Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por su liderazgo en la campaña opositora y por el triunfo de su patrocinado y segundo en su cargo, Diego Santilli, probablemente la primera mayoría nacional. Varios de los candidatos apoyados por el expresidente Mauricio Macri no tuvieron la misma suerte; su protagonismo en la campaña fue tardío y oscurecido por Rodríguez Larreta.
Aunque las relaciones bilaterales con Argentina trascienden a los gobernantes, inevitable es recordar el vínculo del ahora derrotado Fernández con el Grupo de Puebla y con políticos de nuestro país, como el candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami, reiterados críticos de la gestión de la pandemia y de políticas económicas y sociales del gobierno chileno.