Dos siglos de amores y dolores
Los lazos de Colombia y Estados Unidos se confunden con las dos historias republicanas y permanecerán vivos y dinámicos por varias generaciones: su duración y calidad dependerán esta vez del desarrollo de los acontecimientos políticos internos en EE
Los lazos de Colombia y Estados Unidos se confunden con las dos historias republicanas y permanecerán vivos y dinámicos por varias generaciones: su duración y calidad dependerán esta vez del desarrollo de los acontecimientos políticos internos en EE. UU., más que de los nuestros. Los cuarenta lustros que se celebran con el foro de AmCham están llenos de sucesos, decisiones y anécdotas que casi siempre han sido definitorias de nuestra vida como nación y poco más que recordadas en la vida de los norteamericanos. Sin embargo, está el caso del presidente William Henry Harrison, quien murió un mes después de su posesión en el frío invierno de 1841. Virginiano, fue el último mandatario en nacer con los actuales EE. UU. bajo el imperio de S. M. británica. En reciprocidad al nombramiento que hizo Bolívar de José María Salazar, autor del primer himno nacional, como Enviado Extraordinario de la Gran Colombia a Washington D. C., John Quincy Adams nombró a Mr. Harrison, en ese momento senador, como Plenipotenciario en Bogotá. Llegó la víspera de Navidad de 1828, ya elegido presidente Andrew Jackson. En carta al secretario de Estado Clay, describe la "triste situación de Colombia", sumida en el desorden y al borde la dictadura. Toma el riesgo de escribir una reclamante carta al Libertador sobre la necesidad de fortalecer la democracia y las libertades, con la famosa frase: "El más fuerte de todos los gobiernos es el que más libertades dé", con la cual provocó la también inmarcesible respuesta de Bolívar que aún resuena en América Latina: "Los EE. UU. parecen destinados por la Providencia a plagar a nuestra América con tormentos a nombre de la libertad". Harrison hizo rápida amistad con Santander, de quien reportaba bien a Washington, pero inauguró un cierto uso de intervención en la política y en la economía locales que sus sucesores han mantenido, con notables excepciones. Por eso fue pedida su destitución tres meses después de llegar. Biógrafos la atribuyen más a la soberbia que reinaba y reina en Bogotá, en contraste con la vida simple y desabrochada de Harrison. La agitada vida social santanderista le enseñó una costumbre, tan colombiana, que le costó la vida: saludar a cada uno de los asistentes ilustres por su nombre y cargo al inicio de los discursos, como lo hacía don Francisco de Paula. El 24 de marzo de 1841, el elegido presidente Harrison salió de casa sin sombrero, bufanda o abrigo, rumbo a su posesión. Con un clima helado, por el camino visitó los mercados y saludó desde su caballo a la gente en medio de una aguanieve pertinaz. Después de jurar el cargo, pronunció el más largo discurso en la historia de las inauguraciones presidenciales norteamericanas: dos horas leyendo 8.500 palabras, de las cuales casi la mitad eran los nombres y cargos de los numerosos asistentes ilustres. La neumonía que lo mató un mes después no hubiese sido fatal si hubiera empezado sus palabras con el posteriormente acuñado y manido: "Queridos compatriotas". También puede recordarse el regreso de Manuel Murillo Toro a Colombia. Había desarrollado una buena amistad con Lincoln en la posguerra civil. Aprendió con él y su gabinete sobre reconstrucción, telégrafos, cartografía, alumbrado público de gas y ferrocarriles. Presenció la abolición de la esclavitud, de la pena de muerte y la primera ley antimonopolios. Todas esas enseñanzas las aplicó como Presidente de Colombia dos veces, una de las etapas más progresistas de nuestra historia. Don Manuel llegó a Cartagena, elegido jefe del Estado, en el buque insignia del presidente de EE. UU., prestado por Lincoln a su amigo y ahora colega. Historias iluminantes, como se decía en este diario. Las relaciones futuras deben superar el pasado de Panamá y el presente de la droga. Cada vez seremos más importantes para EE. UU. y ellos seguirán siendo socios claves para nuestro desarrollo. El reto compartido es fortalecer la democracia en un mundo autoritario.
EE. UU. y Colombia
Luis Carlos Villegas