Domingo, 27 de Abril de 2025

¿Qué es ser "de izquierda"?

UruguayEl País, Uruguay 18 de enero de 2024

Detrás de esta definición ideológica tan común, es difícil encontrar un vector práctico que permita asociarla a políticas que no hayan sido ensayadas con niveles de fracaso y dolor alarmantes.

El Frente Amplio tiene muy pocos seguidores. Eso, desde ya, no quiere decir que tenga pocos votos. Pero cuando uno consulta a la gente que se termina inclinando por esa opción electoral, en su mayoría suelen decir que "son de izquierda". Esto es particularmente habitual en comunicadores, artistas, periodistas, que buscan mostrarse por encima de definiciones partidistas, casi con el mismo fervor (e hipocresía) con que muchos periodistas deportivos dicen ser hinchas de Sudamérica, o Racing.



Pero esto genera una pregunta clave para entender el panorama político: ¿qué quiere decir el hecho de definirse como "de izquierda" en el año 2024? ¿Significa algo? ¿Qué nos aporta sobre los valores y principios de la persona que así se define?



Para empezar, una aclaración. Hay gente que se siente "de izquierda", y no vota al Frente Amplio. Por un lado, hay un nicho menor, ruidoso, y algo extravagante, que vota a lo que se ha llamado Unidad Popular, que obtuvo casi 20 mil votos en la última elección, reivindicando el marxismo-leninismo integral de antes de la caída del Muro de Berlín. Por otro, dentro de la Coalición Republicana está el Partido Independiente, que se define como socialdemócrata o de centro izquierda.



Pero, por magnitud y peso electoral, parece claro que la opción preferida por quienes se definen como "de izquierda" es el Frente Amplio.



Para retomar el análisis de la definición, hay que ir a su nacimiento. Y es bien sabido que el concepto izquierda-derecha nace en la Revolución francesa, y dividía a la gente en función de su afinidad al "antiguo régimen", o sea, la monarquía, el peso de la Iglesia en el Estado, y la conservación de las viejas instituciones, en contraposición a quienes querían cambiar todo, y tenían cierta predilección por el acto de decapitar gente en la plaza pública.



Claramente, esto nada tiene que ver con Uruguay, donde nunca hubo monarquía ni nobleza, donde la Iglesia nunca tuvo mayor influencia y la secularización fue llevada adelante por los partidos que hoy la mayoría de los votantes del FA denominan como "la derecha", el Partido Nacional, y luego, el Partido Colorado.



Tal vez lo único que queda de eso sea el gusto por la decapitación que, gracias a los avances civilizatorios, hoy no se da con una guillotina en la plaza pública, sino en cancelaciones y "ejecuciones" virtuales en redes.



Avanzados los siglos, la "izquierda" se asoció al marxismo, en el entendido de que, en busca de una mayor "justicia social", había que reformar la sociedad, eliminar los privilegios de clase, y eso nos iba a llevar al edén en la tierra. Los cientos de ejemplos de gobiernos que ensayaron ese modelo terminaron en la ruina, la dictadura, y masivos derramamientos de sangre.



Salvo por los muchachos de UP, nadie reivindica esos experimentos trágicos hoy en Uruguay, aunque hay gente en el FA que los mira con nostalgia mal disimulada.



A partir de allí, todo se complica, en la medida que pasamos por una fase "reformista", por el "socialismo democrático", y ahora la onda parece ser un regreso a ciertas bases del marxismo más duro, edulcorado con referencias ambientales, feministas, y la opresión de las minorías. El viejo mantra de la explotación del hombre por el hombre sigue siendo el nexo, que busca disimular el transformismo extremo de ideas que hoy defienden los mismos que, hace una décadas nomás, eran perseguidos y ridiculizados por esa "izquierda".



En América Latina todo es todavía más raro. Al punto que solo existen dos experimentos que se han autopercibido "de izquierda" que podríamos calificar de relativamente exitosos: la concertación chilena, sobre todo, bajo el gobierno de Ricardo Lagos. Y, con enormes diferencias en cuanto a su capacidad de transformación y sostenibilidad, el Frente Amplio uruguayo. Sin embargo, el proyecto chileno fue literalmente prendido fuego en las calles por la propia izquierda chilena. Y en Uruguay, el FA que busca volver al poder, lo hace en ancas de los dos sectores más retrógrados y que más aborrecen las políticas que justamente permitieron ese relativo éxito a sus gestiones previas, en especial, el primer gobierno de Vázquez.



¿Qué significa, entonces, definirse como "de izquierda" en Uruguay en 2024? Una pregunta que no parece tener una respuesta racional, más allá de símbolos, eslóganes, y un sentimentalismo exacerbado de nostalgia por épocas y éxitos que nunca existieron. Adobado con dosis crecientes de resentimiento, tal vez la pulsión más efectiva con la que ha contado esta visión ideológica, para subsistir tras su interminable rosario de fracasos.
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