Uruguay no es libre
Gonzalo Downey | Montevideo
@|Hace exactamente 204 años, el 20 de agosto de 1820, el Libertador de Chile Bernardo O'Higgins despedía en el puerto de Valparaíso a la Escuadra Libertadora del Perú, organizada y financiada por su Gobierno, liderada por el brillante General argentino José de San Martín en lo militar, el marino chileno-británico Lord Thomas Cochrane en lo naval y cuya acción fue definitiva para la obtención de la independencia peruana
Gonzalo Downey | Montevideo
@|Hace exactamente 204 años, el 20 de agosto de 1820, el Libertador de Chile Bernardo O'Higgins despedía en el puerto de Valparaíso a la Escuadra Libertadora del Perú, organizada y financiada por su Gobierno, liderada por el brillante General argentino José de San Martín en lo militar, el marino chileno-británico Lord Thomas Cochrane en lo naval y cuya acción fue definitiva para la obtención de la independencia peruana.
Al ver las naves alejarse en el horizonte, O'Higgins exclamó: "De esas cuatro tablas penden los destinos de América" porque, aunque encontró profunda resistencia interna al proyecto de dicha Escuadra, sabía perfectamente que mientras todos los territorios americanos no fueran efectivamente libres, la independencia de ninguno de nuestros países estaría realmente asegurada. Con críticas o sin ellas, sabía que conseguirlo era una responsabilidad compartida y así mismo lo entendieron Miranda, Bolívar, San Martín o, en el pasado reciente, experiencias como el Grupo de Contadora para la Paz en Centroamérica (integrado en el grupo de apoyo por Uruguay).
Y es que desde los albores mismos del pensamiento panamericano que nos legaron nuestros Padres Fundadores se nos inculcó aquella premisa que nos hace únicos como comunidad de naciones: Ninguno de nosotros será verdaderamente libre hasta que no gocemos todos de esa misma Libertad.
Doscientos años después y sin perjuicio de la sólida democracia que algunas Repúblicas exhiben, las patrias latinoamericanas no somos libres: ninguno de nuestros países es realmente libre mientras alguno de ellos viva bajo dictaduras que no solo subyugan a sus propios habitantes sino que amenazan constantemente la democracia de nuestros países, con una intervención abierta y descarada en la política e instituciones internas, respaldada por la generosidad de recursos de los que, no obstante, carecen para alimentar a su propio pueblo.
En sentido opuesto a lo que la izquierda local nos pretende convencer, por su particular conveniencia y pese a que no tuvo obstáculos en marchar por Montevideo cuando Zelaya, Lugo o Rousseff, la libertad de Cuba, Venezuela o Nicaragua no ha sido, es ni será un "asunto interno de otros países" sino una causa propia; tanto porque la libertad e independencia de las naciones latinoamericanas es una responsabilidad compartida que heredamos desde el nacimiento mismo de nuestras Repúblicas como porque dichas dictaduras constituyen una amenaza real, seria y directa sobre nuestros regímenes democráticos.
La jurásica y sanguinaria dictadura cubana ha intervenido directamente, ora con tropas ora con recursos y/o entrenamientos, en todos y cada uno de los países de América Latina, sin excepción y la narcodictadura chavista ha inundado con gigantescos recursos monetarios provenientes del petróleo y de las medicinas que le faltan a los venezolanos los movimientos, partidos, campañas políticas y hasta insurrecciones sociales de izquierda en absolutamente todos los países de Latinoamérica, también sin excepción. Dinero que hoy compra el silencio de esa izquierda que hasta hace poco hacía de los Derechos Humanos una bandera, pero que también amenaza nuestra propia Libertad.
Liberar a Venezuela de la horrorosa dictadura que la subyuga, a los nicaragüenses del patético matrimonio que juega a la satrapía y a Cuba, la matriz del problema, es una responsabilidad de todos, directa, ineludible y de cuya acción "penden los destinos de América". Mientras no lo hagamos, Uruguay ni ninguno de nuestros países será realmente libre.