Turbulencias geopolíticas
Los chinos no son santos, pero es difícil imaginar una estrategia más inepta que la de estar enemistado con China y Rusia al mismo tiempo, provocando que los dos se unan.
Decir que el mundo está en una etapa turbulenta, incierta, peligrosa, es un lugar común. Pero por eso mismo, es apropiado que haya cada vez más interés en estudiar riesgos geopolíticos de parte de gobiernos, centros de estudios y empresas. Claro que estudiar no es evitar, pero sí ayuda a atenuar impactos negativos y a forjar resiliencias.
Son riesgos que afectan a distintos sectores de distintas maneras. Ni hablemos de una guerra nuclear, que amenaza al planeta entero. Hay muchos, menos dramáticos, que amenazan nuestras formas de vida; y casi todos afectan a las empresas. Por eso en el Chile Day de Londres, que terminó ayer, se incluyó por primera vez un panel sobre riesgo geopolítico, con expertos de centros de estudios británicos especializados y Pedro Mario Burelli, un eximio consultor venezolano que, desde el exilio, lucha por la recuperación de su país.
Algunos de los riesgos son obvios. Que escalen las guerras en Ucrania y Gaza, con todo lo que significa en vidas y, para las empresas, en cadenas de suministros y precio de insumos. Por cierto, hay una guerra civil en el Sudán en la que pocos se fijan, si bien ya han muerto 150.000 personas y amenaza la navegación por el canal de Suez, ya en peligro por los ataques de los hutíes de Yemen. Enseguida están las ganas que le tiene China a Taiwán, y la situación cada vez más opaca de China en general. ¿Cuán incómodos deberíamos estar por saber tan poco de lo que pasa en un país del que dependemos tanto?
Otro frente: las elecciones en Estados Unidos. En Chile tememos sus efectos en la ya alicaída globalización, de la que tanto dependemos, teniendo una economía chica y abierta. Pero no es lo único que nos preocupa. Es el orden internacional o por lo menos el occidental: Estados Unidos era su gran bastión. Ya lo es cada vez menos, por dos grandes razones. Primero, porque su poder relativo ha disminuido: sus ofensivas armadas han fracasado una y otra vez, sea en Vietnam, Afganistán o Irak. Segundo, porque Trump en su primera presidencia -y pronto puede venir una segunda- dejó en claro que no hay orden que respete. No respeta los tratados sobre cambio climático. No respeta a la OMC. No respeta a la OTAN. Poco o nada respeta a la ONU. Y fue el gran impulsor del hábito que se instaló en Washington de provocar a China a cada rato, no solo con medidas económicas, sino también con insultos. Los chinos no son santos, pero es difícil imaginar una estrategia más inepta que la de estar enemistado con China y Rusia al mismo tiempo, provocando que los dos se unan, habiéndose querido tan poco a través de los siglos.
Muchas guerras fueron ocasionadas porque a los imperios les cuesta aceptar una pérdida de poder relativo. Así fue con el imperio austrohúngaro en 1914. Me preocupa Estados Unidos en ese aspecto: es demasiado notoria su ávida resistencia al surgimiento de China. No menor es el riesgo que representan las nostalgias imperiales de Rusia y las ambiciones de futuro de China, también alimentadas por nostalgias de grandeza pasada.
En todo caso, donde hay tres imperios -Estados Unidos, Rusia y China- con enormes arsenales nucleares, parece razonable ese concepto de un "mundo multipolar" que albergan los rusos y los chinos, si bien para ellos tiene un corolario inaceptable: que puedan hacer lo que quieran en sus "áreas de influencia". Un mundo multipolar es deseable, pero solo si los imperios quedan también sometidos a reglas aplicables a todo país.
Claro que hay muchos otros riesgos geopolíticos. El afán de países autoritarios, como Rusia, Irán, Venezuela o Cuba, de desestabilizar las democracias para generarles disrupción y malestar, cuando no estallidos. La polarización y las ideas peligrosas que genera. Las migraciones masivas. El crimen organizado transnacional, para qué hablar si se apodera de un Estado entero como el de Venezuela, que además fomenta su exportación a todo nuestro continente.