Sábado, 07 de Junio de 2025

La fábrica de 1880 que impregnaba Barracas de aroma a chocolate y fue símbolo de prosperidad industrial

ArgentinaLa Nación, Argentina 4 de octubre de 2024

Fachada de lo que fuera la antigua fábrica Águila Quienes la vieron en su plenitud no olvidan aquellos años felices

Fachada de lo que fuera la antigua fábrica Águila



Quienes la vieron en su plenitud no olvidan aquellos años felices. "El recuerdo de la fábrica me trae unas sensaciones maravillosas de mi infancia", dice Marisol Arcari, de 51 años, nacida y criada en Barracas . Su padre vivió en el barrio durante 85 años y su abuela, hija de inmigrantes italianos, se estableció allí a principios del siglo XX.

"En la década del 80 iba a la primaria a la escuela Normal Superior Nro. 5, un colegio centenario que quedaba a pocas cuadras de la fábrica de chocolates . Mi familia vivía muy cerca de allí y recuerdo cuando me llevaba mi mamá a la escuela, o cuando era más grande e iba con mis hermanas, que el recorrido era hermoso. El olor a chocolate era un aroma muy presente en las mañanas y me acompañaba cada día, además de la vista de las madreselvas que crecían al lado del terraplén", señala.

Por su parte, Marcela, también tiene gratas memorias de la mejor época de la fábrica. "La recuerdo cuando estaba en plena actividad y yo llegaba a Constitución en el tren para ir a lo de mis papás y ya se sentía ese aroma que te hacía soñar, lo llevo en mi memoria", cuenta.

Águila Saint fue fundada en 1880 por Abel Saint , emprendedor de origen francés que, en un principio, se dedicó al tostado y torrado del café. Fue tiempo después, cuando expandió su actividad a la fabricación de chocolates que impulsó el gran crecimiento de su empresa. La famosa barra de chocolate es el emblema de la ahora denominada Águila, un producto que disfrutaron y disfrutan generaciones enteras. Foto histórica de la ex fábrica Águila

Abel François Charles Saint había nacido el 13 junio de 1845 en Francia y era hijo de Charles Armand Saint que trabajaba como contador y de Marie Marguerite Hermance Laporte, su esposa. Abel Saint emigraría a la Argentina en su juventud y su espíritu inquieto lo llevaría a crear una de las marcas más antiguas del país. En los comienzos estableció un negocio de torrado de café en la calle Artes 515, actualmente Carlos Pellegrini; hay que tener en cuenta que, en ese momento, el café se tostaba puro lo que resaltaba la acidez del grano muchos tostadores le agregaban achicoria para atenuarla. Pero Saint tuvo la idea de ponerle azúcar lo que destacaba el sabor y resultó un éxito. Tal fue así que se lo considera un pionero en la elaboración del café torrado cuyo consumo está tan difundido en el país.

Debido al crecimiento que esto representó para su negocio decidió mudarse a un local en Santiago del Estero 1790, cerca de Plaza Constitución. Para esa etapa ya había introducido la fabricación de chocolates y su empresa crecía a un ritmo acelerado. Sin embargo, Saint falleció en 1892 y no fue testigo de la expansión que tendría su emprendimiento. La empresa quedó en manos de su esposa Desiderata Petiers y de sus hijos, que no solo continuaron la obra de su padre, sino que a través de los años le dieron una impronta acorde a los nuevos tiempos y crearon una marca cercana a la gente. Otra de las fachadas de la ex fábrica

"El respaldo de sus clientes llevó a la empresa a un crecimiento tan notable que los herederos decidieron trasladar la fábrica a un lugar más adecuado. En 1894 compraron un terreno de 4.000 metros cuadrados en la calle Herrera, entre Brandsen y Suárez, en el barrio de Barracas", explica Aquiles Quesada, gerente de marketing del Negocio de chocolates de Arcor, empresa que compró la marca en 1993 .

La fábrica albergaba los talleres de chocolatería, tostado de café, embalaje y distribución de los productos. Detalla, además, que la empresa llegó a contar con sucursales en todo el país y en 1905 inauguró una planta de producción en Uruguay a la vez que amplió su presencia comercial en Paraguay. Dieciocho años más tarde, la Sociedad Colectiva Saint Hnos. se convirtió en Sociedad Anónima, bajo el nombre de Cafés, Chocolates Águila y Productos Saint Hnos. S.A.

Para el tiempo en que se estableció la planta, hacia fines del siglo XIX, Barracas era una zona de depósito donde se habían instalado galpones que almacenaban los productos destinados a la exportación. En ese entonces, la orilla del Riachuelo era el puerto natural de Buenos Aires. "En esos depósitos se guardaban los productos importados, las manufacturas", detalla Lucas Yáñez, profesor de historia y miembro de la Junta de Estudios Históricos de Barracas.

Cuando se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial , en 1914, el modelo económico agroexportador de la Argentina entró en crisis porque el país exportaba materias primas que a causa de la guerra las fábricas en Europa no podían consumir. "Entonces comenzó lo que se conoce como el proceso de industrialización por sustitución de importación. Es decir, se buscó reemplazar aquello que ya no venía desde Europa", describe el profesor.

En los galpones que antes almacenaban las materias primas para exportar o las manufacturas importadas se empezaron a instalar las primeras fábricas o los primeros talleres que impulsaron a la industria local. Particularmente en Barracas comenzaron a instalarse muchas fábricas relacionadas con lo alimenticio. Fachada de lo que fuera la antigua fábrica Aguila que se instaló en Herrera y Brandsen, Barracas, en 1894.

Según explica Juan Antonio Lázara, doctor en Artes y director del Fondo Nacional de las Artes (Letras, Patrimonio y Medios), la fábrica de chocolates fue construida por el arquitecto Gastón Mallet , también de origen francés, en 1912, el mismo año que proyectó el Centro Naval de Buenos Aires (situado en la esquina de la avenida Córdoba y Florida, en el barrio porteño de Retiro), de recargado academicismo, junto a Jacques Dunant. "Mallet realizó el cuerpo principal para la ampliación de la fábrica de productos alimenticios de Saint Hermanos fundada por Abel Saint", señala.

Y aclara que éste perteneció a la generación de arquitectos europeos nacidos en la segunda mitad del siglo XIX que operaron en la Argentina a inicios de siglo XX, período de mayor esplendor del eclecticismo. "Como los colegas de su generación experimentó un repertorio muy variado para residencias y edificios de renta horizontal. Cuando le tocó realizar obras industriales se inclinó por un envolvente estilo Luis XIII, muy adecuado para el clasicismo despojado que se comenzaba a preferir en fábricas y depósitos y que luego se difundiría también en residencias y casas de departamento", añade.

Lázara sostiene que, frecuentemente, se asocia la chocolatería Águila al cuerpo del edificio que sobrevive en Herrera y Brandsen en el que se puede apreciar el ladrillo visto propio del estilo Luis XIII. "Se hace necesario aclarar que, a medida que avanzó el siglo XX, el envolvente del edificio fue ‘planchado’, reduciéndose la ornamentación a una geometrización más práctica y económica para su mantenimiento", cuenta.

Un boom helado

Destaca Quesada que otra de las iniciativas más exitosas de los hermanos Saint fue la fabricación industrial de helados que encararon en la década de 1920 cuando lanzaron la marca Laponia. Estos helados se transformaron en un hito comercial que los hizo pioneros en el sector y son recordados por varias generaciones de argentinos. El nombre se inspiraba en un centro de esquí en Findandia y el paisaje blanco de aquellas tierras se asemejaba a los uniformes impecables de los heladeros que recorrían las calles con sus carros con el logo de Laponia. La marca se mantuvo durante varias décadas y tuvo su pico de popularidad con varios helados como Patalín, Frutidedo, Popsy y Topo Gigio; en los ochenta fue adquirida por una empresa multinacional. Los hermanos Saint crearon la marca de helados Laponia

"Los helados Laponia eran muy populares y sus heladeros eran unos personajes vestidos de blanco perfecto con una especie de birrete. El helado que más me gustaba era uno que parecía una montaña con un triangulito de chocolate en la punta. Otro que siempre pedía era el Patalín, que tenía forma de piecito", recuerda Marisol. Y aclara que era común ver a estos heladeros en todas las plazas que circulaban en su carrito al grito de: "La-la-la Laponia".

"El éxito de sus líneas de cafés, chocolates y helados transformó a Águila en la segunda mitad del siglo XX en una importante fuerza de ventas y distribución, con un complejo industrial de gran capacidad productiva y tecnología avanzada para la época", dice el referente del sector chocolates de Arcor. Tal es así que, durante el período abarcado entre 1930 y 1970, logró producir y comercializar cerca de cien productos distintos. "Contaba con una infraestructura propia que le permitía autoabastecerse de material para los envases y además poseía una imprenta que los producía. Hasta tenía una sastrería que confeccionaba los uniformes de sus empleados, con una plantilla fija de 1.800 trabajadores", añade.

Símbolo de felicidad

El clásico submarino que se sirve en los cafés y bares a lo largo y ancho del país tiene como ingrediente principal la clásica barra que Águila hizo famosa. Durante el siglo XX, la marca tuvo una fuerte presencia en el mercado de chocolates para taza, una delicia que se disfrutaba en cualquier momento del día, especialmente en celebraciones como cumpleaños, comuniones y las festividades patrias. "Águila siempre estuvo junto a las familias en la repostería, que es una forma de demostrar amor por el prójimo. La barra de chocolate fue el símbolo de la marca, ese ingrediente con el que nuestras abuelas nos preparaban el submarino al agregar una barrita en una taza de leche caliente. Aún habiendo desarrollado nuevos chocolates con diferentes moldes, el formato de barrita se mantiene después de 145 años", explica Quesada.



Cuenta que, además de la icónica barra, el chocolate contaba con distintas presentaciones que se diferenciaban por la capacidad de disolución y rendimiento. "Por ejemplo, el Águila Express, que venía en láminas y escamas y el famoso Comprimido Águila, que con el tiempo se convirtió en una golosina. Se sumaban las populares cajas de bombones Nec Plus Ultra, las pastillas de chocolate, los chocolatines, los nougatines, los cigarritos de chocolate y el bombón Colibrí de sabores frutales, entre tantos otros", señala.

Ya en la década de los ochenta, la marca se revitalizó con una estrategia que la convirtió líder en repostería. Explica Quesada que, debido a un cambio en los hábitos de consumo y la aparición de productos sustitutos más económicos, a base de azúcar y cacao en polvo, el mercado en el que Águila se destacaba comenzó a verse amenazado. "Sin embargo, la empresa supo convertir esta amenaza en una oportunidad. A partir de una investigación de mercado adaptó su oferta para ingresar en los hogares como un ingrediente clave para la preparación de tortas y postres", dice. Ex fábrica Águila

En 1982 rediseñó su logo y etiquetas y estableció el color rosa como su sello distintivo y se consolidó como especialista en su categoría. En 1993 Águila fue adquirida por Arcor y se mantuvo como referente de la repostería hogareña y también industrial. En los últimos años incursionó en el segmento de chocolates premium que destaca origen de los ingredientes y, además, participa en el mercado de bombones, alfajores y helados.

La fábrica de Herrera y Brandsen dejó de funcionar a mediados de los 90 y, aunque se mantiene la fachada, la edificación original pasó por varias modificaciones. "Cuando a fines de siglo XX, el terreno lo adquirió la empresa chilena del grupo Cencosud, se instaló allí el supermercado de materiales Easy y se demolieron la mayoría de los espacios internos y la decoración compleja del exterior. Del rico decorado del acceso principal, a mitad de cuadra, solo se dejó un arco que es el que da paso al sector del estacionamiento. Como un gesto típico de la posmodernidad historicista, se conservaron, a manera escenográfica, algunos elementos emblemáticos que recuerdan el pasado idílico de la chocolatería tal como la ochava con el águila", concluye el doctor en Artes.

Hoy el edificio alberga a una cadena de supermercados y una tienda de materiales y productos para el hogar . En tanto que los productos Águila se elaboran en las plantas de Arcor ubicadas en la provincia de San Luis y en Colonia Caroya, Córdoba.

"Volví a pasar por la ex fábrica y, de hecho, fui varias veces al supermercado que está ahora. La recuerdo con cariño porque era una construcción imponente y un emblema del barrio. Aunque ya no esté allí y haya cambiado de dueños, aún soy fan de la marca,", concluye Marisol con algo de nostalgia.
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