Modernización del Fonasa
Va quedando en evidencia un interés por el subsistema que atiende a los sectores más poderosos, dejando postergado al sistema público.
Junto con la aprobación de la llamada ley corta de Isapres, el Gobierno aseguró que enviaría dos proyectos de ley destinados a modernizar el sistema nacional de salud. Uno se referiría a las isapres, que interesan a una proporción menor de chilenos, aunque en ese sector pueden anotarse una mayoría de los dirigentes políticos y otros grupos destacados. El segundo se destinaría a una modernización del Fonasa, lo que impactaría a cerca del 80 por ciento de la población. La primera propuesta fue comprometida para octubre y a principios de ese mes llegó puntualmente al Congreso con la idea de suprimir las preexistencias. Pero de la segunda aún no se tienen noticias, pese a que ya está a punto de terminar el período ordinario de sesiones del Congreso Nacional.
Para muchos, cabe la sospecha de que esas ofertas del Gobierno buscaban solo mantener la lealtad de sus diputados más díscolos, que estaban por rechazar la ley corta, pero no se midieron las complicaciones que suponía comprometerse a una modernización de todo el sistema. Como es evidente, el sistema de atención de salud atraviesa por un período muy desafiante, con millones de personas en listas de espera que aún no se pueden resolver. Un gobierno que ha tenido grandes dificultades para superar esta clase de problemas, que obligan a una gestión muy diligente que pone a prueba las capacidades del ministerio y del Fonasa, difícilmente podría diseñar un sistema nuevo, que mejore significativamente la atención y que, además, debe alcanzar un acuerdo político en el Congreso.
Se pensaba que la modernización del Fonasa supondría un fortalecimiento de la atención en el sector público, pero conseguir ese cambio no es tan simple. Entre las nuevas normas que se anunciaron entonces estaba la creación de una nueva modalidad de atención del Fonasa, que comenzaría a actuar como asegurador, pero, a la vez, manteniendo su función de financiar a los grandes hospitales de todo el país. Esta última tarea es de tal envergadura que no le permite perfilarse como un asegurador confiable, desarrollando un perfil que resulte interesante para el público. Para ello debe darle credibilidad a la idea de que está preocupado fundamentalmente de sus asegurados y que recibirán atención oportuna, sin esperas.
El seguro complementario del Fonasa tendría que competir con los otros que ya existen en el mercado. Se pensó que se podría cobrar una prima extra, adicional al siete por ciento, y con ello financiar la cobertura complementaria. Pero es difícil que se imponga esta nueva imagen del Fonasa con millones de personas esperando atención en el sector público. Por otra parte, el hecho de que tenga que recurrir a cobros adicionales le resta el sentido igualitario que se le ha querido dar a la atención en el sistema público y más difícil será aceptar que no tendrán que esperar quienes tengan dinero para comprar el seguro complementario del mismo organismo que mantiene al grueso de sus pacientes en largas listas de espera.
La actuación del Gobierno en salud ha estado marcada por el controvertido fallo de la Corte Suprema que obligó a buscar una fórmula para dar continuidad a las isapres. Criticada la solución por sus partidarios como un salvataje de esas instituciones, ha seguido con el envío del proyecto que busca perfeccionar su atención. Con eso va quedando en evidencia un claro interés por el subsistema que atiende a los sectores más poderosos del país, pero dejando postergado al sistema público, que no solo es el mayor, sino el que está aquejado de los más serios problemas. Por cierto, es mucho más difícil arreglar los grandes servicios públicos, que han demostrado prácticas reñidas con normas elementales, como el respeto por el orden de la fila, adelantando a parientes y amigos de los funcionarios. En medio de millones de pacientes es fácil que se produzcan desórdenes difíciles de controlar. Agregar tareas a esa entidad no será fácil y lograr aprobarlas en el Congreso, más difícil aún.