Impase
El domingo pasado quedó ratificado lo que he sostenido desde hace un buen tiempo: en Colombia hay más país que gobierno
El domingo pasado quedó ratificado lo que he sostenido desde hace un buen tiempo: en Colombia hay más país que gobierno. Sin distinción ideológica, incluyendo a sus propias filas, el país le reclamó a Gustavo Petro por su falta de criterio y la irresponsabilidad con la que expuso al país a unas sanciones económicas que habrían podido ser devastadoras. Hablar de imprudencia se queda corto, sobró vanidad y faltó pensar en las predecibles consecuencias de sus actos. De paso, quedó en evidencia que no tiene el respaldo del país. Con una alta dosis de arrogancia y victimización, dejó la imagen de un presidente ensimismado y nada preocupado por resolver el problema que había creado. En contraste, su equipo -sin duda preocupado por lo que todo esto significaba para ellos- actuó con rapidez y apagó el incendio. La Casa Blanca produjo unilateralmente el comunicado con el que Trump hábilmente capitalizó el momento y envió un mensaje con resonancia global: el mundo tendrá que aceptar sus condiciones. Lo cierto es que Colombia tenía todas las de perder. Por un lado, las condiciones de repatriación de deportados -criticables, eso sí- habían sido acordadas. Además, hay que tener en cuenta que desde que se inició el gobierno Petro ha habido meses en los que más de 15.000 colombianos han sido detenidos tratando de entrar ilegalmente a EE. UU. por la frontera sur, cuando antes eran unos pocos cientos. 190.000 colombianos pidieron asilo en 2023, más que en los diez años anteriores sumados. Pero este episodio, lejos de llevar al Presidente a la moderación y la reflexión, lo hará más volátil e impredecible. La razón es simple: los problemas en Colombia aumentan y las cortinas de humo serán cada vez frecuentes. La situación del Catatumbo está agudizándose al punto de que ya varios observadores consideran que constituye el peor episodio de desplazamiento forzoso que ha vivido el país. Tuve lo oportunidad de visitar Quibdó hace pocos días. El Chocó está ad portas de un nuevo paro armado, con el agravante de que la disputa por el control del territorio en ese caso incluye no solo al Eln y las disidencias de las Farc, sino también de manera muy amenazante al ‘clan del Golfo’, que ahora disputa la zona del Baudó y el río San Juan. En el frente económico las cosas no pintan nada bien. El Comité que monitorea la situación fiscal del país informó esta semana que el año pasado el gasto público excedió en 21 billones de pesos lo permitido por la ley. Peor aún, advirtió que este año el gasto se deberá recortar en 40 billones de pesos si se quiere cumplir la regla fiscal. Reducir el gasto, en un gobierno con muy poco capital político y grandes ambiciones electorales, no va a ocurrir. El deterioro de la situación fiscal nos pasará una cuenta de cobro más temprano que tarde, así que la recta de final de este gobierno puede estar llena de sobresaltos económicos que impedirán una reactivación. Para empezar, el Banco de la República se abstuvo ayer de bajar la tasa de interés, lo cual es muy diciente. Sin seguridad y sin economía, a Petro le queda el ataque como herramienta. Notificado de que Trump va en serio, ha optado por la retórica y las indirectas cuidándose de no cruzar el umbral de la provocación. Eso lo entendieron bien los demás gobiernos de la región al no aceptar su convocatoria a una reunión de emergencia, con lo cual su pretendido liderazgo recibió otro golpe. Encerrado en quién sabe dónde y con la cabeza metida en las redes sociales, la decisión de Petro parece ser la de permitir que las cosas se agraven más para vender fórmulas mágicas de solución en las elecciones de 2026, revestidas de mentiras, agravios y rabia. Sin embargo, el país ya entendió sus tácticas y crece la convicción ciudadana de que el cambio que necesitaba Colombia no llegó por cuenta del populismo y la improvisación. La tarea pendiente es recuperar la seguridad, la economía y la tranquilidad de la gente. @MauricioCard
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Mauricio Cárdenas