La nueva Cisplatina
La reciente reunión de la Celac en Honduras en la que se les pasó por arriba a Paraguay y Argentina, con el increíble visto bueno de Uruguay, constituyó una actitud indigna de nuestra tradición.
Hubo tiempos en que el destino de nuestro país estuvo indisolublemente ligado al del Brasil, esencialmente porque no podíamos escapar a su abrazo de oso. En tiempos de la Cisplatina directamente fuimos parte, a la fuerza, del Imperio del Brasil, luego de la Convención Preliminar de Paz por muchas décadas sufrimos sus intervenciones, la pérdida de territorio y un sometimiento que cuando fue necesario fue a sangre y fuego.
Don Bernardo Berro -un gobernante ejemplar injustamente olvidado a la sombra de otros mucho más mediocres que se sucedieron- intentó "nacionalizar nuestros destinos" y, como sabemos fracasó brutalmente cuando sufrimos la salvaje invasión de Venancio Flores, amanuense de los intereses del Brasil y de la Argentina de Mitre. En las décadas siguientes el contexto internacional y el predominio de gobierno sumisos hicieron innecesarias nuevas intervenciones hasta que finalmente la nacionalidad oriental se fue asentando, aunque la mirada imperial siempre siguió vigilante.
¿A cuento de qué viene este introito histórico?, se preguntará el paciente lector. A las circunstancias que estamos viviendo hoy, en que el nuevo gobierno de la República insólitamente comete un error inadmisible en materia de relaciones internacionales que es someterse, voluntariamente, a los dictados de la política exterior de Brasil. Los intereses de nuestros vecinos del norte son diametralmente diferentes a los nuestros, por lo que es evidente que este alineamiento es contrario a lo que le conviene al Uruguay.
Veamos algunos ejemplos que rompen los ojos. Brasil es un país de dimensiones continentales, con una fuerte industria local, impronta proteccionista y veleidades de potencia mundial nunca alcanzadas, aunque quiere jugar en ese escenario internacional codeándose con los principales países del orbe. Nosotros somos un país de escasa población, con una industria pequeña protegida y otra competitiva a nivel internacional, respetuoso del derecho de gentes y siempre activo en todos los foros internacionales buscando oportunidades. Brasil puede intentar ser proteccionista, nosotros necesitamos la apertura como el agua.
Para Brasil el Mercosur es un proyecto político para su proyección internacional, para nosotros un acuerdo comercial fallido. Brasil quiere que apoyemos sus pretensiones internacionales en todos los terrenos como hacen los paraguayos, que tienen otra historia y otros intereses; para nosotros esa agenda es entre negativa e irrelevante.
El esfuerzo de inserción internacional de nuestro país debe estar centrado en la defensa de las causas de la democracia y los estados de derecho en el mundo, de las soberanías nacionales y de los valores occidentales en el terreno político. Por eso siempre hemos defendido la causa del Estado de Israel, a simple modo de ejemplo. En materia económica nuestro interés es abrirnos al mundo, reducir aranceles, generar acuerdos puntuales o amplios de forma bilateral, adherirnos a acuerdos multilaterales en marcha o los nuevos que se generen y defender el funcionamiento de organismos como la Organización Mundial de Comercio, aún en horas aciagas.
¿Qué tiene para ganar Uruguay humillándose frente a Brasil? Dejando de lado que es una política cipaya y entreguista que parece no ser un tema relevante para el actual gobierno, ¿qué perseguimos siendo los más alcahuetes de los brasileros?
Al momento, no parece haber nada más allá de los delirios ideológicos de algún asesor presidencial, la inocencia de un canciller que no da pie en bola y la falta de visión general de las principales cabezas de la nueva administración.
La reciente reunión de la Celac en Honduras en que la presidenta de ese país Xiomara Castro le pasó por arriba a las delegaciones de Paraguay y Argentina para aprobar una declaración que requería consenso, con el increíble visto bueno de Uruguay, constituyó no solo un bochorno sino una actitud indigna de nuestra tradición institucional y democrática. El haber esperado al visto bueno de Brasil para reconocer el triunfo de Daniel Noboa por más de 10 puntos de diferencia, en las recientes elecciones de Ecuador también demuestra la lamentable situación en que se ha metido el Uruguay.
Es mucho en muy poco tiempo para no estar alarmados. Entre la improvisación y la mala estrategia un país como el nuestro no puede someterse a una estrategia internacional chambona. El costo de esto va a ser altísimo para los uruguayos que no nos merecemos que nos representen quienes no defienden nuestros intereses.