El joven siente "algo pasional por los eventos meteorológicos" y ha sufrido las consecuencias: su camioneta se rompió semanas atrás en medio de una "supercelda".
Matías Mederos es un joven que estudia para ser meteorólogo pero no parece dispuesto a observar fenómenos desde una computadora: en los últimos años intensificó su labor como cazador de tormentas, o cazatormentas, como se les denomina a estos aficionados a los fenómenos peligrosos y que están dispuestos a todo con tal de capturarlos en imágenes.
Sufrió en carne propia el elevado costo de acercarse a las tormentas cuando en febrero se metió tan adentro de una que le destrozó la camioneta en la que se movía.
Ocurrió el 14 de febrero de este año, cuando "hubo una tormenta muy violenta sobre el Río Negro, llamada supercelda", que "dejó granizos de 6 a 8 centímetros y ráfagas de hasta 140 km", cuenta Matías a El País.
"La tormenta nos encerró y no teníamos salida", señala y agrega que, producto de la granizada, el vehículo se rompió. "El costo es muy elevado, obviamente el seguro no lo cubre, pero son gajes del oficio. Un futbolista juega a la pelota y tiene riesgo de quebrarse", compara.
Su oficio es "extremadamente peligroso", pero describe que "la idea no es meterse en la tormenta, es estar fuera y obtener el material, y luego ir a la zona afectada para ayudar". Pero puede fallar, como en cualquier trabajo.
Esa fue la tormenta "más impresionante" en la que ha estado hasta ahora, principalmente "por la estructura que tenía, una supercelda clásica espectacular, muy dañina y violenta".
En qué consiste la tarea de un cazatormentas
Matías explica que "la tarea del cazador de tormentas consiste en documentar y captar los fenómenos meteorológicos, mostrar a la gente lo que ocurre", en su caso fundamentalmente en el interior del país, y "dentro de las posibilidades ayudar a la gente que pasó por una catástrofe".
Ahora bien, ¿de dónde salió esta idea de arriesgarse por cazar una tormenta? "No es que me surgió, es algo pasional por los eventos meteorológicos", cuenta y añade: "A los dos años pregunté por qué paraba el viento, mi papá lo tiene grabado en un VHS".
Pero aparte recuerda algunos hitos que lo marcaron. Por ejemplo, una tormenta que lo impresionó en febrero de 2012 entre Montevideo y la costa de Canelones: "Produjo muchísimos rayos y me pareció impresionante, caía uno atrás del otro con una diferencia de 10 o 15 segundos. Yo tenía 12 años".
Pero otro evento meteorológico que recuerda pese a la corta edad que tenía por aquel entonces fue es el ciclón extratropical de 2005: "Yo tenía cinco años, recuerdo ver volar las chapas, sonidos de floreros cayendo al piso, tejas caerse. Ese evento me marcó, fue un antes y un después".
El objetivo de Matías Mederos: ser meteorólogo pero estar en las calles
"Estoy estudiando para ser meteorólogo", resume Matías, aunque afirma que no quiere trabajar "desde una oficina como pronosticador: "La diferencia es que el cazador de tormentas lo vive en persona, toma los datos en persona, lo vive más en carne propia".
"La idea es poder dedicarme a esto, ya sea trabajando en un instituto oficial o en la televisión, quiero seguir captando tormentas para mostrarle a la gente".
Pero así como a veces los meteorólogos no aciertan en su pronóstico por no tratarse de una ciencia exacta, también Mederos reconoce que ha fallado y se ha acercado a posibles tormentas que finalmente no se producen.
"He tenido frustraciones yendo a un área del país donde creía que podría haber tal cosa y no termina ocurriendo", reconoce.
Él mismo cuenta con "una estación meteorológica en la camioneta". El aparato fue comprado en Estados Unidos. De momento, afirma, no hace dinero con el oficio, aunque con el aporte de algunos patrocinadores cubre los gastos de los viajes.
"Somos tres millones de meteorólogos"
Matías reconoce que la meteorología "es un área compleja" que se expone a las críticas de la población. "La gente a veces puede estar o no de acuerdo con un pronóstico, sabemos bien que somos tres millones de meteorólogos, no es una ciencia exacta desde el punto de vista práctico, maneja probabilidades", apunta.
En esta línea, respalda el trabajo del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), un organismo muchas veces cuestionado por sus pronósticos: "Son todos meteorólogos, están todos altamente capacitados. En un pronóstico del tiempo el margen de error va a estar presente, a veces más o a veces menos, pero la meteorología es así".
Sin embrago, reconoce la falta de un radar meteorológico. En setiembre de 2024 el gobierno anunció que había finalizado el proceso de adjudicación para adquirir dos que se instalarán en la localidad de Ismael Cortinas, en Flores, y en Pirarajá, Lavalleja. Esto, según Mederos, "puede mejorar el sistema de alerta".