Lunes, 28 de Abril de 2025

OPINIÓN

PerúEl Comercio, Perú 27 de abril de 2025

Por Eduardo A

Por Eduardo A. Jimenez SánchezJefe del Sistema de Información de Macroconsult



Por donde se mire, la guerra comercial iniciada por Donald Trump es una mala idea. No solo deja atrás 250 años de teoría económica, sino que también pone en riesgo el orden económico construido tras la Segunda Guerra Mundial. Trump ha prometido a sus votantes que limitar las importaciones y proteger la producción nacional traerá prosperidad. Nada más lejos de la verdad.





Paradójicamente, el mayor beneficiado de esta guerra comercial podría ser el país más atacado: China. La actitud confrontacional de Estados Unidos ha empujado a sus aliados tradicionales a replantear sus relaciones diplomáticas y comerciales. En esa línea, regiones como Europa podrían comenzar a mirar a China como un socio más previsible. De hecho, este giro ya comienza a materializarse. China, Japón y Corea del Sur han iniciado conversaciones para establecer un acuerdo comercial regional. Hasta hace pocos meses, esa posibilidad parecía remota, dadas las históricas disputas.





No obstante, el hecho de que China logre sortear la guerra comercial y se reposicione a escala global no garantiza que acelere su crecimiento. En el mejor de los casos, lo que sucederá es un redireccionamiento de sus exportaciones. Esto generará tensiones importantes en su economía, ya que su gigante sector manufacturero deberá adaptarse a la nueva distribución de la demanda.





Este estrés se suma a problemas estructurales que China ya venía enfrentando. Desde el fin de la pandemia, su crecimiento apenas supera el 5%, muy por debajo de su promedio desde el 2001. A esto se le suma el colapso del sector inmobiliario, el sobreendeudamiento de los gobiernos locales, la caída de la productividad, el estancamiento poblacional, entre otros.





Frente a este escenario, las autoridades chinas han desplegado una estrategia geopolítica y tecnológica ambiciosa. Vienen fortaleciendo relaciones con diversas zonas en el mundo, invirtiendo en infraestructura y firmando acuerdos de largo plazo. Paralelamente, están destinando enormes recursos a la innovación, con el objetivo de convertirse en una potencia tecnológica global, especialmente en sectores estratégicos como inteligencia artificial.





¿Será suficiente esta estrategia para que China alcance el desarrollo? La respuesta es incierta. A pesar de su tamaño, su PBI per cápita, medido en paridad de poder adquisitivo, no supera al de países como Chile. Es decir, sigue siendo una economía de renta media. Y, como es natural, mantener tasas de crecimiento elevadas por un período prolongado será cada vez más difícil.





Además, vale recordar la hipótesis planteada por los profesores Daron Acemoglu y James Robinson en su libro ?¿Por qué fracasan los países??. Según los autores (galardonados con el Premio Nobel de Economía el año pasado), sin instituciones políticas inclusivas, difícilmente se consolidarán instituciones económicas del mismo tipo. En ese sentido, mientras el sistema político chino no evolucione hacia una mayor apertura, el verdadero desarrollo podría seguir siendo una meta lejana.

La Nación Argentina O Globo Brasil El Mercurio Chile
El Tiempo Colombia La Nación Costa Rica La Prensa Gráfica El Salvador
El Universal México El Comercio Perú El Nuevo Dia Puerto Rico
Listin Diario República
Dominicana
El País Uruguay El Nacional Venezuela