Francisco
Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|"Francisco no era marxista" afirma Priscila Noya en su columna de El País del 22 de abril
Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|"Francisco no era marxista" afirma Priscila Noya en su columna de El País del 22 de abril. Algo cierto si nos atenemos a la asunción en un 100% de una doctrina que es atea por definición y que, en consecuencia, nunca podría ser adoptada por un Papa. Pero los conceptos socioeconómicos del Papa Francisco que, en alguno de los pasajes de sus escritos lo llevan a descalificar la caridad cristiana están indicando todo lo contrario:
"La posesión privada de bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde." (Evangelii gaudium)
Lo que se devuelve no se dona, sino que se restituye, por lo que se deduce que antes de la restitución existió un proceso de apropiación. Si la caridad cristiana no consiste en un desprendimiento voluntario que beneficia al prójimo o alivia su sufrimiento, sino que se ve reducida a una mera restitución, desaparece como virtud y queda constreñida apenas a un acto de reparación que, como toda reparación, alcanza a duras penas a compensar el daño producido. El único antecedente inspirador de esta concepción es la teoría objetiva del valor, cerno de la economía marxista y de la que se desprende el concepto de explotación del obrero por parte del propietario de los medios de producción. Este fenómeno consiste en una apropiación que se da en el proceso de producción de bienes y servicios; apropiación de un valor que genera el obrero, un plusvalor: "la plusvalía". Desde la clásica y hegemónica manipulación del lenguaje un Papa ataca nada menos que a la caridad cristiana, en este caso no ya para sustituirla por la confrontativa solidaridad, sino para colocarla al borde de su desaparición. Es la clásica posición marxista que descalifica (por insuficiente) a la virtud cristiana por excelencia. Y sigue Francisco en la obra citada:
"Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una "caridad a la carta", una serie de acciones tendientes a tranquilizar la propia conciencia."
Al respecto de la caridad cristiana, encontramos análogas expresiones en intelectuales marxistas como Eduardo Galeano. Juan Pablo II con su predictiva claridad nos explica este fenómeno aparentemente inconcebible de un Papa católico atacando la caridad:
".el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse fuera del curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo". (Centésimus Annus).