Gustavo Meza HinojoInvestigador senior en Red de Estudios para el Desarrollo (Redes)
En el 2024, la pobreza monetaria se redujo a 27,6%, según los datos más recientes del INEI. Si bien este resultado representa un avance frente al 2023, una mirada de largo plazo revela una mayor preocupación: la pobreza en zonas urbanas es la que más ha crecido en la última década. Entre el 2014 y el 2024, el número de personas pobres en zonas urbanas casi se duplicó, pasando de 3,6 millones a 6,9 millones. En contraste, la pobreza rural mostró una reducción constante en los últimos 20 años, impulsada, en parte, por el crecimiento económico y por las políticas sociales como Juntos o Pensión 65.
Hoy en día, la pobreza urbana se concentra principalmente en Lima, donde reside cerca de la mitad de la población pobre de las ciudades. El crecimiento de la pobreza urbana no es casual, ya que, en los últimos años, la capital ha absorbido gran parte de la migración interna, pero sin una economía que genere suficientes empleos formales ni un entorno que garantice condiciones adecuadas de vivienda, servicios y transporte. El resultado ha sido una expansión de la pobreza marcada por la informalidad, la precariedad y la exclusión.
Ante esta situación, es válido preguntarse,¿por qué no aplicar las mismas estrategias que funcionaron para reducir la pobreza rural al contexto urbano? La razón es clara: porque la pobreza urbana es distinta a la rural. Mientras en el ámbito rural predomina una economía de subsistencia con cierto grado de autoconsumo y limitaciones asociadas a la infraestructura y los servicios, en las ciudades la pobreza se caracteriza por una alta dependencia del ingreso monetario, alta informalidad, desempleo, inseguridad ciudadana y deficiencias en la calidad de servicios, lo que exige políticas específicas adaptadas a este contexto.
Frente a la expansión de la pobreza urbana, urge adoptar estrategias diferenciadas que permitan a los hogares salir de esta situación, sin dejar de lado la estrategia de reducción de la pobreza rural. Esto implica, en primer lugar, promover un entorno de mayor crecimiento económico que incentive la creación de empleos formales. No es casual que, en el 2024, las regiones que más lograron reducir la pobreza fueron también las que mostraron un mejor desempeño económico. Huancavelica creció 10,4%, Ayacucho 4,3% y Junín 1,1%, y justamente, fueron las tres regiones con mayores avances en reducción de pobreza ese año. En contraste, regiones como Arequipa, Ucayali y Cajamarca registraron tasas de crecimiento inferiores al 1% y, al mismo tiempo, aumentaron sus niveles de pobreza.
Además del crecimiento económico, es necesario invertir en capital humano, especialmente en jóvenes, quienes enfrentan mayores dificultades para acceder a empleos de calidad. También se requiere mejorar servicios esenciales como salud, educación, transporte y seguridad ciudadana. La pobreza urbana suele concentrarse en zonas desconectadas, donde la ausencia de Estado puede limitar las posibilidades de progreso. Para muchos, la ciudad ha dejado de ser sinónimo de oportunidades. Y si no atendemos sus problemas hoy, tampoco será garantía de futuro.
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