No aclare que oscurece
Las explicaciones sobre el cierre de la Biblioteca Nacional solo demuestran que se cometió un grave error.
El ministro de Educación y Cultura asistió a la Comisión de Educación de la Cámara de Representantes para informar sobre su controversial decisión de cerrar la Biblioteca Nacional. Después fue entrevistado por la prensa. La estrategia del gobierno sería mantener un "cierre parcial acotado" hasta el último trimestre del año cuando se la reabrirá con mejoras y un funcionamiento normal. Entretanto, se convocará a un "llamado de ideas". ¿Quizás con premio para la mejor ocurrencia?
El ministro considera necesario "empezar a elaborar de fondo un proyecto que tenga aspectos vinculados a la innovación, al conocimiento, a la cultura y al mantenimiento del acervo cultural del país". Pero, "el proyecto no está pronto aún". Todo esto llama la atención porque las elecciones fueron en noviembre del año pasado y el gobierno asumió en marzo (para no mencionar los meses de preparación de los programas políticos).
Las declaraciones de las diferentes autoridades en estas semanas - incluyendo una extraña comparación de la Biblioteca con el monumento al Gaucho - sugieren que todo ha sido una improvisación. Al mejor estilo Lejano Oeste, tiraron primero y preguntaron después.
Para comenzar, haciendo gala de un notable sentido de la oportunidad, el gobierno anunció el cierre de la Biblioteca Nacional el Día del Libro y del aniversario de la inauguración de la Biblioteca Pública de Montevideo, en 1816. La Biblioteca Nacional es una de las instituciones más antiguas de nuestro país, además de ser una herencia directa del gobierno de la Provincia Oriental artiguista. Pues bien, la primera decisión del gobierno fue cerrarla para ver después que hacía.
Desde entonces la mayoría de las causas invocadas para el cierre no han resistido las críticas.
También se repite como justificación que en el mundo existe "un problema de crisis con bibliotecas públicas". Obvio. Pero no deben ser muchos los países que optan por cerrar su Biblioteca Nacional porque enfrenta dificultades. En los países cultos, lo que se discute no es la existencia en si misma de las bibliotecas nacionales, sino la mejor manera de expandir sus cometidos fundamentales para ajustarlas a los nuevos desafíos. Hay que entender, como señaló un reciente estudio, que las bibliotecas nacionales continúan siendo elementos clave de las grandes instituciones del país. Como tales requieren políticas de Estado y de largo plazo fundadas en amplios consensos sociales. Y recursos adecuados.
La lógica del ministro de Educación y Cultura es difícil de seguir.
La biblioteca fue cerrada pero no fue cerrada porque el 95 % de las funciones que se prestan en ella continúan.
La excusa invocada fue la inseguridad. Aunque es lo suficientemente segura como para permitir el acceso de los funcionarios que prestan aquellos servicios, los investigadores y los visitantes agendados.
Pero si la inseguridad era tanta como para justificar el cierre de la institución ¿no se estará poniendo en peligro a los funcionarios que acuden a ella a prestar esos servicios, o a quienes agendan su visita? Parecería que no.
¿No será que solamente se trata de justificar, ex post facto, una medida tomada sin diagnósticos sólidos ni discusiones previas suficientes?
Lo hecho, hecho está. Solo queda esperar que las lecciones de este desafortunado episodio hayan sido aprendidas.