Rebeldes sin causa
La película fue un éxito indiscutido de los años 50, impulsada además por la muerte en la vida real de James Dean, su protagonista, en un accidente en su Porsche pocas semanas antes de su estreno
La película fue un éxito indiscutido de los años 50, impulsada además por la muerte en la vida real de James Dean, su protagonista, en un accidente en su Porsche pocas semanas antes de su estreno. Pero, aunque quizá pocos recuerden su trama, el nombre quedó porque parecía ser una buena caracterización de todos los jóvenes irresponsables, perdidos en la vida, dedicados únicamente a la búsqueda de emociones fuertes. Y esas emociones naturalmente estaban intrínsecamente vinculadas a los autos y la velocidad.
Me acuerdo poco del filme, que vi años después de su estreno, pero hay una escena que me quedó grabada para siempre. Los jóvenes, intrépidos e insensatos, se divierten con el "juego del gallina", un asunto temerario: enfilan un auto robado hacia un precipicio y cuando están por desbarrancarse deben lanzarse fuera del auto para evitar una muerte segura. Quien se lance primero es un gallina, un perdedor. El aura del triunfador será para quien resista hasta el último, hasta después que el otro ya se haya lanzado. Una suerte de ruleta rusa, en que se arriesga la vida solo para mostrarse más osado, con el coraje de entregarlo todo al peligro hasta las puertas de la muerte misma.
No sé bien por qué, pero en estos días la situación política de la derecha me ha recordado esta película. Un juego solo para valientes. Tienen al frente a quien ellos consideran el peor peligro, un posible presidente comunista por primera vez en la historia de Chile, pero ellos siguen corriendo divididos en tres bandos, convencidos de que se coronarán como triunfadores. No han podido imponer su liderazgo ni entre sus filas, una debilidad política incuestionable, pero están convencidos de que dar muestras de sangre fría es lo más importante de este momento.