Apuntes sobre el presupuesto
Estamos ante un presupuesto que presenta novedades negativas y puede exponer riesgos ciertos.
Se conoció el proyecto de ley de presupuesto nacional, alineado con lo que el ministro Oddone había anunciado en las semanas previas. Amén de que será necesario profundizar en distintos aspectos, vamos con una primera mirada en base a las proyecciones económicas presentadas y algunas de las medidas anunciadas.
En primer lugar, en base a los supuestos y las medidas presentados, no queda claro por qué razón se espera que la economía crezca al doble del promedio de la última década. Las reformas microeconómicas presentadas no mueven la aguja, no hay cambios en materia de legislación laboral, ni de apertura comercial ni de mejora de la competitividad, por lo que salvo que se prevean nuevas medidas por fuera de las anunciadas no existen fundamentos para esperar tal crecimiento.
En segundo lugar, la inflación proyectada para el período resulta llamativa. Para este año se espera que el IPC cierre a 4,2%, aumentando luego a 4,4% en 2026 para luego estabilizarse en 4,5% en el resto del quinquenio. No sólo resulta llamativo que se espere una inflación más elevada que la actual en los próximos años sino también la discrepancia abierta con el Banco Central del Uruguay, cuyo presidente ha anunciado que pretende llevar la inflación a niveles en torno al 3%. Ya sea que no existe la coordinación necesaria entre la política fiscal y la monetaria o que el MEF no confía en las proyecciones del BCU este dato hace bastante ruido.
En tercer lugar, es una muy mala noticia la implosión de la institucionalidad fiscal aprobada por ley y ratificada en referéndum en el período pasado, que había contribuido a la reducción del riesgo país hasta alcanzar la menor de América Latina, la mejora de la calificación crediticia del país y la colocación de deuda pública a tasas históricamente bajas. En los hechos se quita el tope operativo al incremento anual del gasto público y se sustituye por una meta indicativa que no operaría prácticamente a lo largo de todo el quinquenio. En otras palabras, nos quedamos sin regla fiscal y el gobierno podrá incrementar el gasto discrecionalmente, como ya no ocurre en ningún país ordenado del orbe.
En cuarto lugar, según las proyecciones presentadas, tendremos al final del período un atraso cambiario que se incrementará sensiblemente. Eso luce incompatible con el crecimiento de las exportaciones presentadas y, por tanto, también con el crecimiento del producto esperado.
En quinto lugar, incumpliendo un compromiso muy claro asumido por Yamandú Orsi en la campaña electoral, se incluyen nuevos impuestos. El impuesto mínimo global puede justificarse, aunque es dudoso que se siga funcionando a nivel mundial luego de la salida del acuerdo de Estados Unidos y la amenaza de seguir sus pasos de Alemania, pero los demás claramente no y tienen un claro fin recaudatorio. El impuesto Temu no soluciona el problema que se pretende atacar y gravar las rentas en el exterior constituye una marcha atrás negativa respecto a lo realizado por los dos últimos gobiernos, que puede afectar la radicación en el país de quienes llegaron confiando en la estabilidad de nuestras reglas de juego.
En consecuencia, estamos ante un presupuesto que presenta novedades negativas y puede presentar riesgos ciertos, especialmente si no se cumplen sus supuestos más audaces.