Licencias
Casi todo el mundo sabe que el trabajo y el cumplimiento del deber no son asuntos triviales que quedan a merced del capricho de cualquiera, sino que implican una manera de entenderse a sí mismo de cara a la responsabilidad que se tiene en un determinado ámbito
Casi todo el mundo sabe que el trabajo y el cumplimiento del deber no son asuntos triviales que quedan a merced del capricho de cualquiera, sino que implican una manera de entenderse a sí mismo de cara a la responsabilidad que se tiene en un determinado ámbito. En tal sentido, la fina conciencia en torno a lo que corresponde hacer tendría que ser un contrapeso frente al eventual deseo de esquivar las propias obligaciones. En el fondo, y siendo claro, nadie debería darse licencia para tomarse licencias. No es el sujeto el que se concede a sí mismo la facultad de faltar a sus tareas, sino que, por ejemplo, es una auténtica dolencia la que puede causar tal imposibilidad de realización. No se puede a la vez estar enfermo para incumplir con las propias labores, pero sano como para irse de vacaciones. Quien está "enfermo" para llevar a cabo lo que debe, también tendría que estarlo para hacer lo que quiere.
El que padece una dolencia ni trabaja ni descansa, pues no puede ejercer su oficio, pero tampoco está en su propio hogar o en otro sitio disfrutando de horas de jolgorio. La persona sinceramente enferma, más que anhelar guardar reposo, desea en realidad recuperarse para retomar sus propios quehaceres. Una sana conciencia moral es la primera contraloría de uno mismo.