Sábado, 06 de Septiembre de 2025

Defensa de María Pombo

ColombiaEl Tiempo, Colombia 4 de septiembre de 2025

Vivimos en la ruleta rusa de las tendencias virales y la mayoría de las veces apenas si alcanzamos a montarnos en uno de esos trenes descarrilados cuando ya todos se han ido para el otro

Vivimos en la ruleta rusa de las tendencias virales y la mayoría de las veces apenas si alcanzamos a montarnos en uno de esos trenes descarrilados cuando ya todos se han ido para el otro. Me pasó a mí entre el domingo y hoy miércoles, mientras escribo esta columna que sale mañana, porque la pensaba hacer sobre Piotr Szczerek, el millonario polaco que le robó a un niño una cachucha que un tenista le quería regalar en el abierto de los Estados Unidos. La escena le dio la vuelta al mundo en minutos mientras todos reaccionábamos indignados y estupefactos y corríamos a linchar y a cancelar, a funar, como se dice ahora, a semejante imbécil, que sin ningún pudor vio cómo el tenista le pasaba la cachucha al niño y él, con mano rapaz, se la quitó en un segundo. Luego escribió un comunicado en el que decía que la vida es de los rápidos y los astutos, así es el juego, no lloren más. Iba a hacer esta columna sobre eso cuando me distrajo el nuevo escándalo global, del que a estas alturas ya no se debe de acordar nadie, pero lo evoco porque me pareció de verdad revelador: una influencer española (así se autodenomina) llamada María Pombo hizo un video muy franco y desparpajado en el que nos pide que dejemos de creer que la lectura es para todo el mundo y que hace mejores a quienes la tienen como un hábito o una gran pasión. Quién dijo miedo: en minutos, en segundos, la pobre María Pombo fue linchada y funada como una ignorante y una analfabeta, una indolente, una salvaje, una superficial que además tiene un público enorme, una hinchada de miles de seguidores que la adoran. Eso es lo que más indigna a sus críticos, su capacidad de incidir en todos los que ven sus videos; su perversa influencia (en eso consisten su trabajo y su vida) en los demás. Pero la verdad es que María Pombo, a quien no conozco, de quien hasta ayer no sabía nada, tiene toda la razón: la lectura no es buena en sí misma ni es obligatoria ni es necesaria ni es para todo el mundo, y algo en lo que ella insiste con especial furor en su video, casi con una sonrisa de complicidad y exasperación: no nos hace mejores, no nos da más credenciales morales, no nos pone por encima de nadie ni nos aleja de la barbarie. La historia está llena de casos, de hecho, en los que la lectura y la ilustración fueron un estímulo de la perversidad y el retorcimiento de quienes las cultivaban, tanto peores cuantos más libros había en su biblioteca. Pero ya hay una cantidad de idiotas, millones, que le están enrostrando a María Pombo la monserga de siempre: la lectura te da empatía (si es para usar esa palabra insoportable, mejor no leer nada en la vida), la lectura te abre los ojos del alma. Pues obvio que sí: la lectura tiene cosas maravillosas, únicas, insustituibles; la lectura nos regala una versión de lo humano que solo está en ella, nos da la experiencia toda de nuestra especie contenida allí en ese objeto prodigioso que es un libro con el que en efecto podemos ir donde queramos, encontrar un refugio y un consuelo, una de las formas más altas y hermosas de la felicidad. Todo eso es cierto, quien lo probó lo sabe. ¿Pero y si no es así? ¿Si hay quien no disfruta ni goza ni quiere la lectura? Es lo que dice con toda sinceridad María Pombo, y yo la verdad prefiero mil veces ese acto de inteligencia y de franqueza que lo contrario, la exaltación religiosa, sacrosanta y empalagosa de los libros, su glorificación dogmática e inobjetable como si de verdad fuera urgente o encomiable que todo el mundo crea o finja o diga que le gusta leer. La mayoría de los que se le han ido encima a María Pombo lo hacen con arrogancia y crueldad, rasgos nada infrecuentes en quienes creen que la lectura hace mejores personas. Mejor ella, la verdad. www.juanestebanconstain.com
Barataria
Juan Esteban Constaín
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