La abuela de las batallas
Cuando te dicen frases románticas como "el corazón está a la izquierda", es un recurso al mejor estilo de Paulo Coelho pero eficiente.
La batalla cultural es la madre de las batallas, el padre es el relato, pero vayamos más atrás, vayamos a la abuela de las batallas. Y la abuela es la tríada filosófica de "lo bello, lo justo y lo bueno" como decía Platón.
Esa es la base de todo, desde la antigua Grecia al eco de los debates o interpelaciones del presente. En nuestro país o en cualquier rincón del mundo.
En el corazón de un barrio, en un púlpito, un estrado o un streaming.
Quien gana esa conceptualización arranca 2 a 0 arriba. Porque es más sencillo adueñarse de un relato cultural o ganar una elección cuando ya se marcó la cancha. Quien se pare del lado de lo bello, lo justo y lo bueno gana. Así de simple. Se vota a los buenos, se les cree a los justos y gusta lo bello. Definir eso y apropiarse de ello es la abuela de todas las batallas.
Las coyunturas cambian, la realidad fluye, pero hay una esencia que perdura. Por eso vale la pena el ejercicio filosófico, la gimnasia antropológica de pensar en estas cosas. Si no, la Política es sin rumbo. Y como decía Séneca para un barco sin rumbo cualquier viento es el correcto.
Para que la Política deje de ser reactiva y pase a ser proactiva debe abandonar el posicionamiento en función de otros y pasar al plano de la realidad, entenderla e incorporarla. Y desde ahí construir y proponer, desde la realidad, no sobre nuestras concepciones de lo que nos gustaría que fuera, sino de lo que es. Pasando el primer cuarto del Siglo XXI hay muchos que interpretan la realidad con ojos del Siglo XIX. Ergo, nada puede salir bien.
La construcción del discurso político se nutre de esa tríada. Lo bueno se asocia a los valores éticos y morales de una época, lo justo se asocia a la equidad y la justicia social, y lo bello se asocia a la construcción de una imagen colectiva. Porque además no son valores absolutos, son construcciones.
Los líderes políticos representan valores, visiones, interpretaciones. Y la comunidad se ve reflejada en ellos, o no. Porque piensa igual, porque actúa como lo harían ellos, o porque los representa hasta incluso desde la estética. Un poco de "ellos son nosotros" y "nosotros somos ellos", una simbiosis de representatividad y legitimidad que es la savia que da vida a la Política. Si no existe esa conexión, solo queda apelar a un cúmulo de coyunturas políticas, económicas, sociales y personales. Que se da como un eclipse, por coincidencia de factores cada tanto, pero no por una cuestión lógica y de construcción.
La izquierda en Uruguay (ahora le dicen las izquierdas, porque es moda y es un escalón más de progre) siempre ha intentado marcar la agenda moral. A veces con éxito y otras fracasando. Pero siempre desde un pedestal ético autoasignado que los hace sentir muy cómodos. Desde el entendido de que no hay valores absolutos, la batalla por lo bello, lo justo y lo bueno es vital. Ahí está el marco para definir quien se está parando del lado correcto de la historia. Porque podemos decir que está mal y que no coincidimos, pero son trompadas al viento si no logramos incidir en la sentencia popular.
¿El Presidente de ASSE debe renunciar porque está mal su situación en lo público y en lo privado? ¿el ex Jefe de Policía de Río Negro estuvo mal al violar la Constitución cuando participó de actividades partidarias? ¿Estuvo mal un legislador al difamar a otro diciendo que era cómplice de una estafa ganadera? ¿Estuvo bien la compra del gobierno de una Estancia por 32 millones de dólares sin seguir las formalidades correspondientes? ¿Fueron un error involuntario los dichos de Caetano o es una visión histórica con contenido político? ¿Es absurdo el planteo del Director de Educación de incorporar elementos como el mate o el tamboril al escudo nacional? ¿La propuesta de las Asambleas Técnico Docentes de eliminar actos protocolares y el porte, entonación y promesa de "Mi bandera" es un atentado a la identidad como Nación? La respuesta que cada uno exprese dependerá del lugar de la cancha política en el que esté, pero los que no tienen posicionamiento ninguno tomarán partido por apoyándose en aquellos a quienes considera dueños de lo bueno, lo bello y lo justo.
Y para llegar a ese podio de ser merecedores de la consideración pública hay que debatir mucho internamente sobre lo qué somos, los temas que deben estar en agenda, los principios filosóficos, la interpretación de la sociedad actual, los medios y los fines, las formas y la sustancia. Todo ello nos parará en el epicentro del mundo real o nos pondrá a años luz, pero hay que tener el coraje de dar ese debate. El mundo real no espera, transcurre y abraza a quien lo entiende.
El mundo está lleno de narrativas que construyen poder, y el mundo digital aún más. Si hasta Gemini (el asistente de Inteligencia Artificial de Google) o Grok (su colega pero de X) tienen una construcción de lo que está bien y lo que no, tienen opiniones desde sus ópticas y repercuten en la opinión de quienes los consultan.
Si desde la Academia, desde los Sindicatos, desde las corporaciones, el mundo del arte, los medios e instituciones públicas, hay actores que están bajando línea permanentemente, eso tiene consecuencias en la agenda moral. Y creer que no hay gente construyendo esa estrategia, financiándola y ejecutándola es de una ingenuidad imperdonable. No están dando la batalla cultural, están marcando la cancha ética. ¿Cuándo se les da ventaja? Cuando el foco se pone más en los políticos que en el mundo y sus mil realidades.
Cuando te dicen frases románticas como "el corazón está a la izquierda", es un recurso al mejor estilo de Paulo Coelho pero eficiente. Porque un movimiento político con corazón tiene buenas intenciones, y a la izquierda bien sabemos que se la mide por intenciones y no por resultados. Listo, caso cerrado señor Juez.
Es admirable quienes hoy dan la batalla por el quebrar el relato moral de la izquierda. Comunicadores, artistas, políticos, académicos, empresarios, trabajadores dentro de los sindicatos, escritores. Ellos están moviendo el foco, para que los ciudadanos puedan discernir que no todo lo que brilla es oro. Ya no todos le creen a los que dicen ser buenos, porque la realidad abruma y no alcanza con relatos.
La abuela de todas las batallas es la moral, avocarse a ella con realismo y dedicación es vital. Porque se puede, porque se le ven las grietas a la construcción maniquea de una izquierda que no sorprende, no marca agenda política, y no transforma. La cuestión no es qué tan malos o buenos sean ellos, sino que debemos ser mejores, mucho mejores.