Poderío chino en exhibición
Un día después de que Donald Trump ordenara hacer volar un bote cargado con drogas en el mar Caribe, Xi Jinping hizo alarde del poder militar de China con un desfile planificado al detalle para impresionar a sus invitados, y al mundo entero, con el moderno y sofisticado armamento que ha desarrollado estos últimos años.
Es evidente que el mensaje que quiso enviar el líder comunista fue que su país ya es una potencia imparable, que puede rivalizar con Estados Unidos no solo en la región asiática, sino en el mundo entero. Misiles intercontinentales capaces de llegar a territorio norteamericano y más allá; armas nucleares para ser disparadas desde el aire, tierra y mar; tanques, aviones no tripulados, drones submarinos, "lobos robots" y otros elementos bélicos fueron expuestos para que nadie dudara del creciente poderío de las fuerzas armadas chinas. La fecha elegida fue la conmemoración del 80° aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, que para Xi fue más un triunfo de China y Rusia que de EE.UU. y los aliados. El espectáculo, a no dudar, estaba dirigido especialmente a Donald Trump, quien no pudo evitar un comentario sarcástico ante la falta de reconocimiento de la ayuda que prestó su país en la guerra y, sobre todo, por la compañía que tenía Xi en el palco de Tiananmen: "Por favor, dele mis saludos cordiales a Vladimir Putin y Kim Jong-un, cuando estén conspirando contra EE.UU.".
En un momento geopolítico delicado, China busca un lugar de liderazgo mundial, cuestionando la hegemonía de Washington, reuniendo a dirigentes de países que, como el propio Xi, desafían a la superpotencia y quisieran cambiar el orden internacional de posguerra. Aun así, Xi pretende mostrar que China puede ser un factor de estabilidad, en momentos en que "la humanidad vuelve a enfrentarse ante la disyuntiva de la guerra o la paz". Se aprovecha de este modo de las turbulencias que las erráticas políticas de Trump han provocado no solo en países con los que tiene relaciones conflictivas, sino con sus propios aliados, y que han minado la influencia y el prestigio de Estados Unidos como líder de un ordenamiento global basado en reglas, donde la democracia y el libre mercado juegan un papel esencial. Sin embargo, ni el Presidente chino ni sus socios presentes en Beijing tienen un modelo alternativo -que proteja derechos humanos esenciales y fomente el desarrollo-, el cual pueda reemplazar al que rige las relaciones internacionales actuales. Y los esquemas que han construido para contrarrestar la influencia norteamericana, como el BRICS, no han dado resultados efectivos.
"La banda de los cuatro"No son un bloque, ni un "eje", ni una alianza, pero los cuatro líderes que se vieron en la tribuna principal del desfile militar de Beijing, Xi, Putin, Kim y el iraní Masoud Pezeshkian, tienen en común su discordia con Washington y su voluntad de cambiar el equilibrio de poderes. Es notorio que Xi los usa para desafiar a Estados Unidos y demostrar su influencia. Si bien no siempre actúan en concordia, cada vez se observa más cooperación entre ellos. Estos vínculos les han servido para evadir los controles a las exportaciones y las sanciones internacionales y, a no dudarlo, para desarrollar su potencial militar.
La colaboración entre "la banda de los cuatro" juega un papel crucial en la recuperación de la industria militar de Rusia que, constreñida por las sanciones, puede desarrollar su capacidad bélica apoyada por esos países. Así, a pesar de antiguas rivalidades, Beijing y Moscú mantienen hoy una relación de "aliados estratégicos", que tiene al centro el comercio de petróleo ruso y la entrega de material de uso dual, civil y militar. A su vez, los drones fabricados en Irán fueron claves en el inicio de la guerra de Ucrania, lo mismo que el traspaso de esa tecnología para el desarrollo posterior de esos aparatos en Rusia. Quizás la señal más impactante de la cooperación entre estos países fue el envío de tropas norcoreanas a combatir en Ucrania, una ayuda que no le salió gratis a Putin, pero que mostró que la guerra podía ampliarse con consecuencias insospechadas.
China juega el rol de "adulto en la pieza" de este grupo, pero no se debe subestimar la voluntad férrea de todos, especialmente de Beijing, de cambiar las reglas en las que se basa el actual orden internacional.
Modi en la cumbreA pesar de que se le cataloga como un líder populista algo sectario (favorece el hinduismo) y que promueve un culto a la personalidad, Narendra Modi gobierna la democracia más grande del mundo. Por eso, sorprendió su presencia en la cumbre de Tianjin, donde Xi Jinping recibió a los gobernantes centroasiáticos de la Organización de Cooperación de Shanghái, más otros invitados de la región que en general ejercen liderazgos autoritarios.
A pesar de las históricas tensas relaciones con China -agudizadas por un incidente fronterizo en 2020 que llegó a conflicto armado-, Modi está desde hace un tiempo tratando de limar asperezas con Xi, y ahora ese esfuerzo cobró mayor interés a la luz de las dificultades que atraviesan las relaciones con Estados Unidos. Con los aranceles del 50 por ciento que le estableció Trump a India, para Modi es vital estimular el comercio con China, un mercado alternativo a sus exportaciones. Para Beijing es atractivo tenerlo de su lado, no solo por el apoyo a sus ideas de cambios internacionales, sino también porque, dicen los chinos, ambos países son "el doble motor del crecimiento económico del Asia". Pero, y señal de que esta amistad tampoco es tan estrecha, Modi no asistió al desfile militar en Beijing.