Francia, Europa y el Mercosur
Desde Uruguay tenemos que dejar de creer que la posición de tal o cual país dentro de Europa alineado en favor del acuerdo con el Mercosur, oficiará de defensor de la apertura entre los dos bloques.
Francia quedó nuevamente enfrascada en un problema de gobernabilidad. La semana pasada renunció el gobierno encabezado por el primer ministro Bayrou, que sucedió en diciembre pasado al primer ministro Barnier, quien también debió renunciar, y que a su vez había suplantado en setiembre de ese año al primer ministro Attal, que había renunciado en julio de 2024 por causa de los resultados de la elección legislativa anticipada de junio-julio de ese año decidida por el presidente Macron.
Desde las elecciones al parlamento europeo de junio de 2024, cuando el pueblo francés votó mayoritariamente al partido de extrema derecha de Le Pen, el presidente Macron no logra hacer pie políticamente. Su mandato constitucional termina en mayo de 2027, pero sus bases de apoyo electorales y sociales han menguado lo suficiente como para que París no sea ya un interlocutor que asegure una estabilidad de largo plazo a la voz francesa en Europa. El problema no es entonces tomar nota de la sucesión de gobiernos, ahora con Lecornu como primer ministro, sino constatar que las dificultades políticas francesas tienen consecuencias para el rumbo europeo.
Desde los países del Mercosur, acostumbrados como estamos al peso preponderante de Estados Unidos en la escena internacional y al mayor protagonismo de China en el comercio mundial, perdemos muchas veces de vista los finos equilibrios internos que hacen posible la existencia y la performance de la Unión Europea (UE). Ciertamente, el mayor lugar económico, demográfico y comercial está allí ocupado por Alemania. Sin embargo, y más allá del peso cada vez más igualitario que va adquiriendo la dinámica Italia en el concierto de naciones de la UE, no es posible imaginar avances comerciales o económicos sustanciales en Europa que contradigan la voluntad política expresa de París.
Así las cosas, una dificultad política de largo plazo en Francia genera naturalmente una distorsión grave dentro de toda la UE. En concreto, a los efectos que nos importan en el Mercosur, toda la negociación comercial que parecía avanzar en estos últimos años ha sufrido un freno importante con la adenda que la UE ha agregado al acuerdo firmado entre los dos bloques, y que procura contemplar intereses económicos sectoriales que son muy importantes para Francia. Con esa adenda, quizás el Consejo Europeo pueda sacar adelante la votación que permita empezar a implementar el acuerdo con el Mercosur. Pero con esa adenda también, toda la apertura clave que beneficiaba a sectores agropecuarios competitivos de los países del Mercosur parece estar en tela de juicio.
El problema para la UE es insoluble. Por un lado, es políticamente imposible para Europa avanzar en un acuerdo con Mercosur contrariando criterios que Francia considera esenciales para su comercio y su mundo productivo, máxime cuando París sufre tensiones internas muy potentes que generan fuerte inestabilidad gubernativa. Es decir que, en esta circunstancia, así Macron estuviera íntimamente alineado con lo definido en el acuerdo Mercosur- UE, le es completamente imposible sostenerlo frente a la opinión pública de su país: incluso con la adenda agregada, las críticas de las oposiciones de izquierda y derecha francesas al acuerdo han sido muy fuertes.
Por otro lado, es políticamente muy difícil para Europa avanzar en un libre comercio con el Mercosur si los procesos internos europeos agregan condiciones particulares cada vez que se logra un texto sustancial entre los bloques. Naturalmente, lo más probable es que los países que más tienen para perder con estos cambios introducidos por la adenda, que son Brasil y Argentina, analicen las nuevas condiciones que plantea la UE. Por tanto, lo más probable es que, una vez más, las negociaciones vuelvan a abrirse entre los bloques.
Desde Uruguay tenemos que dejar de creer que la posición de tal o cual país dentro de Europa alineado en favor del acuerdo con el Mercosur, como por ejemplo España o Italia, oficiará de defensor eficiente de la apertura entre los dos bloques. Desde siempre, la historia de la UE es que para que las cosas allí avancen se precisa antes que nada y sobre todo que alemanes y franceses estén de acuerdo con el rumbo a tomar. Y, desde siempre, la soberanía alimenticia y la defensa del sector agroindustrial francés es parte fundamental de los objetivos galos en Europa.
La inestabilidad gubernativa en Francia no permite pensar que podamos avanzar rápido en la liberalización comercial entre la UE y el Mercosur. Seamos realistas.