El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea avanza en su etapa de revisión legal y se espera que tenga una implementación provisional para inicios de 2026.
Marcos Dal Bianco y Adriana Haring - BBVA Research Tras más de 25 años de negociaciones, el Mercosur y la Unión Europea (UE)lograron en diciembre de 2024 un acuerdo de asociación que marca un antes y un después en la historia de ambas regiones. Hoy avanza en su etapa de revisión legal y se espera una implementación provisional para inicios de 2026.
Con una población combinada de 770 millones de personas y 25% del Producto Interno Bruto (PIB) global, el tratado de libre comercio configura una de las zonas económicas más grandes del mundo. Este que abarca comercio de bienes y servicios, inversiones, cooperación institucional, estándares ambientales y laborales elimina más de 90% de los aranceles bilaterales y crea además un marco jurídico transparente y previsible que fomentará el comercio, la inversión extranjera directa (IED) y los vínculos políticos y normativos entre ambas regiones.
Por su parte, la UE eliminará aranceles sobre el 92% de sus importaciones desde el Mercosur de forma casi inmediata. En cambio, este hará lo propio con el 91% de las importaciones europeas, pero con un cronograma escalonado que contempla plazos de hasta 30 años para sectores sensibles, como la industria automotriz o maquinaria pesada.
Esta apertura asimétrica le otorga al Mercosur un margen de adaptación crucial y demuestra una sofisticación poco frecuente en tratados de libre comercio, que generalmente establecen plazos simétricos.
Entre los beneficios para la UE, está el acceso preferencialmente a un mercado de más de 270 millones de personas, con riqueza de recursos naturales y oportunidades industriales. Las exportaciones europeas al Mercosur podrían crecer hasta un 40%, beneficiando sectores como maquinaria, farmacéutica, autos y servicios financieros. Incluso, el acuerdo le permite a la UE reforzar su presencia estratégica en Sudamérica, contrapesando la influencia creciente de China en la región.
Más allá de los aranceles, el tratado incluye compromisos para reducir barreras no arancelarias como reglas sanitarias, procedimientos aduaneros o licencias de importación y garantiza acceso recíproco a sectores clave como telecomunicaciones, comercio electrónico, transporte y servicios profesionales.
Igualmente se protege la propiedad intelectual y se incluyen más de 350 indicaciones geográficas (como vinos, quesos y embutidos europeos) frente a posibles imitaciones en Sudamérica.
La liberalización del comercio se estima generará un aumento del comercio bilateral de hasta 20% en el medio plazo. Según diversas simulaciones, el tratado podría elevar el PIB de los países del Mercosur en varios puntos porcentuales, llegando hasta 10% en el caso de Paraguay, el más pequeño del bloque, pero también uno de los más abiertos al comercio.
Respecto a inversiones, se espera un fuerte impulso a la IED desde Europa hacia América del Sur. Actualmente, la UE ya es el principal inversor en el Mercosur, con un stock de más de 340.000 millones de euros.
El acuerdo, además, abre puertas para el llamado "nearshoring": empresas europeas que, buscando acortar cadenas de suministro y ganar resiliencia, podrían localizar operaciones en el Mercosur. La disponibilidad de materias primas, energías limpias y un mercado ampliado son incentivos de peso. En cualquier caso, no se limita al comercio.
Incluye cláusulas exigentes sobre sostenibilidad ambiental (alineadas con el Acuerdo de París), respeto a los derechos humanos, estándares laborales, movilidad de profesionales y cooperación en ciencia, educación y tecnología. También se establece un sistema de solución de controversias y mecanismos para la revisión periódica del cumplimiento.
Adicionalmente, y como señaló la Comisión Europea, el acuerdo "no es solamente para las grandes empresas". Las Pymes podrán aprovechar la simplificación normativa, la baja de aranceles y la reducción de burocracia para exportar más y mejor. Desde la industria alimentaria hasta los servicios digitales, el tratado puede ser una plataforma de inclusión productiva si se acompaña con políticas públicas activas.
En definitiva, el tratado Mercosur-UE es una oportunidad histórica para afianzar una alianza geoestratégica entre países con sociedades afines, que generará avenidas transparentes de inversión y comercio beneficiosas para ambas partes. Representa una promesa de crecimiento, inversión y desarrollo institucional para ambas regiones.
Ahora el desafío es transformar esa promesa en resultados concretos. Para lograrlo, se requerirá visión de largo plazo, capacidad de ejecución y voluntad política. Pero lo que está claro es que los beneficios de abrirse al mundo, esta vez, superan con creces los temores.