Tony Valverde Victoriano, imputado narco y asesino de jóvenes mujeres en Argentina, copó las páginas rojas binacionales. Los crímenes fueron trasmitidos a un grupo privado.
Por Tony Valverde ?Pequeño J?
P illarlo no es un golpe duro a ninguna mafia ni remecerá los cimientos de la criminalidad organizada. Tony Valverde se dedicaba al ?narcomenudeo? que es como en Argentina llaman a la distribución de droga en barrios empobrecidos con alta población migrante. No es un capo, pero tampoco un don ninguno. Se empinó, en el cono sur bonaerense, dentro de esa red de contornos difusos que son ahora las organizaciones criminales de locales y extranjeras, en las que cortas una pequeña mata y el matorral sigue inconmensurable.
Si Tony es un canalla emblemático es porque la policía, la política y la prensa argentina lo tratan como tal. La razón salta a las portadas: habría mandado a torturar, mutilar y asesinar a tres chicas ?Lara (15), Morena (20) y Brenda (29)? que le robaron droga. La carnicería se habría transmitido en vivo a un grupo de 45 personas. Todo esto se sabe porque lo ha contado la policía y lo ha voceado Javier Alonso, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.
El gobierno federal argentino también metió su cuchara poniendo reflectores en Tony o ?Pequeño J?. La ministra de Seguridad del gobierno de Milei, Patricia Bullrich, en una conferencia de prensa enarboló su nueva Ley Antimafias. Subrayó que en esa norma severísima, si un delito es perpetrado por una organización criminal todos los cómplices recibirán la misma pena, aunque su participación sea poca. Puso como ejemplo a los que sintonizaron la trasmisión de la barbarie, insinuando que debieran ser castigados igual que Valverde. A pesar de esta intromisión política de populismo punitivo, el caso sigue en dominio provincial. A ?J? se lo acusa de triple feminicidio y ese delito no es federal. Si el proceso se extiende a narcotráfico, entrará a tallar la justicia y la autoridad central.
El crimen, cometido entre el viernes 26 y el sábado 27 de setiembre, fue tan atroz que la policía se movilizó a tal punto que Tony y su cómplice argentino Matías Agustín Ozorio huyeron por la frontera con Bolivia. De ahí pasaron al Perú. Matías se adelantó y ya estaba en Lima cuando fue detenido el martes pasado. Tony estaba atracado en un camión de carga en la Panamericana Sur a la altura de Pucusana. La autopista fue interrumpida por pescadores artesanales que protestaban por la fijación de una cuota en la pesca de pota. Por una vez, la PNP agradeció una toma de carretera, pues la captura se hizo más fácil. Si no sucedía allí, hubiera sucedido pronto, pues la policía argentina seguía los movimientos de los celulares de los prófugos y compartía la geolocalización con la PNP.
Tony nació en una familia de delincuentes en el barrio Nueva Jerusalén del distrito de La Esperanza en Trujillo. Su padre Janhsen y sus tíos eran criminales ranqueados de la banda Los Injertos de Nueva Jerusalén. Todas las fuentes que he leído apuntan que el padre lo bautizó en honor de Tony Montana, el protagonista de ?Scarface?. Cuando era apenas un púber, asesinaron a Janhsen y el mocoso juró vengarlo con estas palabras en su FB: ?Te prometo que esto no va a quedar así porque si nadie hace nada yo mismo lo hago con pana y elegancia?. Hay muchos mensajes de esa catadura en su Facebook. Lo de ?Pequeño J? se dice que es en honor a Janhsen.
No es que gente como Valverde viva en la completa anomia; sino que profesa y comparte solo los valores que dan cohesión a su negocio criminal, como la lealtad y la venganza. Y su falta la castiga con la misma atrocidad con la que puede contravenirlo todo. La barbarie habría sido un castigo a tres traidoras que robaron a la organización. Y hubo un especial ensañamiento misógino, literal y simbólico, al mutilar sus cuerpos mientras agonizaban.
??Yo no fui??
A Ozorio lo expulsó Perú en pocas horas, pero Valverde es peruano y el requerimiento argentino demanda una extradición. No hay razón para que esta demore. La PNP no tiene interés en retener a un asesino de mediana monta, cuya vida criminal se ha desarrollado, casi toda, en Argentina. Otro es el caso del ?Monstruo? Erick Moreno, que sí conviene traerlo de Paraguay para que alimente las pesquisas locales.
El cachetón Tony, con cara de fallido ?yo no fui?, dijo, en el video de su traslado a una base policial: ?Tienen que encontrar al culpable, yo no tengo nada que ver?. La negación de lo que para la policía binacional parece obvio, puede dar paso a una delación documentada. Por lo tanto, ?J? tiene protagonismo para rato. El solo detalle de la trasmisión del crimen excita el morbo. Pero ya no estamos en los tiempos de asesinatos espectaculares para la pura crónica roja; ahora queremos ver diagnósticos de criminología, cifras con indicadores que desciendan o al menos dejen de crecer, resultados de la investigación de comandos de inteligencia. Si todo esto se toma muy en serio, el ?Pequeño J? sí podría alimentar investigaciones y resultados de envergadura. De paso, conoceremos más de su perfil sádico, su machismo, su ascenso y calamidad.