Tensión entre las campañas de Kast y Matthei
Las diferencias que hay entre sus proyectos, los énfasis que desean relevar y las formas de hacer política, si bien importantes, son sustancialmente menores que las existentes con la izquierda.
Faltando poco más de un mes para las elecciones del 16 de noviembre, las diversas encuestas siguen mostrando que la oposición, liderada por candidatos y partidos de derecha y centroderecha -se incluyen, además, agrupaciones y destacadas figuras de centroizquierda-, tiene buenas posibilidades no solo de alcanzar la Presidencia de la República, sino también de obtener una mayoría en ambas cámaras del Congreso. Esto, que a nivel parlamentario admite más dudas -dado lo cerradas que están algunas circunscripciones senatoriales, producto en parte de errores y falta de unidad en la conformación de las listas de la oposición-, en la carrera presidencial está en gran parte definido: salvo que ocurra un evento extraordinario, un auténtico terremoto político, la Presidencia de la República se disputará en esta primera vuelta entre José Antonio Kast y Evelyn Matthei.
Y es que la posibilidad de que la candidata oficialista, Jeannette Jara, gane en una segunda vuelta es bajísima. Todavía más, muchos prevén que una vez terminadas las elecciones parlamentarias, se produzca en los hechos un abandono de su campaña por parte de varios de los partidos que hoy la apoyan, como lo han sufrido en el pasado otras candidaturas puestas en una situación semejante. Incluso, hay algunos que no descartan que sea Jara quien no pase a la segunda vuelta, situación, en todo caso, que no muestra todavía ninguna encuesta.
Así las cosas, se entiende en parte la creciente tensión que se ha ido generando entre las campañas de Kast y Matthei, sabedores sus dirigentes de lo que está en juego en estas próximas semanas. Con todo, cabe reiterar lo obvio y que en el fragor de la disputa política parece a veces olvidarse. Está en el mejor interés del país, que requiere con urgencia un cambio en la orientación y gestión de las políticas públicas, que la legítima competencia entre las candidaturas de Kast y Matthei no se desborde con ataques, descalificaciones personales -como lamentablemente ha vuelto a ocurrir en estos días- y termine debilitando no solo la opción de quien, en definitiva, pase a segunda vuelta, sino sobre todo dándoles argumentos a los adversarios para comprometer la gobernabilidad del futuro gobierno. Las diferencias que hay entre sus proyectos, los énfasis que desean relevar y las formas de hacer política, si bien importantes, son sustancialmente menores que las existentes con la izquierda que hoy representa al oficialismo.
Además, cualquiera de ellos que gane, Kast o Matthei, necesitará indefectiblemente al otro sector para conformar gobierno -algo mucho más evidente si triunfa Kast, dada la falta de equipos suficientes con la experiencia para asumir las diversas tareas de Estado- o, al menos, para sacar adelante sus proyectos en el Congreso. En tanto, un fracaso del próximo gobierno, cualquiera de ellos que lo lidere, solo fortalecerá a los sectores de izquierda en la oposición.
Regalos a la izquierdaPor ello, sería una irresponsabilidad mayor que los candidatos, partidos y los comandos permitieran que el tono de la disputa siga escalando en descalificaciones, entregándoles en bandeja argumentos a los adversarios para paralizar y desestabilizar un futuro gobierno, como ya lo hicieron con gran éxito en la última administración de Sebastián Piñera. Muchos movimientos y organizaciones de izquierda -que convenientemente han bajado la guardia durante este Gobierno- se aprestan a reactivar sus protestas en caso de ganar cualquier candidato que no sea de su sector, enarbolando en la calle las más diversas banderas. Estas agrupaciones escuchan ahora encantados esas declaraciones de que un candidato u otro no puede garantizar la paz social. Como si se les diera graciosamente la autoridad de que, más allá de los votos, son ellas las llamadas a dar legitimidad a un gobierno.
Ya hay adelantos de eso que podría suceder de ganar la oposición, una especie de muestra de fuerzas, en las recientes tomas universitarias y la violencia en algunos colegios emblemáticos, la reactivación en las calles de las demandas identitarias, etcétera. También el debate parlamentario parece haberse retrotraído a los peores períodos de la Convención (ver editorial arriba), con diputados de izquierda, por ejemplo, arremetiendo contra el modelo de desarrollo y contra "el extractivismo depredador", la industria forestal y la ya aprobada ley sobre "permisología", entre otras situaciones. Y el propio Presidente Boric, que hace un buen tiempo exhibe su peor versión, muy lejos de lo que se esperaría de un Presidente de la República que tiene que representar con sobriedad a todos los chilenos. Cada uno de sus actos en los últimos meses parece estar fríamente calculado para facilitar su aterrizaje como líder de la próxima oposición. Es cosa de mirar su agenda, las prioridades presupuestarias, los proyectos de ley anunciados, sus intervenciones en la campaña presidencial, sus "gustitos" en materia internacional, en que, sin embargo, no hay espacio para referirse al Nobel a Corina Machado (a más de 24 horas de su anuncio, solo se ha referido la Cancillería), entre otros.
De ahí que una agudización de la disputa entre las campañas de Kast y Matthei sea una señal de extravío, una distorsión de las prioridades que puede costar demasiado caro.