Sábado, 08 de Noviembre de 2025

¿Burbuja tecnológica?

ChileEl Mercurio, Chile 7 de noviembre de 2025

La dinámica actual parece alejarse de lo que sería un caso clásico de burbuja accionaria, aun sin desconocer la existencia de riesgos.

El importante aumento del valor accionario de algunas de las principales empresas tecnológicas del mundo está siendo seguido en detalle por los inversionistas. El caso de las "magníficas siete" es ilustrativo. En 12 meses, la acción de Apple ha aumentado más de un 20%, lo mismo que las de Microsoft y Amazon. Meta ha crecido sobre 34% y Alphabet (Google) más de un 50%. Por su parte, quienes compraron Nvidia y Tesla hace 12 meses han visto retornos cercanos al 58% y 75%, respectivamente. Esto ha impulsado fuertemente los índices bursátiles Nasdaq y S&P 500. El primero pasó de cerca de 18 mil a casi 24 mil puntos en el último año, mientras que el segundo lo hizo de 5.700 a sobre 6.800 en el mismo período.
Los fundamentos de esta dinámica, que ha alentado el apetito por riesgo de los inversionistas, se asientan en el potencial impacto de los avances tecnológicos recientes sobre los más variados ámbitos de acción. Así, por ejemplo, las proyectadas ganancias de productividad asociadas con la utilización de inteligencia artificial generan expectativas de que los flujos de caja futuros de las empresas sean mayores a los previamente anticipados, lo que se refleja inmediatamente en el valor de sus acciones.
Sin embargo, la fuerza y estabilidad del crecimiento bursátil está instalando dudas en cuanto a la posible configuración de una burbuja accionaria, esto es, una circunstancia en que no existen sustentos, más allá del ímpetu de los inversionistas, para justificar los valores del mercado. Los ajustes de precios observados en estos días han acrecentado esa interrogante.
En este sentido, no son pocos los que apuntan a una similitud del fenómeno actual con lo vivido a partir del 10 de marzo del 2020, con la "burbuja de las punto com". En ese momento, marcado por el boom de empresas tecnológicas, el índice Nasdaq superaba los 5.000 puntos. Sin embargo, la combinación de pérdidas en las empresas, sospechas de fallas de mercado y una tasa de interés al alza cambió velozmente la percepción de los agentes, los que, al deshacerse de sus acciones, derrumbaron el mercado durante meses: luego de dos años de caídas, se estima que la pérdida de capitalización bursátil superó los 5.000.000 millones de dólares. Previo a dicho colapso, la ratio precio-ganancias (CAPE) del S&P 500 se ubicaba en cerca de 43 puntos. En la actualidad, el mismo indicador alcanza un valor de 39,9, lo que ha generado alerta.
Por cierto, no existe certeza respecto de la existencia de una burbuja sino hasta su explosión. Por lo mismo, se hace necesario entender qué hay tras la evolución accionaria reciente y qué la sustenta.
En primer lugar -y es una diferencia clave respecto de lo observado hace más de dos décadas-, parte importante de las empresas que han liderado el alza bursátil están teniendo grandes flujos de ingresos. Amazon y Apple, por ejemplo, sorprendieron a los mercados durante la presentación de resultados en el tercer trimestre, y en el caso de la firma de Jeff Bezos, registró ingresos por US$ 180.000 millones, superando en US$ 3.000 millones las expectativas del mercado. Ello ha hecho que otros indicadores que en el pasado anticiparon burbujas hoy no muestren un comportamiento preocupante. Adicionalmente, el análisis de los resultados en otros sectores de la economía (servicios y financiero, por ejemplo) sugiere que, efectivamente, la nueva ola de innovación tecnológica está ya generando ganancias de productividad relevantes. Y a todo lo anterior se suma el impulso de las inversiones en infraestructura y energía, necesarias para sostener lo que se considera será una creciente demanda por análisis de datos en todo el mundo.
De este modo, la dinámica actual parece alejarse de lo que sería un caso clásico de burbuja accionaria, y los ajustes de los últimos días podrían entenderse, más bien, como correcciones tal vez incluso saludables. Aunque, por supuesto, eso no implica desconocer la existencia de riesgos. Uno de ellos es el financiamiento circular que parece estar alentando el precio de las acciones: transacciones dentro de círculos cerrados de empresas, algunas de ellas de gran visibilidad, pueden dar lugar a utilidades autosustentadas, sin necesariamente generar valor económico. Esta posibilidad requiere atención, pues puede ser una fuente de nerviosismo, con el potencial de remecer los mercados globales.
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