Domingo, 09 de Noviembre de 2025

El rito de la muerte en Ciudad de México

ChileEl Mercurio, Chile 9 de noviembre de 2025

No se vuelve a tener la misma relación con la muerte después de presenciar los ritos y festejos del Día de Muertos en México, una tradición prehispánica que se perpetúa hasta hoy. Ya sea en su capital o en pueblos más pequeños, aquí la muerte se celebra, como lo acabamos de vivir hace unos días. Texto y fotos: Marilú Ortiz de Rozas, desde México .

"V iva la vida", escribió Frida Kahlo, ocho días antes de morir, en su última pintura (1954), un bodegón con vibrantes sandías rojas. Se conserva en la Casa Azul , donde residió buena parte de su existencia, hoy un fascinante museo sobre su vida, obra y muerte ubicado en Coyoacán, en el sur de Ciudad de México.
Allí es donde concluimos nuestro recorrido por las festividades del Día de Muertos, y no es azar, pues esta sentencia representa bien el sentir de los mexicanos respecto de la muerte. Porque para ellos la vida no acaba cuando el corazón deja de latir, sino que los seres queridos vuelven a visitar a sus familiares, que preparan el encuentro durante estas fervientes celebraciones, que rebosan de humor. Altares por doquier, espectáculos, música, desfiles multitudinarios, disfraces y conmemoraciones atraen a cientos de personas de distintos lugares del mundo a la capital de México, hipnotizados por este carnaval de la muerte que es un canto a la vida.
Es el caso de Lynese García, una abogada portorriqueña de Nueva York que conocimos el día anterior, caminando por el Paseo Reforma . Ella iba primorosamente vestida y pintada de Catrina (mujer calavera) y luego de la primera foto nos pusimos a conversar. Nos contó que había venido a aprender de los mexicanos su relación con la muerte, porque su novio falleció de forma trágica tres años atrás.
"Al comienzo estaba enojada con Dios, pero hoy estoy aquí para contagiarme de la alegría con que los mexicanos enfrentan la muerte. Los admiro mucho", reveló emocionada.
Junto a Lynese seguimos recorriendo Reforma, pasando entre cientos de Catrinas humanas y las representadas en grandes esculturas, que adornaban esta avenida emblemática, uno de los epicentros de los festejos que tuvieron lugar la semana pasada.
Fuimos juntas también a la casa de Frida Kahlo, donde anotamos otra frase genial de la famosa artista: "Pies para qué los quiero, si tengo alas pa' volar". La amputación de uno de sus pies no le impidió encumbrar su arte y su espíritu, e irradiar su fuerza vital.
Terminar allí fue un buen cierre, lo decíamos. Pero, en rigor, nuestro recorrido había empezado donde comienza todo: en el mercado. Gloria Esperón, la buena amiga de un buen amigo (es decir, alguien que no me conocía en persona), me pasó a buscar apenas aterricé en esta bella ciudad. Alcancé a dejar la maleta en el hotel y partimos con su mamá y su hermana a comprar flores y adornos al Mercado Jamaica , uno de los más grandes de México, y un espectáculo en sí mismo. Por suerte fuimos el jueves en la mañana, porque si avanzábamos a empujones, ya a partir de la tarde no se podía caminar. Había de todo para las ofrendas, desde el famoso papel picado de colores, pan de muerto (sabroso), Catrinas de distintos tamaños, calaveras de todos los colores y materiales, y por supuesto, toneladas de cempasúchil, la flor que desde la época prehispánica se usa para adornar altares y sepulturas. Se cree que su aroma y color (naranja y también morado) iluminan las almas de los difuntos para ir hasta su altar, donde los familiares los esperan con la comida que les gustaba.
En el mercado había simpáticas representaciones de animales, pues a ellos también se les recuerda en estos días, como a los dos perros "ya dormidos" de la hermana de Gloria.
A cada día su difunto
En medio de la algarabía, una de las floristas de mercado, Gerarda, nos explicó que hay un día para cada tipo de difunto. El primero es para los muertos en desgracia, el día 28 de octubre.
"A ellos los ponemos en el altar primero, como a mi hijo, que falleció a los 40 años en un accidente, pero estoy tranquila, sé que está muy bien. El 31 le haré el altar a mi madre, que trabajó conmigo, aquí, en el mercado, hasta no hace mucho. El día 1 de noviembre es para los niños, y el 2 para todos los otros difuntos", nos explicó Gerarda.
Ella asegura que sus seres queridos vienen de visita por 24 horas, llegan a las 6 de la tarde hasta el día siguiente, aunque el horario y días pueden variar. "Se siente su presencia", dijo Gerarda, cuyos preciosos ramos partían como pan caliente, mientras seguían llegando decenas de camiones con flores frescas.
Ayudé a cargar las cempasúchil, frutas y otras delicias en el auto; y luego nos pasaron a dejar a otro mercado fabuloso, el de artesanías de La Ciudadela . Allí, la variedad, colorido y calidad de las piezas creadas en todo México era asombrosa. Mareada, solo compré los corazones barrocos en hojalata que elabora Luis Sosa, artesano de Oaxaca.
Seguimos caminando hacia el centro de la ciudad, que estaba atiborrada de personajes del Día de Muertos, entre los que se mezclaban algunos zombies de Halloween, aunque los mexicanos aclaran de entrada que su tradición no tiene nada que ver con esa. La suya tiene sus orígenes en la época prehispánica, como pudimos apreciar en los ritos funerarios de sus pueblos originarios, cuyos tesoros se conservan en el fastuoso Museo Nacional de Antropología . Allí es donde mejor se entiende su relación con la muerte. Dentro de lo que no se puede dejar de ver, está la impresionante máscara funeraria de jade del señor de Pakal, así como la tumba de este importante gobernante maya de Palenque.
Pero los ritos mortuorios eran muy diferentes en otras regiones, como supimos unos días antes en Baja California, donde habíamos estado gracias a una invitación del Fideicomiso de Turismo de Los Cabos y Copa Airlines. Paseando una noche por la encantadora ciudad de San José del Cabo, nuestro guía, Cristián Sandoval, nos contó que el pueblo Pericú acostumbraba a enterrar a sus muertos en la playa: "Venían a desenterrarlos cuando quedaban solo los huesos, entonces los pintaban de colores y los llevaban a sus casas para conversar con ellos. Cuando llegaron los españoles, les dijeron que no debían desenterrar a sus muertos, y les trajeron papel chino (se parece al de volantín), para que los representaran. Los colgaron en guirnaldas, y así vuelan al viento, como sus almas".
La relación de los mexicanos con la muerte es digna de estudio, y a eso vino el artista y académico chileno Rodrigo Bruna, quien acaba de lanzar aquí Ars moriendi , una publicación conjunta con otros académicos chilenos y mexicanos, donde se reafirma que "Para el mundo mesoamericano precolombino, la muerte no era una ruptura...".
Siguiendo el recorrido por el centro de Ciudad de México, encontramos maravillosos altares en casi todos los edificios públicos, destacando los del Museo de Arte Popular , del Palacio de Bellas Artes , del Museo San Carlos -donde se montó una increíble exposición de arte mortuorio llamada El Beso de la Muerte -, del templo de San Francisco -con una calavera/cura celebrando misa-, y del Museo Mural Diego Rivera .
En este último entendimos el origen del personaje de la Catrina, pues es la figura central del impactante mural de Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central " (1947), de más de quince metros de largo. Esta mujer calavera da la mano a Diego Rivera y al brazo a José Guadalupe Posada, el ilustrador que creó la Catrina. Con humor, Posada plasma la muerte y una sátira social, pues las clases altas menospreciaban sus raíces; y esta mujer calavera vestida de gala se volvió un emblema del Día de Muertos.
Terminamos la jornada en El Mirador , una cantina con música en vivo donde bailaban algunas parejas, mientras nosotras probábamos chilaquiles y otros platos típicos incendiarios. Nunca le crean a un mexicano cuando dice que la comida no está picante.
Ruinas, zócalo, desfile
La mañana siguiente fuimos en micro al sitio arqueológico de Tlatelolco , ciudad fundada alrededor de 1338 por los tlatelolcas, grupo mexica (azteca) que se separó de los tenochcas, quienes erigieron México-Tenochtitlan, capital del imperio. Quedan aquí las ruinas de un antiguo mercado, ante las cuales levantaron altares alusivos, y el mal recuerdo de una matanza de estudiantes en 1968.
Volvimos luego al corazón de la urbe: el Zócalo o Plaza de la Constitución , donde nos recibió una ofrenda monumental en homenaje a las diosas prehispánicas y en conmemoración de los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán. La grandiosa instalación frente a la Catedral incluía portentosas figuras de las diosas y de Huitzilopochtli, patrón de los mexicas, dios del sol y de la guerra, todo en medio de más de cien mil flores de cempasúchil.
A medida que caía el sol, nos fuimos acercando al escenario donde asistiríamos a la ópera fílmica Cuauhtemoctzin , de Samuel Maynez. La historia evoca los recuerdos de Ysabel, hija de Moctezuma y esposa de Cuauhtemoc, quien fue obligada a casarse con españoles tras la captura y muerte de su amado. Se calcula que cinco mil personas presenciaron la inolvidable función en esta plaza, donde en febrero pasado se celebró un funeral de estado para Cuauhtemoc, el último gobernante supremo o tlatoani mexica, a 500 años de su ejecución.
Fue difícil escoger, porque también se presentaba un espectáculo sobre la leyenda de La Llorona en los canales de Xochimilco , y el Ballet Folclórico de México en Chapultepec , entre otros. Pero en una ciudad tan grande como esta hay que reducir los desplazamientos, en especial en festejos tan concurridos.
Al día siguiente, el sábado, fue el desfile del Día de Muertos. Fui temprano a ver cómo se alistaban los carros alegóricos, bailarines, autos, comparsas, Catrinas, zanqueros y organizadores en el Bosque de Chapultepec. Allí comenzó una larga y alegre procesión que desfiló por la avenida Reforma, y concluyó en el Zócalo, con gran fanfarria
Gloria partió, como todos los años, a ayudar a preparar el altar familiar, y se reunieron el domingo en el cementerio. En medio de las sepulturas, muchos deudos instalaron mesas, ofrendas y también bandas de música y mariachis como para hacer bailar a los habitantes de los nueve cielos. Por respeto, yo solo miré de lejos el camposanto y me fui, tras visitar la Casa Azul, a la iglesia de Coyoacán , para recordar a los muertos míos.
Me devolví al Ángel de Reforma en uno de esos buses descubiertos, cruzando buena parte del sur de la ciudad, y al anochecer partí al aeropuerto. Agotada, pero con el alma plena, solo quedaba desearle larga vida al Día de Muertos en México, y grabarse las palabras del gran sabio y poeta Nezahualcóyotl, tlatoani de Texcoco, que estaban iluminadas por el viento en la ofrenda del Zócalo: "Como una pintura nos iremos borrando. ¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar sobre la tierra? Dejemos al menos flores, dejemos al menos canto".
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