La otra ‘genialidad’ de Petro
Cuarenta años después de la tragedia del Palacio de Justicia, Colombia revivió una de sus heridas más profundas
Cuarenta años después de la tragedia del Palacio de Justicia, Colombia revivió una de sus heridas más profundas. Cada año esta conmemoración nos devuelve al episodio más desmesurado y doloroso de nuestra historia reciente. Por eso, llamar "genialidad" a la toma del M-19, como lo ha hecho Petro, es un agravio a las víctimas, a la historia y, sobre todo, a la única paz verdaderamente exitosa que este país ha logrado construir, la paz con el M-19. No hay genialidad posible en un acto que costó la vida de más de un centenar de colombianos, entre ellos once magistrados de la Corte Suprema de Justicia. La tragedia del Palacio fue una catástrofe nacional. Pero más grave aún que la frase es lo que ella revela: la persistencia del Presidente en exaltar los episodios de violencia del M-19 y su resistencia a reconocer que lo único que podría reivindicarse de ese movimiento no es su guerra, sino su paz. Porque sí, hubo un proceso de paz exitoso con el M-19: esa guerrilla dejó las armas, pasó a la vida civil y permitió, en buena medida, que la Constitución de 1991 viera la luz. La opinión pública lo rodeó con más de un 80 por ciento de favorabilidad y los partidos políticos de la época -liberal y conservador- lo acogieron casi con unanimidad. Ese proceso fue un puente hacia una Colombia diferente. La desmovilización del M-19 hizo posible, en su momento, una reconciliación, un tránsito de las armas a las ideas y, sobre todo, la gestación de la Constitución de 1991. No podemos olvidar que, en 1991, a solo seis años de la tragedia del Palacio, los colombianos, en un acto de perdón democrático y de genuina reconciliación, eligieron a diecinueve miembros de la lista del M-19 a la Asamblea Nacional Constituyente. Fue allí donde Colombia dio un salto hacia la democracia participativa y el pluralismo político. Esa paz fue posible porque hubo un acto de humildad, de reconocimiento del daño y de apuesta por la vida civil. Fue un proceso que cerró una guerra, dignificó la palabra y, durante treinta y cinco años, ha sido símbolo de que la reconciliación sí es posible. Usurpar esa historia para seguir justificando con ella la violencia, para desconocer cínicamente el inmenso dolor de las víctimas es traicionar ese legado. Las declaraciones del Presidente han tenido un efecto inmediato y peligroso: reabrir un debate que parecía superado. Que hoy se esté discutiendo sobre los indultos y amnistías otorgados al M-19 y se cuestione la legitimidad jurídica y moral de un proceso que, con sus imperfecciones, dio estabilidad al país y permitió que antiguos combatientes participaran en la vida democrática sin volver a las armas es la consecuencia directa de esta "genialidad" de Gustavo Petro. La reconciliación solo puede sostenerse sobre la verdad y el arrepentimiento. Por eso es tan grave que quien fue beneficiario de ese proceso de paz prefiera reivindicar la violencia que honrar la paz. No hay mayor ingratitud política ni moral. El M-19 cometió graves crímenes que nadie puede negar. Lo correcto, para quienes alguna vez militaron en sus filas, no es justificarlos sino asumirlos con arrepentimiento y pedir perdón. Lo que no puede aceptarse es que el Presidente de la República glorifique el hecho más atroz de aquella guerra y que hable de "genialidad", como si lo ocurrido aquel 6 de noviembre hubiera sido un episodio más de una serie de Netflix. El Presidente no puede usar la dignidad de su cargo para confundir a las nuevas generaciones que conocen tan poco de la historia nacional. Pero lo que sí debería ocupar nuestra reflexión, sin miradas revanchistas y descontextualizadas del pasado, es cómo reparar las asimetrías que esa paz dejó abiertas: los guerrilleros indultados y reincorporados, frente a militares que aún purgan condenas por los mismos hechos.
Glorificar la paz, no la violencia
Viviane Morales Hoyos