Calidad democrática
La primacía del derecho sobre la voluntad, de las formas procesales sobre el fondo, es la victoria de la civilización sobre la barbarie.
La democracia, al igual que la libertad, debe ser cuidada todos los días.
Nunca se puede aflojar en el camino de velar por ella.
Parte importante de cuidar de la misma es la que hace a las formas en que los actores políticos se relacionan entre ellos.
Y esto va desde las relaciones interpersonales de los electores y los elegidos, a las que mantienen los diversos jugadores del universo político.
Ser considerado con los demás en las relaciones políticas siempre rinde, porque la consecuencia directa es el mejoramiento del sistema.
Esto se logra por varias vías, mientras cada uno trata de hacerse con el poder.
La primera es la de las relaciones individuo - individuo. La segunda la de los vínculos partido - partido. Y la tercera la del cuidado de los contenidos y los mensajes.
El ingrediente básico de la política es la realidad. No tiene la misma otra materia prima.
Algo tan sencillo, y a la vez tan complejo como es el ejercicio de esta noble profesión debe ser acompañado siempre por el sentido común.
Porque la primera agresión a la democracia es aquella que pretende imponer por acción o por omisión algo reñido con la lógica y el bien común.
Por ejemplo, ¿qué sentido tiene promover o acompañar manifestaciones contra Israel, cuando el mismo ha actuado en el uso amparado por la ley internacional de la legítima defensa? ¿qué objeto tiene no condenar las atrocidades de regímenes totalitarios que oprimen a sus pueblos? ¿Por qué razón se critica al único presidente de una de las súper potencias que ha llegado a su cargo mediante elecciones legítimas y serias?
Es válido criticar al gobierno anterior, pero ¿Por qué se lo hace sobre postulados que no son ciertos?
Uruguay es una isla de libertad y democracia. Felizmente vivimos en este estado de virtud -el más extenso de nuestra historia- desde hace cuarenta años.
Proteger y promover este círculo virtuoso de democracia es una tarea que atañe a todos los partidos políticos, y a todos los políticos.
Deberíamos ver con pavor los ejemplos de deterioro democrático que nos exhibe el mundo, para caer en la cuenta de que cuando los países comienzan a derrapar en la pérdida de los valores de la democracia, la caída de la institucionalidad es muy difícil de parar.
Lo jurídico siempre debe estar por encima de lo político.
Y esto no es una máxima elaborada en contraposición a su antítesis, sino que debe ser entendida como homenaje y continuación de los valores que nos marcaron los padres de la patria.
Porque, sobre todo para los blancos, nos resulta muy caro aquello de "Defensores de las leyes".
La primacía del derecho sobre la voluntad, de las formas procesales sobre el fondo, es en definitiva, la victoria de la civilización sobre la barbarie.
No podemos dejar que las modas de crispación política que vienen de los diversos rincones del globo hagan nido en nuestro país.
En ese sentido si nos convendría sacar a relucir al uruguayo conservador y receloso de los cambios que todos llevamos dentro y ponerlo en guardia.
Vigilante de todo aquello que conlleve un trato áspero con el adversario.
Podemos ser duros con las ideas, pero teniendo en claro que cuidar a la democracia es una obligación fundamental.
Porque en definitiva no es otra cosa más que cuidarnos entre todos.