Qué hay detrás de Shein y Temu: China, ¿oportunidad o amenaza para la Argentina?
La ciudad de Shanghái impresiona por su desarrollo (foto, gentileza Alberto Patrón)
Shanghái
La ciudad de Shanghái impresiona por su desarrollo (foto, gentileza Alberto Patrón)
Shanghái.- La mesa giraba en el elegante restaurante de Nanjing, una de las antiguas capitales de la dinastía Ming. Mientras los platos con hojas de crisantemos y raíces de apio, el pato a la pekinesa troceado con azúcar rosada y la carne australiana braseada, entre otros muchos sabores ajenos, daban vueltas y se servían junto a tres tipos de té, el joven empresario chino de un gigante tecnológico miró a su par argentino y afirmó en un inglés casi perfecto: "Ya no pensamos tanto en trenes, rutas o edificios. Para China, estamos en la era de la nueva infraestructura". Traducido: la capacidad de procesar datos en tiempos de IA.
A unos 300km -una hora de tren rápido que corre a 350km/h y cuesta US$31,5-, casi en el límite de Shanghái con otras dos ciudades, Huawei inauguró un campus -construido en tres años- de 160 hectáreas para 24.000 empleados. El 64% tiene un máster, un 10% un doctorado y la mayoría un promedio de 31 años. La firma privada -los dueños son sus empleados- invierte en investigación y desarrollo más del doble que, por ejemplo, 3M (6% o 7% de los ingresos) y tiene el foco puesto en el "game changer", la IA.
En el campus más grande de la firma en China -hay unas 5000 casas para estudiantes y un moderno tren naranja transporta a los empleados de punta a punta- trabajan en devices (celulares y otros), soluciones para autos, cloud computing y digital power . Se anticipan al 6G - llegaría en unos cinco años- y se desarrollan súper chips, data centers, sensores, conectividad y plataformas para nuevos modelos de IA orientados a ciudades inteligentes, análisis del clima, riesgo crediticio o cualquier actividad que quiera bajar sus costos.
"China se les escapó en la carrera tecnológica", explicó a LA NACION un diplomático cuando analizó la posición defensiva, a través de altos aranceles, que inauguró el segundo gobierno republicano de Donald Trump en los Estados Unidos y la segunda guerra comercial y tecnológica entre las dos superpotencias en pocos años. Sin embargo, tales medidas -creen los empresarios chinos- terminó fortaleciéndolos. Por caso, a Trump, contó uno a este medio, le dicen risueñamente "Jian Guo", que se traduce en "Construyendo país". Es que las barreras iniciales que impuso el presidente de EE.UU. en su primer mandato impulsaron a China a fomentar más autonomía. Un ejemplo: en 2019, una orden ejecutiva de Trump prohibió que los celulares de Huawei usaran Android (Google) e IOS (Apple). La decisión golpeó a la firma china, que debió desarrollar de cero su propio sistema operativo. HarmonyOS es usado hoy por más de 1000 millones de usuarios. Para el empresario chino, el apodo a Trump tiene como trasfondo algo así como un Make China Great Again .
Quienes ven hoy a China con una mirada estratégica dicen que no puede entenderse a este país de casi 1500 millones de habitantes -el cuarto más grande del mundo con 9,6 millones de kilómetros cuadrados- sin enmarcar su presente y futuro en la carrera económica, tecnológica y militar (basta ver la puesta en servicio hace solo días atrás del portaviones chino Fujian), que lo enfrenta con los Estados Unidos. En ese contexto, se focaliza estratégicamente, y con extrema paciencia, en la autosuficiencia tecnológica y seguridad (minerales raros), y alimenticia. Se trata de una oportunidad para la Argentina, gran productor de alimentos. Claro que otro foco chino está puesto en su sobrecapacidad industrial, lo que es un desafío para el país, que sufre altísimos costos de producción. Hasta ahora, China fue usada -a través de importaciones de insumos, pero también de otros productos terminados- por el gobierno de Javier Milei para disciplinar precios, pero además para lograr que las empresas ganen en competitividad. Por aquello, la "amenaza china" volvió a ser un tema de debate en los pasillos de la conferencia industrial de la Unión Industrial Argentina (UIA) que celebró en estos días en el Centro de Convenciones porteño.
El auxilio financiero de Trump a Milei distanció a la Argentina de China. Incluso Karina Milei dejó de lado una gira que tenía estos días por Japón, Corea y China. Pero en este país son cautelosos y pacientes. Así tomaron las declaraciones de Milei en campaña -"no hago pactos con comunistas"- y también las del secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, para negarle a China infraestructura estratégica criolla, como la hidrovía, el 5G, la explotación de minerales raros o bases. Pero el gobierno libertario nunca traspasó aún la "red line" que China tiene para dividir el mapa entre amigos y enemigos: Taiwán. La ciudad de Shanghai (por Alberto Patrón)
Grandes diferencias
Distancia, cultura y política son quizás los obstáculos más grandes para ampliar el comercio. China está a 20.000 km de la Argentina y trabaja en el futuro (11 horas de diferencia hacia adelante). Cada vez se habla un poco más de inglés, pero menos de español. El chino, además de un sistema logográfico para la escritura (hanzi) tiene hasta cuatro tonos distintos por palabra -que cambian el sentido-, es complejo para usarse en una mesa de negociación.
En un país de partido único (el comunista, representado por la estrella mayor en su bandera), pluralidad y libertad de expresión restringidas (todavía se requiere de un E-sim virtual con VPN para acceder a sitios como Facebook o Gmail), y donde en una esquina puede haber -a la salida de la Ciudad Prohibida en Beijing- hasta 25 cámaras de seguridad controlando, la idea de libertad es muy distinta a la que rige en la Argentina. "La libertad, para occidente, implica que cuanto menos Estado más libertad. Siempre hay una tensión con las imposiciones estatales a los individuos. En China es al revés: hay libertad si hay un Estado que ordena la vida y garantiza la seguridad", cuenta un argentino que vive aquí.
Poner un pie en China es sinónimo de sorpresa. Llegar apabulla a cualquier iniciado. No por la escala, que es inconmensurable para cualquier economía, sino porque automáticamente despoja prejuicios tales como: "China sólo produce chucherías" o "China es comunista; nadie elige estar ahí". Van algunos números: en 2024, este país invirtió más de US$300.000 millones en tecnología, según Statista; ese año desembolsó US$120.000 millones en energías renovables (40% del gasto mundial), según BloombergNEF, aunque a veces puede aún mirarse en Beijing directo al sol sin problemas gracias a la nube de smog en el cielo; y tiene, nada más y nada menos, que más de 8 millones de autos eléctricos en circulación (un 35% del mercado automotor en 2025), según la International Energy Agency (IEA).
No es raro ver locales gigantes de H&M, Levis, Nike o Adidas, entre muchos otros, en Nanjing Road, la principal peatonal comercial de Shanghái. Marcas de lujo como Jimmy Choo, Loewe, Dior, Chanel, Cartier o Gucci, en el IFC mall de esa ciudad, la más cosmopolita de China. Pero la peatonal Wangfujing de Beijing -la ciudad sede de la política y el partido- no se queda atrás. Todas las primeras marcas mundiales pugnan por el consumo de los chinos. Con precios imposibles (por lo bajos) y la necesidad de regatear -una costumbre con calculadora en mano- los argentinos que llegan pasan sus QR de Alipay en el Mercado de la Seda y el Pearl Market. No hay uno que no decida comprar una valija para llevarse ropa regalada. Una campera -¿imitación?- de la marca suiza ON puede salir US$40 ($60.000); un sweater de mujer de marca, US$15 ($20.000); un cargador para celular, US$7 ($10.000). Luego están los que se animan a un traje a medida que es entregado en el hotel en 24 horas. Lo que sí no se hallan, ni en su país de origen, son los Labubu de Pop Mart. "Sold out", dicen los carteles.
El PBI chino subió 4,8% en el tercer trimestre del año, una leve desaceleración, aunque los analistas esperaban un freno más abrupto. Pese a que crecen, el consumo interno y la inversión se ralentizaron y la economía sigue empujada por la producción industrial y las exportaciones. Y a pesar de que la construcción sigue siendo un factor de presión para su economía, no es raro ver pilotes y pilotes para nuevas autopistas en las afueras de las grandes ciudades.
La Argentina no se puede desacoplar de China: es el segundo socio comercial detrás de Brasil. Mucha de la soja -y derivados- o de la carne argentinas termina aquí. La balanza comercial llegó a ser deficitaria con Alberto Fernández y Cristina Kirchner en US$9300 millones. En 2024 cerró en US$5700 millones, con un comercio exterior no normalizado. Sin embargo, el acumulado de este año ya superó los US$6500 millones.
Detrás de Temu y Shein
¿Qué hay detrás del fenómeno Temu y Shein que puso en alerta incluso a los directivos de Mercado Libre en estos días? "Acá los unicornios argentinos son pymes", dijo una fuente que conoce el sector. Los chinos compran todo online. Si algo no les gusta, se devuelve y se acredita el dinero. Si en Shein o en Temu, una remera cuesta un tercio que en un local de la avenida Santa Fe, en Taobao -el portal de compras que usan internamente en China- puede costar un tercio de lo que se paga en Shein y Temu (principalmente por costos logísticos). Otros grandes jugadores en la escena comercial china son Alibaba, JD.com y Pinduoduo. Mercado Libre no opera en este país, pero los productos chinos llegan a la Argentina a través de la plataforma gracias a su sistema de Cross Border Trade (vía couriers privados). Dos chinas en Beijing (por Alberto Patrón)
Todo funciona desde el teléfono para los chinos. Nadie usa cash en sus ciudades, un mundo que festejaría Emmanuel Álvarez Agis y su propuesta de un impuesto al efectivo. WeChat -su WhatsApp, pero también billetera virtual- tenía 955 millones de usuarios activos mensuales en el tercer trimestre del año pasado. Alipay -la otra app multiusos china; incluso sirve para usar el Didi o alquilar bicicletas- suma 893 millones en el mismo período. Los pagos digitales eran 0% en 2011 y en 2024 llegan a un 89%. En 2011, el 64% de los chinos estaban bancarizados; el año pasado, ese porcentaje subió a un 95%. El volumen del comercio electrónico, según CNNIC, en 2024 sumaba US$2,1 billones. Para este año, se esperaba un alza de 10%. Unos 900 millones de usuarios transaccionan en plataformas.
La automatización total baja los costos de producción. En la terminal portuaria de Taicang Zhenhe en las afuera de Shanghái tenían en el pasado 80 empleados para manejar cuatro elevadores de containers . Actualmente, con una persona manejan diez. En un futuro, la aplicación de la IA bajará ese número, dicen. Allí pueden verse aspas gigantes -123 metros- de Goldwind, la firma china productora de turbinas eólicas -líder en el mundo- cuya sede central está en las afueras de Beijing. En 2023, esa firma inauguró en Pingtan (Fujian) un monstruoso parque eólico offshore (en el mar) con la primera turbina en el mundo de 16MW. Goldwin está trabajando en el desarrollo de e-metanol con la integración de energía eólica e hidrógeno verde. Podría inaugurar su primera planta el año que viene en Mongolia Interior. En renovables, algo similar ocurre con el espectacular crecimiento que tiene la empresa Trina vendiendo paneles solares.
Otro ejemplo de baja de costos gracias a la tecnología: en una línea de producción de una fábrica de última tecnología de comunicación en Nanjing, por caso, 28 brazos mecánicos reemplazaron a 33 trabajadores mientras los AGV -vehículos guiados automáticamente, según las siglas en inglés- recorren los pasillos vacíos llevando piezas. Lo mismo ocurre en las cuatro plantas de BAIC, empresa estatal y una de las cinco más grandes automotrices de China, donde los autos son pintados y estampados por robots. En este país se fabrican 30 millones de autos al año (tres de cada diez autos que se producen en el mundo). El 50% de las nuevas ventas aquí son de eléctricos (los que tienen patente verde gozan de incentivos fiscales). Su auto más barato puede conseguirse aquí por US$10.000.
El crecimiento de China se puede ver desde otro punto de vista también, a lo largo del tiempo. Hace 10 o 15 años, Hong Kong era el puerto de China. Hoy seis de los 10 puertos más grandes del mundo están en China continental. Entre los cinco bancos más grandes del mundo, hay cuatro chinos (el ICBC es el número uno global) y solo uno estadounidense (JPMorgan Chase). Este país representa el 25% del consumo de energía a nivel planetario y su participación en la producción mundial de manufacturas llega al 28,5% (US$4 billones). A una escala menor -si se puede decir eso-, Beijing tenía dos líneas de subte hace 30 años; actualmente tiene 29. El subte lo usan diariamente 10 millones de sus más de 20 millones de habitantes. Un pasaje cuesta entre 2 y 5 yuanes (entre $400 y $1000). No es tanto para una clase media que puede ganar salarios de entre 8000 y 15.000 yuanes (entre $1,6 millones y $3 millones) en las grandes ciudades. A nivel país, el promedio es de 5800 yuanes (unos $1.160.000) en el sector privado. En el público, el salario es el doble.
Como Trump con sus tarifas, el presidente chino Xi Jinping se anticipó al desbalance -la amenaza- que genera el proceso de apertura de su país. Por eso, creó la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE), que se celebró en Shanghai en estos días, para que sus inversores le compren a otras economías dando lugar a oportunidades. Hubo allí más de 4100 empresas intentando aprovechar el 14vo Plan Quinquenal del partido comunista, que prevé adquirir bienes y servicios por alrededor de US$15 billones.
Ese programa a cinco años se focaliza en semiconductores y chips, biotecnología, computación cuántica, 6G y telecomunicaciones, y materiales avanzados y tierras raras. En la mesa de Nanjing, mientras las delicias chinas giraban, y los empresarios chinos y argentinos debatían el presente comercial, de fondo resonaban las palabras del director ejecutivo del mayor diseñador de chips del mundo, Nvidia, Jensen Huang, en los últimos días. Por el subsidio a la energía, la menor regulación, y cierto "cinismo" occidental hacia el desarrollo de algunas tecnologías, "China va a ganar la carrera de la IA". Quizás ya lo hizo.