Una herida a la confianza
El reciente ataque incendiario que afectó a la Sociedad Agrícola Huenchuñir en La Araucanía, donde se destruyó una producción de semillas destinadas a la exportación, es mucho más que un acto de violencia rural
El reciente ataque incendiario que afectó a la Sociedad Agrícola Huenchuñir en La Araucanía, donde se destruyó una producción de semillas destinadas a la exportación, es mucho más que un acto de violencia rural. Es un golpe al corazón del trabajo agrícola chileno y a la credibilidad internacional que durante décadas hemos construido con esfuerzo, innovación y compromiso.
Las semillas quemadas no solo eran parte de una cosecha: representaban años de conocimiento acumulado, de aprendizaje técnico y de confianza de mercados como Canadá, Holanda o Suecia, que ven en Chile un socio estratégico gracias a nuestras condiciones agronómicas y climáticas excepcionales. Somos -o al menos aspiramos a ser- un país clave en la producción de semillas de contraestación, una ventaja comparativa única en el mundo. Pero ¿de qué sirve esa ventaja si no existe la seguridad mínima para producir?
Cada ataque, cada incendio, destruye no solo infraestructura y capital; destruye credibilidad. Los clientes extranjeros, que buscan estabilidad y cumplimiento, no invierten en países donde la incertidumbre reemplaza al Estado de Derecho. Lamentablemente, La Araucanía se está convirtiendo en un territorio donde el discurso político abunda, pero las soluciones concretas escasean. Las promesas se repiten, los diagnósticos se reciclan, pero los agricultores siguen solos, mirando cómo con un simple fósforo se evaporan años de trabajo.
Primero fueron los productores cerealeros, luego las empresas forestales, y ahora las productoras de semillas. ¿Qué sigue? ¿Esperaremos a que se queme todo el sur antes de reaccionar? Es inaceptable que un país que sueña con ser potencia agroalimentaria no sea capaz de garantizar lo más básico: la seguridad de quienes producen alimentos, generan empleos y sostienen las exportaciones agrícolas.
Hoy los candidatos presidenciales tienen la obligación moral y política de mirar la agricultura no solo como un sector productivo, sino como un pilar estratégico de desarrollo. Chile no puede proyectarse al mundo como un país moderno y confiable si permite que la violencia ahogue el campo.
No se trata de pedir favores, sino de exigir certezas. La agricultura chilena necesita paz, seguridad y respeto. Sin eso, no hay semillas, no hay exportaciones, no hay futuro.