La crisis es humanitaria

Esto no cambia. O sí, pero para peor. Vamos de rabo pa’l estanco, decían antes. Perdón por lo de estanco. Es odioso el pesimismo, que es desaliento espiritual, pero aquí cada semana hay una noticia dolorosa, un escándalo que involucra a miembros del Gobierno, al propio Presidente, que golpea a las instituciones, a la gente y al país. Fíjense no más, como dijo, no solo Cantinflas, sino al que lo pisaron; la salud está en cuidados intensivos, casi todos atendidos por la doctora tutela, comprando los medicamentos; el desorden público in crescendo, como los grupos criminales; el presidente en la Lista Clinton, sin tarjetas y perdiendo crédito; sus altos y bajos funcionarios salpicados por la Unidad Nacional para la Gestión de Riego de Dineros (UNGRD) y con el agua el tope por volarse los topes electorales, o acusados de infiltraciones… La corrupción, vivita y robando. El servicio exterior en camino de ser debilitado, con embajadores, no de carrera, sino a la carrera. Vamos de regular en peor. Aunque, en medio de todo, funciona la justicia como un faro en esta larga noche. Y en tal panorama, cuando ya suenan las campañas y campanas de Navidad, es imposible no pensar en la crisis humanitaria que se vive en nuestra querida Colombia por el conflicto armado. Según un informe de Juan Diego Torres, en este diario el lunes pasado, solo hasta agosto la Cruz Roja había atendido a 191.658 víctimas directas del conflicto, esto es, 798 personas diarias; esto es, 36 % más que en 2024; esto es una tragedia. En total, por distintos flagelos, la Cruz Roja ha atendido este año a 2’444.308 personas. Es la peor crisis humanitaria desde el 2016, cuando se firmó el acuerdo de paz con las Farc, al que faltó voluntad de los gobiernos siguientes para su implementación. Ha crecido el número de personas afectadas por drones, ladrones, artefactos explosivos y minas antipersonales. Son cientos los civiles muertos y heridos, entre ellos muchos menores de edad, aparte de los que son reclutados por los grupos criminales. Y son graves el confinamiento y el desplazamiento forzado. Una tragedia que en las grandes ciudades casi es ignorada. Son miles las familias que no tendrán pesebre en sus casas, tal vez ni casas, que desgraciadamente tendrán amarga Navidad, con poca natilla o tamal porque esto ta mal. Muy mal. Y por si faltara algo, el Comité Internacional de la Cruz Roja reducirá recursos para nuestro país en 2026. Ojalá lo reconsideren. La Cruz Roja aquí es la mano de la esperanza. Así que, señores candidatos, de derecha, de izquierda, de centro y padentro, el asunto es de orden público, de salud, pero sobre todo es humanitario. Es la gente trabajadora, a la que le han quitado sus bienes, que tiene muchas veces que vivir de la caridad. Qué injusticia. En Norte de Santander, en Chocó, en Valle, en Cauca, en Nariño, hay miles de compatriotas que claman la mano del Estado, con más soluciones que alocuciones. No los dejemos solos. Qué país el nuestro, rico, bañado en aguas, pero también bañado en sangre y con montañas de odio. Pero tenemos que ser capaces de enderezar el rumbo. Por ahora hay una avalancha de candidatos a la presidencia. Unos se creen reyes magos y prometen oro e incienso. Otros, ni mirra. Pero se necesita unidad y grandeza y pensar en el país. Necesitamos elegir a un presidente o presidenta, un estadista que marque distancia con quienes azotan al pueblo. Por ahora, por este mes, alguien que se vuele los topes de bondad y comience una campaña para que los desplazados y confinados tengan una Navidad digna, que sepan que no están solos. Volviendo a Cantinflas, recordémoslo cuando comentó: "Como decía Napoleón: al que parte y reparte le toca su Bonaparte". La gratitud. Y señores violentos: ¿será que son capaces de liberar a los menores y no echar pólvora, esa que quema vidas, y permitirnos al menos un mes en paz? ¿Será? luioch@eltiempo.com
El Arca de Noé
Luis Noé Ochoa