La lección del caso de Airbus
En cuestión de días, Colombia pasó de enfrentar una posible crisis aérea a recuperar con relativa normalidad la operación de los Airbus A320
En cuestión de días, Colombia pasó de enfrentar una posible crisis aérea a recuperar con relativa normalidad la operación de los Airbus A320. La decisión de suspender temporalmente su actividad, motivada por una alerta técnica del fabricante, generó preocupación en un país donde la conectividad es un activo económico. Pero el episodio terminó dejando una lección más valiosa que el susto inicial: cuando el sector público y el privado trabajan coordinados, sin ruido político y con criterios técnicos claros, las cosas funcionan mejor y con mayor rapidez. La Aerocivil actuó con prudencia y disciplina. Decidió revisar los equipos, activó los protocolos necesarios con las aerolíneas y mantuvo comunicación constante con Airbus y con la autoridad europea EASA para recibir información actualizada. Las compañías respondieron reacomodando rutas, ajustando flotas, reforzando sus equipos técnicos y poniendo en marcha planes de manejo de usuarios para disminuir la afectación. Los especialistas de ambas partes hicieron su trabajo sin presión mediática, siguiendo estándares internacionales y priorizando la seguridad operacional en cada etapa del proceso. En un país donde la injerencia política contamina con frecuencia las decisiones técnicas, este episodio contrastó con la tendencia reciente de improvisar o de convertir cualquier discusión en un campo de batalla ideológico. En este caso no hubo culpables fáciles ni anuncios grandilocuentes. Hubo comunicación, cooperación y un objetivo común: resolver el problema con la mayor celeridad posible y sin comprometer la seguridad aérea. El resultado fue evidente. Lo que pudo haber tomado semanas se resolvió en pocos días, evitando un golpe costoso para el turismo, el comercio y la logística nacional. El transporte aéreo es un motor silencioso de la economía. Cada día de restricción masiva puede representar pérdidas millonarias por cancelaciones, reducción del turismo, retrasos en cadenas logísticas y menor productividad. La rapidez en la respuesta fue más que un alivio operativo. Fue un mensaje de confianza para los usuarios y la economía. La decisión del regulador, respaldada por evidencia técnica y acompañada por la industria, evitó que el incidente escalara hacia un problema mayor que afectara la temporada alta y el cierre del año. Queda una lección institucional. No se trata de que el Estado sea complaciente con las empresas ni de que estas dicten la agenda de la autoridad. Se trata de reconocer que la regulación moderna requiere cooperación, intercambio de información y procedimientos estandarizados. La vigilancia es más efectiva cuando se ejerce con conocimiento técnico y con diálogo, y no con desconfianza permanente. En aviación, como en tantos otros sectores estratégicos, la certidumbre es un activo. Reglas claras e interacción fluida permiten reaccionar mejor ante lo inesperado, proteger a los usuarios y cuidar la competitividad. En tiempos en que se discute el rumbo institucional del país, vale la pena recordar que no todas las historias son de tensión o retroceso. A veces lo que funciona pasa desapercibido. El episodio de los Airbus mostró que Colombia cuenta con capacidades técnicas, operadores serios y reguladores dispuestos a actuar con responsabilidad. Debería ser la norma y no la excepción. Las crisis, incluso las que no se materializan, son oportunidades para aprender. Y esta dejó una enseñanza simple: cuando cada actor hace lo que le corresponde y la política no interfiere, el país avanza con mayor claridad y mejores resultados.