Sábado, 06 de Diciembre de 2025

La economía oceánica de triple rentabilidad

Costa RicaLa Nación, Costa Rica 6 de diciembre de 2025

Invertir en una economía azul resiliente y sostenible ofrece inmensos beneficios ambientales, sociales y financieros.

Cuando los inversores deciden dónde invertir su dinero, se plantean preguntas fundamentales sobre la naturaleza de la oportunidad, sus riesgos y la rentabilidad esperada. En el caso del océano, la respuesta a la última pregunta es especialmente convincente: invertir en una economía azul resiliente y sostenible ofrece inmensos beneficios ambientales, sociales y financieros.

Históricamente, se ha considerado al océano como un recurso de libre acceso donde se puede pescar, perforar, contaminar y al que, en última instancia, se puede olvidar. Esta visión obsoleta es peligrosa y costosa. El océano es el mayor sumidero de carbono del mundo, un foco de biodiversidad y un regulador del clima que sustenta los sistemas alimentarios, el crecimiento económico y la estabilidad climática. Por lo tanto, impulsar soluciones regenerativas para los océanos proporciona una protección contra la inestabilidad sistémica, al proteger una de las fuerzas estabilizadoras más poderosas de la Tierra.

Si bien los ecosistemas marinos saludables son activos económicos productivos que se revalorizan con el tiempo, siguen estando muy infravalorados. Según el informe La economía oceánica hasta 2050 de la OCDE, la economía oceánica se ha duplicado en términos reales entre 1995 y 2020, cuando aportó 2,6 billones de dólares al PIB mundial y dio empleo a más de 100 millones de personas. Si fuera un país, el océano sería la quinta economía más grande del mundo. Los sectores marinos que desarrollan resiliencia -incluidas las energías renovables en alta mar, la acuicultura sostenible, el secuestro de carbono y la tecnología azul- están preparados para un rápido crecimiento.

Los inversores con visión de futuro, que reconocen que el océano es la próxima frontera de la innovación y la adaptación climática, actuarán con decisión. De hecho, sin una acción urgente, la oportunidad puede escapársenos de las manos. Según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza, en colaboración con Ocean Risk and Resilience Action Alliance y Metabolic, la continua degradación de los océanos podría poner en peligro hasta 8,5 billones de dólares de valor en el 66% de las empresas que cotizan en bolsa a nivel mundial durante los próximos 15 años. La pesca comercial, el sector inmobiliario costero, el turismo, la infraestructura marítima y los puertos se encuentran entre los sectores más expuestos. Una trayectoria más sostenible podría reducir este riesgo en más de 5,1 billones de dólares.

Los inversores tienden a responder a los riesgos climáticos y de biodiversidad cubriendo sus pérdidas y cerrando sus posiciones, lo que provoca caídas del mercado. En consecuencia, aún no han aprovechado la oportunidad multimillonaria que ofrece una economía oceánica regenerativa. Menos del 0,01% de las inversiones totales, menos del 1% de la financiación filantrópica internacional y menos del 1% de la ayuda oficial al desarrollo se destinan a la economía oceánica. La financiación de capital riesgo también ha sido insuficiente: por ejemplo, las startups de energías renovables marinas recibieron solo 300 millones de dólares en 2023, a pesar de que la ampliación de las turbinas eólicas flotantes, así como la energía undimotriz y mareomotriz, requerirá aproximadamente 32.000 millones de dólares de inversión anual para ayudar a cerrar la brecha de emisiones para 2050.

No es difícil imaginar un futuro en el que mercados saludables, comunidades costeras prósperas y ecosistemas oceánicos florecientes creen un círculo virtuoso. La producción sostenible de productos del mar solo es posible si se protegen los hábitats de la contaminación industrial, si se practica la pesca silvestre y la acuicultura de forma responsable y si el comportamiento de los consumidores está alineado. Sin embargo, los inversores se encuentran atrapados tras el "muro de transición" -el desajuste entre las expectativas de rentabilidad a corto plazo y la creación de valor a largo plazo-. Actualmente, el capital institucional se ve limitado por horizontes temporales de siete a diez años y estructuras reacias al riesgo.

En este contexto, las personas con un patrimonio neto elevado, cuya riqueza alcanzó los 90,5 billones de dólares en 2024, representan una base de inversores sin explotar. Asimismo, se prevé que los baby boomers transfieran 83 billones de dólares a sus hijos y nietos en los próximas 20 años, lo que redefinirá la asignación de activos. Muchas de estas personas gestionan su patrimonio a través de oficinas familiares, que están bien posicionadas para invertir capital en todo el espectro, desde el filantrópico hasta el de mercado, y cuentan con las herramientas y la flexibilidad necesarias para generar rentabilidad, al mismo tiempo que impulsan un cambio positivo en la economía oceánica.

En junio, el Foro sobre Economía y Finanzas Azules celebrado en Mónaco, un acto especial de la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, demostró la viabilidad de invertir en proyectos que benefician a los océanos. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Belém (Brasil), ha aprovechado ese impulso, consolidando el papel del océano como un importante regulador climático y una oportunidad vital de inversión.

Para aprovechar esta oportunidad, debemos construir la arquitectura fundacional de la financiación oceánica: apoyo en las etapas iniciales, instrumentos de reducción de riesgos y nuevos modelos de negocio que alineen las inversiones con el potencial regenerativo de los océanos. Necesitamos estructuras financieras combinadas, capital concesional y vehículos a medida que sirvan a los inversores en todos los ámbitos, desde los filantrópicos hasta los institucionales.

Preservar los océanos del mundo no es solo un imperativo moral, sino también una estrategia financiera inteligente. Invertir en la resiliencia oceánica es una cobertura a futuro, no un costo hundido. Quienes actúen con anticipación moldearán los instrumentos, definirán los estándares y cosecharán los beneficios.

La salud de los océanos es la salud del planeta, que es la base de todo valor económico. Esto significa que la principal pregunta que deben hacerse los gestores de capital -ya sean oficinas familiares, entidades filantrópicas, fondos de pensiones u otros vehículos de inversión privada- es cómo obtener exposición a la economía azul.

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Peter Bryant es director del Programa de Océanos de Builders Vision, una plataforma de inversión de impacto. Sindre Østgård es socio gerente de We Are Human, una empresa de capital riesgo de impacto, e integra la junta de 2050.do y del Fondo del Príncipe Heredero de Noruega para las Generaciones Futuras.

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