Un Estado paquidérmico
¡Ah!, si hay cosa difícil de administrar es el Estado
¡Ah!, si hay cosa difícil de administrar es el Estado. El verbo administrar en estos contextos se traduce por complicar, cuando debe ser facilitar. Este es un país lleno de leyes para todo; estamos atiborrados de normas y cada funcionario, cada gobierno, se inventa una. Los gobiernos de turno han sido ineficientes, el Estado es demasiado grande, quiere hacerlo todo y resulta paquidérmico en los resultados. Analicemos: ¿qué empresa estatal es eficiente? Qué desgreño y despilfarro en las antiguas empresas estatales: los Ferrocarriles llegaron a la quiebra. Telecom fue un desastre, sus funcionarios se tragaron la empresa. Qué no decir de Puertos de Colombia: ¡qué corrupción tan atroz! Y la otrora Caja Agraria, creada para incentivar al sector agropecuario, la devoró la burocracia y la corrupción. Todo por pagar favores políticos. En la práctica, dada nuestra cultura cleptómana, casi toda empresa estatal es devorada por el despilfarro, la excesiva burocracia, pésima administración de los recursos públicos, etc. La carrera administrativa es ambivalente: fundamental para evitar las arbitrariedades del partido gobernante, pero a la par, frente a una cultura marcada por la venalidad del funcionario de turno, ¿quién le puede cancelar el contrato a un corrupto? La estatización de los servicios, con algunas excepciones, ha hecho un Estado ineficiente. Excúseme decirlo: a mí no me importa si la empresa es pública o privada, lo importante es que me dé buenos servicios, que haya transparencia en su administración y se optimice la utilización de los recursos. Como dice la sabiduría popular: no importa que los gatos sean negros o blancos, lo importante es que cacen ratones. Una herramienta técnica en el manejo de la cosa pública es aplicarle indicadores de gestión: si la empresa no da resultados, se le aplica una reingeniería de procesos; y si no, suprímase. Que venga la empresa privada con buenos controles estatales, enmarcados por la calidad, no por intereses mezquinos de poder. La ejecución de un presupuesto debe estar enfocado a gastos de funcionamiento e inversión. ¡Cuántos impuestos pagamos los colombianos! Resultados: pésimas vías, el servicio de salud se ha deteriorado; los correctivos puestos en las anteriores administraciones, al quererlos estatizar, los han vuelto inoperantes. Últimamente, cuánto sufrimos los colombianos al utilizar este servicio. Servicio que lo pagamos nosotros los contribuyentes. ¡Qué hablar de la contratación estatal! Ordinariamente para participar en una licitación del sector público se inflan los precios, pues los pagos llegarán tarde y después de hacer múltiples antesalas. Por favor, señor funcionario público, cumpla con su obligación constitucional. No hay país que tenga más normas que Colombia; sin embargo, es uno de los de mayor corrupción del mundo. Países como Nueva Zelanda, Suiza tienen pocas leyes y normas; la diferencia con nosotros es que allí sí se cumplen, hay cultura ciudadana, se tiene cuidado con lo público. En cambio, entre nosotros, lo que nada nos cuesta hagámoslo fiesta. ¡Qué despilfarro en el manejo de lo público! Ojalá se achicara el Estado para que fuera eficiente. Los Estados totalitarios son arbitrarios y quien no pertenezca al partido pierde su carta de ciudadanía. ¡Ah, sí! Dictadura del proletariado. No hay peor verdugo que aquel que ha sido esclavo. ¡Líbrame, Señor, de los resentidos sociales! Cuando no están en el poder son demócratas, pero, en llegando, se vuelven los más crueles tiranos. El exceso de normas propicia la corrupción, como quien dice, entre más vacas, menos leche. A mi juicio y resulta más productivo en muchos aspectos, que el Estado le entregue a la empresa privada muchos servicios. El Estado debe atender la educación y la salud, lo demás que lo haga la empresa privada; obviamente, con rígidos controles. Una empresa privada sin controles se vuelve la más cruel injusticia, ahí sí vienen los mesías y en río revuelto, ganancia de pescadores. * Obispo emérito de Neiva
La corrupción atroz
Froilán Casas*