Post-COP30: ante los ‘tipping points’

Los resultados de la COP30 son considerados ampliamente como un fracaso. Así lo predijimos muchos antes de la misma (ver mi columna del 25 de noviembre). Sin embargo, y como era su deber, el gobierno del presidente del Brasil, Lula, en alianza con otros países, entre ellos Colombia, hicieron un enorme esfuerzo para sacar adelante las propuestas clave, cosa que no lograron. Finalmente, la COP30 fue una resonante victoria de los productores de combustibles fósiles, mostrando cómo el poder no se ubica en los Estados sino en estas gigantescas corporaciones que se resisten a renunciar a uno de los negocios más lucrativos del planeta, independientemente de sus consecuencias. Fueron tres las principales propuestas que lideró Brasil que se consideraban esenciales desde antes de que tuvieran lugar las negociaciones y que finalmente se hundieron: 1) establecer una hoja de ruta para eliminar la exploración y explotación de los combustibles fósiles, con fechas precisas para hacerlo y con la especificación del monto de disminución, año por año, por parte de cada país; 2) establecer una hoja de ruta para detener la deforestación -lo que tendría un enorme impacto en la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero-, y la restauración masiva de los bosques, con lo cual se captarían millones de toneladas de dióxido de carbono. A la protección de la selva amazónica se le otorgó un enorme valor no solo por el hecho de que la COP30 tuvo lugar en Belém do Para (Brasil), sino principalmente por el papel central que juega a nivel global; y 3) asumir los compromisos financieros establecidos en la COP29 en Bakú, en la cual se acordó triplicar la financiación para la acción climática a los países en desarrollo, al pasar del objetivo anterior de 100.000 millones de dólares anuales a 300.000 millones para 2035. ¿Qué se puede esperar después de este fracaso? Implica que las emisiones globales se mantendrán muy por encima de los niveles compatibles con los objetivos del Acuerdo de París, lo que conducirá a: 1) superar el umbral de 1,5 º C, siendo muy probable que el mundo lo haga permanentemente alrededor de 2030, mucho antes de lo esperado, lo que provocará eventos climáticos más extremos y catastróficos, y (2) que las proyecciones actuales, incluso si se cumplen todos los hoy insuficientes planes nacionales, apuntan a un aumento de la temperatura de entre 2,3 ºC y 2,5 ºC para finales de siglo. Una de las mayores preocupaciones de los científicos sobre las posibles consecuencias de esta situación es la de que se sobrepasen los puntos de inflexión (tipping points) de los grandes ecosistemas del planeta más allá de los cuales los daños ambientales son irreversibles. La desaparición masiva de los arrecifes de coral de aguas cálidas es el primer ‘punto de no retorno’ que ya alcanzó el planeta. Se estima que hacia 1950 el 90 % de los corales habrán muerto: estamos viviendo la primera catástrofe. El colapso generalizado de la selva amazónica a causa del estrés del cambio climático y la deforestación podría desencadenarse a una temperatura más baja de lo que se pensaba anteriormente, situándose ahora el límite inferior del rango estimado en 1,5 ºC, lo que pone de manifiesto la necesidad de adoptar medidas urgentes como son detener la deforestación y hacer una restauración masiva para asegurar que se mantenga la alta humedad de la región, un punto esencial para su conservación. Trágicamente la hoja de ruta para ello no se acordó en la COP30. Existe, además, una creciente preocupación por el debilitamiento que se está registrando de la circulación meridional que entrega un flujo extraordinario de calor -más de 1.000 teravatios- al Atlántico Norte que hace factible la vida en el norte de Europa. No se conoce su punto de inflexión, pero el escenario más extremo, aunque incierto, señala que una parte del continente se haría prácticamente inhabitable. ¿Qué hacer en países como Colombia, que tienen una baja responsabilidad por el cambio climático y son víctimas del mismo? Su más alta prioridad es tomar todas las medidas requeridas para enfrentar los eventos climáticos extremos, los cuales inevitablemente se incrementarán en los próximos años.
Grandes preocupaciones
Manuel Rodríguez Becerra