Precipicio treintenal
Más de 34 años hace que el Frente Amplio administra una decadencia sostenida de Montevideo.
El mundo no deja de fabricar vehículos automotores y Uruguay no cesa de importarlos. Las carreteras del país y Montevideo en particular, asisten a la presencia de un hormiguero motorizado agobiante. En la capital, así como el gobierno municipal no le ha encontrado la manija a la basura en más de 34 años, o a la contaminación en las playas, tampoco ha tomado medidas ante la perspectiva del aluvión vehicular que tenemos. No se ha estimulado la construcción de estacionamientos, ni se han planificado soluciones de transporte colectivo, ni se ha pensado en obras de infraestructura relevantes, a no ser el famélico túnel de Av. Italia concretado tras largos inconvenientes de circulación provocados por las obras.
Cuando una inversión privada ha propuesto -¡a su costo!- desarrollar un tren eléctrico que partiese de la Plaza Independencia hasta llegar a un punto ciudadano de Canelones, se desconoce la opinión de los mandamases municipales. Que han llenado de ciclovías la Ciudad Vieja, la calle San José y 18 de Julio. Todo lo que era coqueta instalación comercial de una ciudad que mantenía digna presencia regional, ha pasado a ser tierra de nadie, con perjuicio para los negocios instalados en esas zonas. Y, nadie se engañe, el retroceso empezó en 1990, cuando la Intendencia de Tabaré Vázquez. Se les dio de arranque rienda libre a artesanos y mercaderes callejeros para instalarse. Invadieron las veredas de mayor concurrencia de público delante de los negocios establecidos. En los primeros días el olor a torta frita y chorizo era insuperable. Con retraso se quiso reglamentar la invasión. El daño perdurable estaba hecho. No hubo mayor estímulo que este para la multiplicación de los "shoppings". ¿Qué decir -además- de las paredes pintarrajeadas por unanimidad y esa sensación de suciedad que transmite la ciudad?
Cuando lleguen todos los autos hoy ausentes por el verano ¿qué nos espera?
La invasión de vehículos, no obstante, para la Intendencia tiene motivos de alegría. Con los radares la burocracia socialista está de parabienes. Los propietarios de automotores hemos pasado a ser presas de una cacería fiscal monumental. Con penalizaciones especialmente por velocidad excesiva, los conductores en medio de una ruleta de indicadores de velocidades diversas cambiantes en pequeños tramos de circulación, cuando los autos suben levemente la velocidad apenas tocarlos, la recaudación por infracciones crece por fracciones de segundo. Es un "¡plink caja! exitoso logrado sin mover un dedo.
La matemática confirma lo anterior no admite dudas. El volumen económico merece referirse en pesos verdes "made in USA". Pruebas al canto, en 2023 la Intendencia recaudó USD 97.000 por día por multas de tránsito. Promedio de la recolección anual de USD 35.505.889 por infracciones en la calle (35 palos verdes, hace más de un año atrás).
Casi el 60% de las multas son por exceso de velocidad. Normalmente cuando no hay tráfico a la vista es normal se acelere sin riesgos y sin llegar a velocidades extremas. Los montevideanos que manejamos somos gente de trabajo y no jugamos a los autitos chocadores. Este sistema de sanciones es un verdadero robo.
Buscando un consuelo noticioso entre sinrazones vale rescatar que cuando este "progresismo" frentista asuma el gobierno nacional en marzo, los tiranos continentales de Cuba, Venezuela y Nicaragua, no vendrán. El presidente Lacalle no se los ha permitido.