El probable nuevo TLC es de "última generación", va más allá del comercio de bienes y es visto como una demostración de que el multilateralismo está vivo y de que el Mercosur puede funcionar.
El anuncio de la conclusión de las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre el Mercosur y los Estados de la EFTA (Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza) del pasado 2 de julio, impactará positivamente en Uruguay, básicamente por cuatro razones. Ellas son, que abre oportunidades comerciales concretas para los países de ambos bloques, es visto como un preámbulo del acuerdo Mercosur-Unión Europea (aunque no esté directamente relacionado con éste), es una muestra de que el Mercosur puede funcionar y también es, para muchos analistas, una prueba de que el multilateralismo continúa vivo.
Está previsto que el acuerdo Mercosur-EFTA se firme en lo que queda de este año, para luego iniciar su ratificación parlamentaria en 2026 y puesta en vigor. Por lo pronto, todas las partes lo han considerado una prioridad, por lo que no deberían mayores obstáculos o dilaciones.
El acuerdo incluye fundamentalmente capítulos de comercio de bienes, pero también de servicios, inversiones, propiedad intelectual, compras públicas, reglas de origen, medidas sanitarias y fitosanitarias, solución de controversias y desarrollo sostenible. Esto lo define como un "acuerdo de última generación".
El País consultó con la Cancillería uruguaya sobre las excepciones que regirán y, desde el departamento de Comunicaciones, informaron que el acuerdo que se maneja actualmente es el mismo que en 2019 en cuanto a bienes (que es el 97% del total), y que "la lista de concesiones arancelarias seguramente se hará pública en unas semanas, cuando esté revisada y validada legalmente", dice la respuesta.
Un documento de la Cancillería indica al respecto que "Mercosur y EFTA se otorgan concesiones en materia de acceso de bienes para aproximadamente el 97% del comercio birregional. Es de destacar que, si bien los países de EFTA negocian conjuntamente, sus ofertas de bienes, servicios y compras gubernamentales son individuales".
Ya en 2019 las partes establecieron una zona de libre comercio con excepciones y mecanismos de salvaguardas para proteger sectores sensibles, como por ejemplo algunos productos agrícolas y agroindustriales.
Marcos Soto, decano de la Universidad Católica (UCU) Business School y socio de Cibils Soto Consultores, afirmó a El País que el Mercosur propuso en 2019 un desgravamiento arancelario gradual en ciertos productos por 15 años, mientras que desde la EFTA el planteo es la liberación de aranceles según cuotas por volumen.
"Aún no están las excepciones explicitadas en los textos públicos a los que se puede acceder, si bien el documento de EFTA es un poco más completo que el del Mercosur", agregó el decano.
Asimismo, Soto observó que existen puntos específicos que seguramente permanecerán sin resolverse por mucho tiempo. "Mercosur no tiene una política automotriz acordada internamente en el bloque. Difícilmente la puede tener con terceros", ejemplificó.
Los beneficios
Otros analistas consultados por El País valoran la apertura comercial en países como Uruguay que, por su pequeño tamaño, necesitan de mercados externos para crecer.
Si bien los países de la EFTA no son mercados relevantes en términos de volumen (suman sólo 14,5 millones de habitantes), se caracterizan por un fuerte poder adquisitivo por cápita, y por ende, Uruguay podría colocar más cómodamente sus productos premium, como la carne.
"Los países de la EFTA son destinos de nicho en los que Uruguay debería jugar un rol importante, porque lo nuestro no es la cantidad de exportación, sino la calidad, el valor agregado", advirtió Soto.
Por su parte, el internacionalista Ignacio Bartesaghi, comentó a El País que, de los cuatro países que integran el EFTA, Uruguay prácticamente solo mantiene relaciones comerciales con Suiza (alrededor de US$ 50 millones en lo que va del año) y Noruega (algo menos de US$ 7 millones).
Es decir, las cifras bajas y concentradas en pocos productos como carne, semillas de soja, algunas preparaciones alimenticias y cítricos, pero que el nuevo acuerdo podría elevar ese comercio, y en especial abrir la posibilidad de diversificar las exportaciones uruguayas en la medida en que se bajen los aranceles y amplíen las cuotas.
En cuanto a las importaciones a los países del Mercosur, tanto Suiza como Noruega son economías desarrollados con productos de alto valor agregado que podrían beneficiar a Uruguay.
"Aunque el impacto económico esperado de un acuerdo con la EFTA es moderado porque los flujos comerciales son aún muy bajos y están concentrados en Suiza y Noruega, su concreción será muy importantes para el Mercosur", dijo Bartesaghi.
"La oportunidad está en ampliar la cantidad de productos, más allá de bajar los aranceles y ampliar las cuotas de la carne, que es el producto que enfrenta las mayores restricciones en ese mercado", agregó.
Ambos analistas pusieron su foco en el capítulo de servicios ya que actualmente Estados Unidos es el primer mercado del software uruguayo, pero el EFTA es un gran consumidor y exportador de este tipo de servicios, en los que Uruguay podría generar valor.
También se abren opciones de negocios en desarrollos sustentables, inclusión de pequeñas y medianas empresas (pymes), diversidad de género y otros temas que trascienden el intercambio de bienes.
"Al concretarse los acuerdos Mercosur-EFTA y Mercosur-Unión Europea, los países del Mercosur tendrán acceso preferencial a toda Europa", aventuró Bartesaghi.
La oportunidad radica asimismo en que este tipo de acuerdos promueven y regulan las inversiones, lo que pondría a Uruguay en mejores condiciones para recibir capitales europeos. Cabe recordar que hoy en día, en los países del Mercosur están presentes multinacionales suizas de peso, como Nestlé, Syngenta, Novartis y Holcim, entre otras.
En ese marco, Soto recordó que los TLC no son soluciones, sino marcos que deben ser aprovechados por los agentes económicos; es decir herramientas que deberán ser aplicadas por los privados. "El acuerdo con México nunca logró despegar del todo", alertó.
En diálogo con El País, el economista José Antonio Licandro reflexionó que para un país como Uruguay "todos los acuerdos suman", y que el del Mercosur-EFTA deja en claro que "de ninguna manera los TLC han pasado de moda".
El economista ha señalado en anteriores oportunidades que la tendencia al proteccionismo proviene esencialmente de la administración Trump en Estados Unidos, pero a su entender está lejos de ser mundial, como muchas veces se afirma.
La otra cara a sopesar
Todo acuerdo tiene ventajas y desventajas. En tal sentido, Soto advierte que uno de los mayores riesgos para Uruguay es que los temas de propiedad intelectual, vinculados a la industria farmacéutica y producción de medicamentos genéricos en este país, no están totalmente regulados, lo que podría generar contratiempos a la hora de entrada en vigor del acuerdo Mercosur-EFTA.
Otro tema que podría ser riesgoso o al menos, a tener en cuenta, es que actualmente Uruguay (al igual que Argentina y Paraguay) tiene acceso al mercado brasileño con estatus privilegiado en muchos renglones, pero a partir del acuerdo Mercosur-EFTA, va a compartir ese estatus con otros países. "Suiza, por ejemplo, podría instalar una planta en Brasil sin pagar aranceles, o de manera mucho más competitiva que ahora. Y con esa ventaja, no tendrá tanto sentido que la instale en Uruguay", señaló Soto.
No obstante, Soto mismo sale al paso con la aclaración de que la apertura comercial siempre trae más beneficios que riesgos o desventajas, y que esa debe ser la apuesta de Uruguay.